A fines de febrero, Sergio Rotman, saxo de Los Fabulosos Cadillacs, excantante de Cienfuegos y El Siempreterno, y reciente articulador de su propia carrera solista, entre otras especies, invitaba a través de sus redes sociales al 45° cumpleaños de Killing Joke en Strummer Bar. El músico es uno de los mayores cultores y cultivadores del post punk en la Argentina, por lo que no era nada raro que ese lunes se produjera un encuentro entre los fans locales de la legendaria banda inglesa. Y más aún tras su único paso por Buenos Aires, en septiembre de 2018, donde en The Roxy ofrecieron un show tan increíble como estremecedor. En ese momento estaban girando de la mano del que sigue siendo incluso hoy su último álbum: Pylon (2015). Pese a convertirse en su décimo quinto trabajo de estudio, esas 10 canciones sonaban tan innovadoras y furiosas como las de su debut, publicado 35 años antes.
El posteo también informaba que Jeremy “Jaz” Coleman, frontman del grupo creado en Cheltenham en 1979, haría las veces de anfitrión. Y, para generar mayor embrollo (o atractivo), el convite cerraba con la advertencia de que los que asistieran al evento automáticamente se convertirían en miembros de Club Malvinas. Frente a la duda de si era un happening o no, la mejor manera de despejar la intriga era acudiendo al boliche erigido en el barrio de Palermo. Era lunes, por lo que no había nada para perder. Al caer la noche, a lo lejos del lugar, se podía divisar a unos comensales dispersos en la puerta de entrada del lugar. Y, tras sortearlos, en el fondo se encontraba Rotman musicalizando la velada. Entonces, en calidad de maestro de ceremonia, de pronto tomó el micrófono, agradeció la concurrencia, volvió a explicar la esencia de la actividad e invocó al artista inglés.
Parecía inverosímil. Sin embargo, el integrante de una de las bandas que inspiró a varias generaciones de músicos de rock apareció en medio de esa suerte de living. Desde Soundgarden hasta LCD Soundsystem, pasando por Faith No More, NIN, My Bloody Valentine y Nirvana, declararon no sólo su admiración, sino que reconocieron también el peso que tuvo Killing Joke en sus respectivas estéticas sonoras. Perry Farrell (creador del festival Lollapalooza, amén de líder del grupo Jane’s Addiction) y James Hetfield, mandamás de Metallica, están entre quienes tienen a Coleman como una de sus inspiraciones al momento de moldear su identidad vocal. Ese sello con dejo amenazador en su manera de cantar, amén de su “gruñido aterrador”, son tan sólo comparables con la impronta de Lemmy Kilmister, líder de Motörhead.
Si bien en la primera parte de su carrera con el grupo llegó a tocar el sintetizador, inyectando sonidos electrónicos atonales con los que confeccionaba atmósferas inquietantes, paulatinamente se dedicó más al rol performático. Al menos en los shows en vivo. Por eso fue una extrañeza (devenida en privilegio) ver a Coleman tocar el teclado esa noche, en la que presentó una pieza instrumental inspirada en Geordie Walker, componente fundamental y cofundacional del icónico proyecto musical británico (también tocó otra dedicada a Malvinas). “Lo extraño mucho”, dijo previamente a su interpretación. El histórico guitarrista de Killing Joke falleció en noviembre último, a causa de un derrame cerebral, en Praga (República Checa). Eso le puso un parate a la banda. Y aunue Coleman y Walker no solían ponerse de acuerdo en sus gustos, en lo que sí coincidían era en su admiración por Siouxsie and the Banshees.
Para atravesar el luto que lo embarga, Coleman encontró refugio en la Argentina, donde se encuentra instalado desde septiembre del año pasado. Su estancia acá coincidió con el 48° aniversario de la fundación de Killing Joke, al igual que con la celebración de sus 64 años de edad. Es por eso que aprovechó la atípica circunstancia para anunciar asimismo la inauguración de Club Malvinas: comunidad artística, dedicada a los créditos locales, con la que pretende impulsar el diálogo entre diferentes expresiones creativas. “Me lo pasé muy bien ese día. Estuvo fantástico. Lo sentí realmente como el nacimiento de algo nuevo y emocionante en Buenos Aires”, explica el músico pasado el evento. “Conocí a tanta gente increíble. ¿Sabes? amo a la gente. Y cuando hago un concierto o cuando tengo algún evento, me gusta conocer a todos. A veces lleva mucho tiempo”.
-No se te conocía esa faceta filantrópica…
-El trabajo de mi vida es tratar de ser bueno y de empoderar a otras personas, hacerlas sentir poderosas por derecho propio. Nuestro trabajo en Killing Joke tiene este efecto. Con esto me refiero a que vos también podés hacer lo mismo. Sólo tenés que preguntarte cuál es el regalo que Dios te dio y qué soñás hacer. Me gustaría que el Club Malvinas no sea sólo un club sino que sea un punto de nexo para que los artistas visuales y musicales puedan colaborar.
-¿Podés ahondar en eso?
-Por ejemplo, un escenario interesante puede ser la colaboración entre un artista visual y un artista musical. Una posibilidad es que su música parezca dramática mediante el uso de iluminación. Este es el tipo de cosas que espero con ansias. Espero con ansias que todos y todas participen o actúen en Club Malvinas. Aportaremos dos nuevas piezas musicales, que editaremos en vinilo con un libro, para revitalizar la industria discográfica. Es una forma de renovar la tradición de la música experimental en vivo rebelde o de la música underground en el corazón mismo de la Argentina.
-A propósito de eso, ¿por qué vivís de incógnito en Buenos Aires? Si no es por el anuncio del festejo en Strummer Bar, nadie se enteraba de que una leyenda de la música como vos vivía acá.
-Esa es una buena pregunta. Mi interés no sólo radica en la Argentina sino en toda Sudamérica. Vengo para la región desde hace ya varios años, pero desde que cumplí 20 años, siempre quise pasar algún tiempo en este país en particular. Y especialmente en su vibrante capital. Esto que me está pasando es un sueño cumplido. Como soy fanático de la aviación, a los 27 años solía coleccionar folletos de Aerolíneas Argentinas. Y ahora me enamoré de alguien que trabaja en Aerolíneas Argentinas, y que además es una apasionada de la música. Luciana es mi colaboradora, mi pareja y mi socia. Todo se volvió posible gracias a nuestra unión.
Jaz Coleman no es el primer músico de una banda pionera del punk o del post punk en fijar residencia en el país. Amén de la aventura conurbana de Dee Dee Ramone, Graham Sutton, miembro de la banda inglesa Bar Psychosis, se estableció en la década pasada en Mar del Plata (y trabajó con grupos de esa ciudad, entre los que despuntan Altocamet y Tomates en Verano). Le siguieron los pasos el estadounidense Gordon Raphael (productor de The Strokes y Regina Spektor), quien estuvo actuando durante un tiempo con la versión porteña de su grupo The Wild Cards. Y el que sigue por acá es Jimmy Rip, que, luego de poner su guitarra al servicio de figuras del calibre de Mick Jagger y Jerry Lee Lewis, se vino a vivir a Buenos Aires en 2010. Amén de montar su proyecto Jimmy Rip and The Trip y de tocar con artistas de la escena, alternó con su trabajo como reemplazante de Richard Lloyd en Television.
“No conocía ninguno de esos casos que mencionaste, pero la idea de conversar con vos e interactuar con otros músicos es facilitar ese vínculo”, cavila el artista. Ante la consulta de cómo conoció a Sergio Rotman, este inglés, quien en marzo estuvo girando por varias ciudades de Reino Unido protagonizando Unspekeable -espectáculo en el que relata la historia de Killing Joke en formato de spoken word- explica que sucedió mediante su compañera y Luis Alvarado, dueño del sello peruano Buh Records. También aprovecha para deslizar que entró en contacto con los integrantes de Eruca Sativa, en especial con su frontwoman, Lula Bertoldi, así como con la pareja de ésta, Nico Sorín. “Estas personas me han hecho sentir como en casa en la Argentina y me ayudaron a dar todos los pasos necesarios para establecer nuestras aspiraciones con Club Malvinas”.
-Antes de mudarte para Buenos Aires, sólo se te había visto por estos lares en 2018. ¿O hubo algún desembarco más?
-Llegué a pasar, pero nunca me había quedado. Así que ésta es mi segunda experiencia en este vasto país fantástico, con posibilidades sin explotar.
-Viviste antes en Nueva Zelanda, lo que no restó a tu dinámica laboral y creativa. ¿Cómo te pensás en este periplo argentino?
-Viví varios tipos de vidas de forma creativa. Eso abarca desde mi música clásica hasta Killing Joke. Pero claro, en noviembre, tras la repentina muerte de Geordie, mi pareja a lo largo de 45 años, no puedo pensar en volver a hacer un recital con la banda por todo el dolor que me genera su ausencia. Entonces la Argentina se transformó en un hermoso lienzo en blanco para empezar mi vida de nuevo. Mi corazón es también neozelandés (en la nación oceánica se ordenó como sacerdote, apéndice de una odisea que incluye estudios en un conversatorio en Leipzig, estudios árabes en El Cairo y formación en banca internacional en Suiza). Lo que vi acá me encanta. Este país tiene un gran potencial cultural, y creo que puedo tener una vida mucho más vibrante y emocionante acá. Así que gustan cómo son las cosas ahora.
-Previo a esto, a partir de tu inclinación hacia la sustentabilidad ambiental, invertiste dinero en la creación de ecoaldeas en el Pacífico Sur y en Chile. ¿Cómo surgió esa afinidad para con Sudamérica? Digamos que, históricamente, no se tienen los mejores recuerdos del Reino Unido en la región.
-Bueno, siempre he sido un gran admirador de Pancho Villa y de Simón Bolívar. Del primero me interesaron sus métodos estratégicos. Y del segundo, me atrajo mucho su manera de pensar el continente, al igual que sus respectivos países. No sólo amo a la Argentina sino también a Latinoamérica. Lo encuentro emocionante para el resto del mundo. Para ser sincero, temo mucho por el futuro. Me sobrecoge la idea de pensar que Europa y los Estados Unidos lo utilicen como campo de batalla para futuras guerras.
-Pero ya sucedió hace 42 años. Nadie lo olvida en la Argentina.
-No aprendimos la lección de lo que algo como eso puede significar.
-No sos el primer músico británico que apoya a la Argentina en el reclamo de las Islas Malvinas. Pero, ¿por qué lo hacés?
-Si echas un vistazo a la historia de Killing Joke, antes de que se desatara la Guerra de Malvinas lanzamos la canción “Empire Song” (1982). Es la perspectiva de un indio sobre el imperialismo. Desde el principio, fui consciente del incalculable saqueo del Reino Unido para con países como India. No sólo se fue de allá dejándola en un nivel de pobreza abismal, sino con un 13% de taza de alfabetización. Lamentablemente, esa violencia la padecieron igualmente los protestantes escoceses e Irlanda del Norte. Algo como la apropiación de la Islas Malvinas provoca una inestabilidad social que dura cientos de años. El descaro o el silencio es que la mayoría de la gente conoce la base militar en la isla Diego García. El Reino Unido sacó a todos los lugareños para crear una base militar ahí.
-¿Pero eran conscientes de lo que sucedía?
-A principios de los años '80, otra de las razones por las que pagamos la culpa de entrar en una guerra era por el petróleo (en 2025 arrancará la explotación de petróleo en las Islas Malvinas). Los argumentos legales a favor de la ocupación podríamos utilizarlos como un paralelo doloroso. Pero, por supuesto, nada de eso se compraba con la difícil situación de los palestinos. No hay que olvidar que la Declaración Blafour desató el derramamiento de sangre y el conflicto que existe en Oriente Medio. Por último, me gustaría recordar que los alemanes no fueron los que creación los campos de concentración sino los británicos.
-¿Tus compatriotas coinciden con este relato?
-Bueno… Por esa razón me convertí en ciudadano de Nueva Zelanda. Me sentí muy ofendido con la política exterior británica y la historia.
-Ahora publicaste una carta sobre la cuestión de Malvinas (ver abajo) ¿Por qué decidiste hacerlo?
-Las Malvinas son territorio argentino. A pesar de todo lo que sucedió, la política exterior británica no se detuvo. Los británicos no se detienen cuando se mudan a algún lugar del que no quieren irse. El (buque) Belgrano estaba fuera de la zona de conflicto cuando lo hundieron. Todas esas vidas de marineros y reclutas que murieron debe tener significado. No debemos perder nuestra objetividad cuando se trata de la política exterior británica equivocada del pasado.
La carta sobre Malvinas
La soberanía está en juego
“En 1989 me presentaron a un extripulante de HMS Conqueror, el submarino que hundió al Belgrano en la guerra de Malvinas de 1982. Lo que me comentó sobre nuestra conversación me dejó totalmente impactado. Relató la conmoción de la tripulación del HMS Conqueror al escuchar los gritos de los navegantes del Belgrano y de los reclutas aterrorizados mientras se hundía el barco […] La información sensible luego se filtró, ya que, en 1985, un integrante del parlamento británico recibió información por parte del funcionario de rango superior […] Los documentos demostraron que el Belgrano se estaba apartando de la zona de exclusión cuando lo atacaron y hundieron […] La sangre derramada sobre territorio argentino constituye sólo un aspecto de esta trágica saga de imperialismo […] Thatcher debió haber recibido información acerca de los vastos yacimientos de petróleo del norte, sur y este de las Islas. Aquellos recursos pudieron sustentar a la Argentina durante el próximo siglo […] La posición actual del Reino Unido es innegociable. Es decir, que la voluntad popular de los isleños tiene soberanía legítima constituye un argumento poco fundado cuando las características demográficas democráticas provienen de habitantes extranjeros que no poseen derechos autóctonos e históricos […] La soberanía territorial y la futura riqueza de la Argentina todavía está en juego. No existe nada más memorable que la reunificación. La Argentina no debe aceptar más que aquello”.
Extractos de “Hacia una sola Argentina”, carta firmada por Doctor Jaz Coleman.