En febrero de 1982, Juan Carlos Peralta tenía solo 18 años cuando le tocó hacer el servicio militar obligatorio luego de salir sorteado en la lotería nacional con número alto siendo clase 63. El ejército en Campo de Mayo fue su destino para una pseudo instrucción de dos meses antes de pisar las frías tierras de las Islas Malvinas a 1985 kilómetros de su Lomas de Zamora natal.
A 42 años de la guerra que marcó su vida para siempre, detalla el orgullo que representa ser un ex combatiente, pero también la pesada mochila de convivir con los recuerdos crudos y de mantener latente el relato en medio de un panorama de desacreditación de la soberanía de las islas.
"A Macri le hicimos juicio por el acuerdo internacional Foradori-Duncan dónde les permitían a los británicos la ampliación de la plataforma continental mediante la pesca y explotación de la zona de Malvinas", recuerda al repasar los posicionamientos de política exterior más difíciles de los últimos años. Y agrega: "Milei está buscando que le hagamos lo mismo si no defiende de manera diplomática la soberanía de nuestras islas, porque con esas iniciativas, se están metiendo con las heridas de todo un pueblo".
La guerra
Peralta fue parte de la compañía de Ingenieros 601, cuyo nombre fue puesto de manera simbólica debido a que ninguno de sus miembros era ingeniero por ser recién egresados del secundario. Si bien nunca se imaginó que iba a ir a Malvinas cuando se enteró sintió la misma ansiedad que cuando fue sorteado para la colimba.
"El 12 de abril viajamos de Río Gallegos a Malvinas, pero recién nos enteramos cuando estábamos sobrevolando las islas y en ese momento fue similar a cuándo te tocaba juntarte con tus amigos a esperar el sorteo de la lotería a ver si te tocaba ir a la colimba o no, emoción, pero también incertidumbre", cuenta a Buenos Aires/12.
--¿Cómo fueron los días en las islas?
--Los primeros 20 días fueron como un viaje. Nosotros nos encargamos de minar los campos por donde supuestamente iban a venir los ingleses, instalar alambrados, o hacer las trincheras. Pero el 1 de mayo a las 4:45 de la madrugada llegó el enemigo y empezó la verdadera guerra. Nosotros estábamos en los pozos y los gritos de los compañeros y los ruidos de las bombas no me los voy a olvidar nunca más, fue algo irrepetible. No nos dejaban dormir, dicen que en la guerra se trata de eso, de desgastar al rival, tener frío, tener hambre, debilitar, adelgazar, sembrar miedo, la falta de comunicación, la falta de todo. Y a nosotros nos pasó eso porque hasta nos mataron de hambre nuestros jefes superiores, fue un combo perfecto para desmoralizarte. Gracias a Dios fuimos todos muy compañeros, fuimos todos para uno y uno para todos y nos manejamos de la mejor manera posible.
--¿Qué momentos lo marcaron durante su estadía en las islas?
--Las noches del 10 al 13 de junio fueron los combates más cruentos. Defendíamos la posición previa a Puerto Argentino. Veíamos como venían los muchachos todos despedazados en carretillas, un momento terrible. Pero, ¿qué íbamos a hacer más que llorar? Si nos quedábamos, nos iban a matar a nosotros también, así que nos persignamos y seguimos. Fue algo terrible que no me voy a olvidar hasta que me muera.
--¿Qué detalles recuerda de los días que siguieron a la rendición?
-Luego de la firma de la rendición el 14 de junio estuvimos 5 días en un galpón donde nos trataron muy bien y nos trasladaron en un pesquero inglés hasta el buque hospital Almirante Irizar. Subimos colgándonos de sogas y ahí nos dimos cuenta que estábamos a salvo y que había terminado todo. Nos dieron jabón y una toalla para bañarnos, y pude bañarme después de 60 días. Volvimos a dormir tranquilos y nos sostuvimos entre todos con una hermandad inquebrantable, pese al dolor de la derrota.
--¿Cómo fue el regreso?
--Pasamos por Ushuaia, Puerto Madryn, Trelew y de ahí en avión a El Palomar para luego ir en micros a Campo de Mayo. Nos tuvieron tres días, nos hicieron afeitar y nos dieron de comer para engordarnos. El día 29 me reencontré con mi familia y también con un amigo que pensé que había fallecido en el hundimiento del buque Manuel Belgrano. Nunca lloré tanto de emoción como ese día.
Los horrores del “fuego amigo”
"Me estaquearon durante 8 horas por robar una lata con comida. Estuve 4 horas boca abajo y cuatro horas boca arriba. Tiraban una capa al piso, clavaban cuatro palitas y te ataban los pies a las manos", cuenta Peralta, que fue una de las tantas víctimas del abuso de poder por parte de los jefes militares argentinos durante la Guerra de Malvinas. En la actualidad, todavía siguen vigentes muchos juicios por crímenes cometidos contra los propios soldados argentinos.
--¿Cómo fue ese momento?
--Estaba preparando la voladura del puente Fitz Roy junto a un grupo de siete soldados y durante nuestra guardia no llegaba nada y estábamos muertos de hambre. Entonces me robé una lata que estaba en una carpa junto a otras cosas y me la comí, pero me descubrieron. Nos dijeron que nos iban a estaquear a todos si no aparecía el culpable y me hice cargo para no joder a mis compañeros. Cuando me desataron, estaba hecho una momia del frío.
--¿Lo volvió a hacer durante la guerra?
--Sí, en los momentos que no teníamos comida. Había un hangar que estaba a 200 metros de donde yo estaba. Y yo me turné dos noches, fui a robar comida para llevar para mis compañeros, porque no teníamos nada.
--¿Supo quién fue el que dio la orden de que lo estacaran?
--Fue un jefe mayor que ni siquiera estaba allí. Falleció poco después de la guerra por cáncer y me quedó la espina de no poder decirle en la cara muchas cosas. Después de 35 años buscando a los cabos que pensaba que me habían estacado, un amigo del centro de veteranos de Lomas de Zamora me dijo que había sido él por una orden mayor. Se me vino el mundo abajo, pero entendí que había seguido una orden y cerré esa etapa.
--¿Cómo se hace para mantener la historia de Mavinas presente a 42 años de la guerra?
--Nosotros damos charlas, contamos la verdad en escuelas, y hoy en día nos escuchan más los jóvenes que los adultos que vivieron esa etapa con nosotros. Nuestros caídos son los verdaderos héroes, porque nosotros tuvimos el honor de estar en el combate. Para mí Malvinas son los 365 días del año. Es todo. Mi sangre, mi corazón, todo. Yo vivo por Malvinas. Todos los sábados nos juntamos a comer en el centro de veteranos y nos contenemos entre todos, así se hace más llevadero.
El fantasma del abandono
Peralta es el presidente del Centro de Veteranos de Lomas de Zamora. Según cuenta, recién en 1987 pudo conseguir trabajo y que en 1991 los ex combatientes empezaron a recibir ayuda económica, mientras que en 1998 llegó el apoyo psicológico. Además, asegura que en los 10 años posteriores a la guerra hubo más de 300 suicidios, producto del abandono que sufrieron muchos ex combatientes. Ahora, tiene miedo que ocurra algo similar frente a las políticas del gobierno de Javier Milei, que define directamente como "anti-pueblo".
--¿Cuál es la situación actual de los veteranos de Malvinas?
--Hoy estamos todos con ayuda psicológica. Si bien nos ayudan, nosotros decimos que no hay mejor psicólogo que otro veterano. Después de la guerra padecimos el abandono del Estado nacional y ahora de nuevo vamos camino a eso, nadie del Gobierno nacional se comunicó con nosotros. El Municipio de Lomas nos ayuda un montón con los servicios y hace tres años nos construyeron el nuevo salón del centro, al igual que contamos con la presencia del gobierno provincial, pero no sabemos si va a alcanzar.
--¿Cómo analiza la situación general del país?
--No está bien y no sé si va a mejorar. Están exterminando a los jubilados. Están recortando en lados por donde no tienen que recortar, y se aumentan los sueldos entre ellos como si nada. Están echando mucha gente que conozco, que se que labura pero igual la están dejando sin trabajo. Queremos que nuestras familias tengan un futuro y en otros momentos hemos salido a la calle a luchar por nuestros derechos, y si tenemos que volver a hacerlo lo haremos porque no le tenemos miedo a los palos y a los golpes.