Los números redondos tienen un no sé qué mágico y la nueva Semana de Cine Italiano, que desembarca en las salas de Cinépolis Recoleta por décima vez consecutiva, llega envuelta en un halo de celebración. El encuentro cinematográfico incluye una programación de doce largometrajes recientes producidos en el país con forma de bota, muchos de ellos en calidad de preestreno –en otras palabras, tendrán un estreno comercial durante el transcurso de esta temporada–, y otros tantos que habrá que disfrutar exclusivamente durante los próximos días o perder la posibilidad de apreciarlos en pantalla grande.
Tres cineastas estarán presentes en Buenos Aires para acompañar las proyecciones, que se desarrollarán a partir del jueves 4 y hasta el miércoles 10, en un festín de cine fatto in Italia que incluye óperas primas y films de autores consagrados, del más riguroso toque autoral a las películas de género, comprobación empírica de la diversidad de una cinematografía que siempre ha tenido vínculos muy fuertes con la Argentina. Con el apoyo del Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires, la Embajada de Italia y Cinecittà, entre otras instituciones y empresas, la nueva settimana tiene como objetivo “acercar al público películas que formaron parte de los festivales más importantes, ofreciendo un espacio a aquellos directores que están comenzando sus filmografías como a los nombres ya consagrados y reconocidos”.
La película de apertura, cuyas únicas dos funciones ya están agotadas (paciencia: el estreno comercial está anunciado para los próximas semanas), se convirtió en un gigantesco éxito de público en Italia desde la misma semana del estreno, en octubre del año pasado, llevando a las salas a cinco millones de espectadores. La ópera prima como realizadora de la actriz Paola Cortellesi, Siempre habrá un mañana, retrata la vida de una esposa y madre en una barriada romana durante los tiempos de la posguerra inmediata. En las calles los soldados “americanos” reparten chocolate y el trabajo escasea. Puertas adentro, Delia (la misma Cortellesi, de visita en Buenos Aires) intenta equilibrar su trabajo como costurera con las actividades propias de una ama de casa, recibiendo los retos y humillaciones constantes de su marido, cuando no algún sonoro sopapo.
En estricto blanco y negro y con un sentido del humor típicamente italiano, la realizadora y protagonista describe las zonas más oscuras del viejo patriarcado, con ese suegro anciano encerrado en su habitación y esa hija que ya está en edad de ser casada, en lo posible con alguien de posición más acomodada. Pero hay esperanza, encarnada concretamente por ese mecánico de autos que alguna vez estuvo enamorado de ella y con quien conversa cada tanto y, en un nivel más intangible pero poderoso, gracias a las inminentes elecciones generales, de las cuales las mujeres italianas podrán participar por primera vez.
Otro de los platos fuertes de la 10° Semana de Cine Italiano es la primera proyección en el país de La conversión, el nuevo largometraje del veterano cineasta Marco Bellocchio, que a casi seis décadas del estreno de su polémico debut I pugni in tasca y con 84 años de edad, sigue más activo y creativo que nunca. El título original del film, Rapito, es mucho más directo que el local, ya que la historia –basada en hechos reales ocurridos a mediados del siglo XIX, poco antes del Risorgimento– recrea el “rapto” de un niño judío de seis años que, luego de ser “bautizado” por su niñera, es quitado del seno de la familia y entregado en Roma a una escuela de futuros sacerdotes, transformándose en el camino en el favorito del mismísimo Papa Pío IX.
A lo largo de poco más de dos horas intensas, La conversión describe la incansable pero fatigosa lucha de la familia para recuperar a su hijo, como así también la lucha interior del joven protagonista, zarandeado entre el linaje familiar y la nueva fe adoptada luego de años de estudios y prácticas. Si el tema de la religión (y la relación madre-hijo) atraviesa una porción nada menor de la filmografía del director de El diablo en el cuerpo y La hora de la religión, su última película es una de las más abiertamente críticas a la institución de la Iglesia Católica.
Si se habla de cineastas con trayectoria y renombre, el de Nanni Moretti es sin duda uno de los más relevantes del cine italiano de las últimas cinco décadas. El responsable de títulos recordados como Palombella rosa, Caro Diario y La habitación del hijo presentó el año pasado en el Festival de Cannes Il sol dell'avvenire (rebautizada en la Argentina como Lo mejor está por venir), en la cual vuelve a ponerse al frente del reparto como una suerte de alter ego propio y muy personal. Giovanni, casado con quien es su eterna productora (Margherita Buy), está en pleno rodaje de un film histórico cuya historia transcurre en un barrio proletario de Roma visitado por un famoso circo llegado de Budapest. No casualmente, la historia de la película dentro de la película transcurre en 1956, durante los días de la revolución húngara y posterior represión del ejército soviético.
Jugando constantemente con la realidad, la ficción, el arte y la política, Moretti –acompañado en el reparto por Mathieu Amalric, Barbora Bobulova y Silvio Orlando– se permite reflexionar sobre el socialismo de ayer y el de hoy, las dificultades de hacer cine de autor en el siglo XXI (hay una divertida secuencia en la cual Giovanni se reúne con referentes de la plataforma de streaming que empieza con la letra N) y el choque frontal del ego con los vínculos familiares y sentimentales.
El cuarto largometraje de la idiosincrática realizadora Alice Rohrwacher también será de la partida de la Semana de Cine Italiano, y el lanzamiento comercial de La Chimera no está garantizado, por lo que será una ocasión probablemente única de verla en la gran pantalla. Cinco años después de la estupenda Lazzaro felice, Rohrwacher encuentra en el actor británico Josh O’Connor al intérprete ideal para encarnar a Arthur, un hombre que sale de prisión y regresa de inmediato al pueblo de la Toscana donde dejó a su novia.
Corren los años 80 y, a poco de comenzado el film, el espectador comienza a conocer el particular oficio de Arthur y sus compinches: se trata de tombarolis, especialistas en el arte de descubrir y profanar tumbas antiquísimas que suelen esconder valiosas reliquias en la forma de monedas, estatuas y vasijas. Rodada en formato analógico, elección recurrente de la directora de Corpo celeste y el mediometraje nominado al Oscar Le pupille, La Chimera vuelve a correrse de los mandamientos del cine narrativamente más convencional, ansiando desde lo formal la misma libertad que parece anhelar su protagonista.
Brando de Sica, nieto del legendario actor y cineasta italiano Vittorio de Sica, otro de los invitados por los organizadores de la Semana, configura en Mimì – El príncipe de las tinieblas un particular híbrido del cine de género fantástico con la fábula realista. Como le ocurría al protagonista de Martin, el amante del terror, de George A. Romero, Mimì, el pizzero de un pequeño local de comida especializado en esas masas redondas con tomate y queso mozzarella, está convencido de ser un auténtico vampiro. Pero antes de que eso ocurra el retraído muchacho, cuyos pies muestran una evidente deformación de nacimiento, conoce a una muchacha dark amante de los chupasangre. Con un estilo que homenajea ostentosamente el cine de terror de los años 80 y una evidente raigambre en los relatos de bellas y bestias, de Sica crea un romance estilizado que, durante los últimos tramos, se transforma en un festín gore con varios litros de sangre derramada.
La directora Laura Luchetti también será de la partida de visitantes, acompañando las proyecciones de su última creación, La bella estate, basada muy libremente en la nouvelle homónima de Cesare Pavese. En la versión cinematográfica, Ginia (Yile Yara Vianello, quien también aparece en pantalla en La Chimera) es una joven llegada desde el campo a la gran ciudad que comienza a dar sus primeros pasos en la carrera de modista. Una tarde de descanso conoce a una muchacha llamada Amelia (la modelo y actriz Deva Cassel, hija de Monica Bellucci y Vincent Cassel) que posa desnuda para artistas, el comienzo de una relación abrasadora y fulgurante. El de Lucchetti es un coming-of-age de época, el retrato de una mujer joven que, por primera vez en la vida, comienza a conocer las pasiones y desencantos del amor y el deseo, con el trasfondo de la Italia fascista en los años previos a la Segunda Guerra Mundial.
Confirmando la diversa oferta de relatos cinematográficos, la Semana de Cine Italiano ofrece además en su décima selección Fuegos artificiales (Stranizza d'amuri), el debut detrás de las cámaras del actor Giuseppe Fiorello, la historia de dos muchachos que comienzan a enamorarse en la Sicilia de 1982, mientras el resto de la sociedad observa con atención el desarrollo del Mundial de fútbol. En ningún lado (Invelle) es el primer largometraje del experimentado cortometrajista Simone Massi, especializado en el cine de animación, una trilogía de relatos de niños campesinos en distintos momentos del siglo XX. El particular estilo de dibujos a mano animados cuadro a cuadro ofrece un magnífico contrapunto al estilo homogéneo de animación industrial. Te lo dije (Te l'avevo detto), de la británico-italiana Ginevra Elkann, Un domingo sin fin (Una sterminata domenica), dirigida por Alain Parroni, Misericordia, de Emma Dante, y Enea, de Pietro Castellito, completan la docena de títulos para paladear.
* 10° Semana de Cine Italiano. Del jueves 4 al miércoles 10 de abril, Cinépolis Recoleta. Programación completa, días y horarios en su página de Facebook. Venta de entradas en el sitio de Cinépolis.