Un lunes más, en el epicentro de San Fernando, Provincia de Buenos Aires, levanta sus persianas de metal el pequeño local en la calle Chacabuco. Alejandra, la jefa de cocina, dispone tareas para todas mientras termina de decorar con pulso quirúrgico una causa limeña: “Es que hoy es el cumple de Mili y quería que todas le festejemos, todas van a probar la Causa”. Adriana, Giuli, Ana y Julián mientras charlan y se ponen al día, prenden anafes, descongelan pollos, separan lentejas, arroz, y lavan las verduras para picar. “San Martín fue a Perú y dijo ‘Viva la causa’, y pensaron que era por la comida que le habían convidado y de ahí que le quedó la causa limeña”. Comienza la acción: el menú de hoy es guiso de lentejas.

El comedor “Sueños diversos” está conformado principalmente por ocho mujeres trans. Alejandra y Adriana son las chefs, asistidas por Yuliana, Sofia, Daiana, Mañuca y Milena. Se suma Julián, un varon trans que ha sido apodado como -el papi papi- dentro del mismo comedor y jóvenes que colaboran en la logística.

“Acá la cosa es tratar de ayudar a la gente en situación de calle porque nadie sabe siempre un plato de comida cuánto hace falta” dice Adriana. Alejandra responde: “Nos motiva que hay mucha gente necesitada que está pasando hambre, y mientras una le pueda brindar un plato de comida y nos de la salud, lo vamos a hacer siempre. Yo cuando los veo con un platito de comida me siento feliz

Este espacio, que se inscribe en el proyecto “Argentina Humana” de Juan Grabois, tiene particularidades que lo vuelven singular incluso entre los dispositivos de ayuda social. La grupalidad que lo compone y lo sostiene es de identidad travesti-trans y eso es lo fundamental, porque implica una doble tarea social: por un lado el sostenimiento de un comedor popular y la responsabilidad con sus comensales, pero por el otro y no menos importante también, es que se vuelve un espacio de contención, identificación y reflexión sobre las realidades de una comunidad LGTTBNB+ que está siendo brutalmente hostigada.

Queremos que las señoras del barrio sepan que tenemos un corazón y que lo brindamos a quienes lo necesitan, que nos vean como somos. A veces el hecho de ser trans hace que nos miren como si fuéramos un bicho. Venimos a decirles… miren, tenemos sangre en las venas y un corazón que nos late como a todos y nos duele como a todos esto que está pasando… Además hay muchas compañeras que están perdidas y este lugar les da sentido, las ayuda”, cuenta Alejandra mientras deja de revolver la salsa por unos segundos para frotarse los ojos.

Por su parte Julián agrega: “Venir acá los lunes es lo mejor que me puede pasar, siempre hay un mate, alegría y me da mucho orgullo vernos y verlas. A veces venimos bastante golpeados por la vida y ver la fuerza que nace y que volcamos en esta actividad para mí es lo más puro y solidario que puede nacer del corazón de una persona. Siento que este proyecto es muy poderoso, San Fernando es un espacio tradicionalmente muy católico muy conservador y de repente salimos a la plaza del centro, un grupo de trans y travestis, donde la gente nos ve, se acerca y nos preguntan de dónde somos y agradecen.”

“Este comedor es de la diversidad, se llama así por el orgullo que nos da ser quienes somos y sabemos que como acto político es poderoso”, continúa Adriana. La visibilidad es uno de los ejes de Sueños Diversos. Ocho travestis paradas en una Plaza, en articulación con la Iglesia del barrio, todos los lunes, entregan viandas a largas filas de personas. Ciertamente es una imagen que no pasa desapercibida, más bien, podríamos decir que es una postal de cómo se crean las tramas sociales que componen una comunidad y cómo se fortalecen en tiempos difíciles. Trabajando codo a codo con la Iglesia, chicas trans y curas, abren bañearios, reparten comida y atienden con un enorme calidez a quienes llegan.

Según las últimas mediciones del INDEC y del Obs. de Deuda Social en Argentina, las cifras fueron alarmantes: 41,7% de pobreza y un 62,9% de pobreza infantil. Entre otros datos también se reveló que el 11% de infantes y adolescentes del país comen en comedores comunitarios. Son aproximadamente 27 millones los argentinos y argentinas que se encuentran bajo la línea de pobreza y con déficit nutricional. 

El rol de comedores comunitarios y merenderos ha sido fundamental para el sostén de los hogares en el que al menos podían recurrir para una comida o merienda diaria. Al día de hoy, tras la decisión política de la ministra Sandra Pettovello de no ejecutar las partidas presupuestarias para la compra de alimentos, son más de 44.000 comedores y merenderos que se encuentran desfinanciados y no reciben ningún tipo de ayuda para conseguir mercadería.

“La situación es cada vez más dura, está todo terriblemente caro y todo el tiempo tenemos que estar pensando cómo podemos hacer o quién nos puede ayudar. A veces nos donan desde algunas municipalidades arroz o fideos pero todo lo demás lo hacemos a pulmón. Para comprar carne, pollo o las cosas más caras, vendemos rifas, o hacemos una pollada y con eso juntamos para comprar. Pasa que antes venían personas en situación de calle pero ahora vienen familias enteras, con tuppers y se llevan una o dos raciones para la semana porque nos cuentan que si no no comen. Nos desespera quedarnos sin nada para darles”, cuenta Alejandra

Adriana por su parte comienza a reírse al recordar la anécdota en la que el abuelo de una compañera les donó unos cuantos kilos de carne “ahí nomás nos pusimos a empanar y terminamos haciendo como 150 milanesas, la gente no lo podía creer cuando las veía”. Recuerdan también el 29, que fue de ñoquis con Bolognesa y cuando vino Claudio a dar un taller de pastas y les enseñó la técnica. Sin duda, la anécdota preferida fue la de esta última navidad en la que armaron en la Plaza una gran fiesta popular con comida para todes.

“Hacemos un esfuerzo enorme para que la comida sea cada vez mejor, y no sabés cuánto nos agradecen los que vienen. Nos dicen que es la mejor comida del barrio, que están acostumbrados a que les den algo así nomás, agua con arroz caliente y listo. Nosotras hasta le ponemos nuestro toque peruano”.

Al tiempo que crece la necesidad y la urgencia, el hambre y la ausencia del Estado, proyectos como Sueños Diversos demuestran que también crece la empatía, la solidaridad y la capacidad de organización frente a la adversidad. Hay un “sueño” colectivo como motor.

“Cada vez que vengo me imagino el día en que pueda abrir las puertas y sentirme orgullosa de tener un comedor con mesas, con sillas, vasos, lugar para bañarse para la gente de la calle y aunque estemos viejitas seguir sirviendo la viandita” se despide Adri, mientras sale con la olla camino a la Plaza

Yuli, que la sigue, concluye: “Mi sueño es como el de mis compañeras, que las personas de la calle sientan que las acompañamos, que nosotras soñamos con que estén cómodas, con que tengan un lugar. No encuentro un sueño propio, es más bien colectivo. Llegué hace poco de Perú donde las cosas están mal, y apenas crucé la puerta me sentí acompañada, en familia. No me quise ir más y hoy luchamos todas juntas por cambiarle aunque sea un poquito la vida a quienes más lo necesitan”.

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