Gabriel Rivano presenta un nuevo disco. Invernal se llama, y tiene en el tango su médula expresiva. El dato no debería llamar la atención, tratándose de un bandoneonista y compositor. Pero en este caso se percibe que el músico inquieto, viajero abierto a nuevas experiencias y experimentado conciliador de diferencias, propone una sutil forma de regreso, acaso para desde allí partir de nuevo. “No se si es tan así. Es cierto que en mis discos siempre aparecen otras cosas, como el folklore, por ejemplo, pero este salió muy urbano”, aclara Rivano en el inicio de la charla con Página/12

Invernal tiene mucho tango, pero también un poco de jazz, algo de música brasilera. Creo que de todos modos mantengo una línea compositiva y más allá de los detalles, lo que lo une a mis discos anteriores es la búsqueda de un equilibrio entre el rigor de los arreglos y los imprevistos de la ejecución, una tensión que siempre es fructífera”, agrega el músico.

Por lo pronto, Invernal, que ya navega en las plataformas, tendrá dos presentaciones en Buenos Aires, que sin ser distintas no serán iguales. La primera –“en formato camarístico”, detalla la gacetilla– será el jueves 4, a las 22.30 en Hasta Trilce (Maza 177). Con Rivano estarán Sebastián Jakimczuk (piano), Diego Suárez (flautas), Fabrizio Zanella (violín) y Carlos Vega (contrabajo). La segunda –“en formato jazzístico”–, será el miércoles 8 de mayo en Bebop Club (Uriarte 1658), junto a Abel Rogantini (piano), Fernando Galimany (contrabajo), Leandro Savelón (batería) y Diego Suárez (flautas), además del violonchelista Patricio Villarejo como invitado.

“Le había perdido el gusto a grabar discos, hasta que en 2022 salió Tango feliz, un trabajo que me hizo mucho bien en este sentido”, detalla Rivano. El disco anterior a Tango feliz había sido Tangos nuevos, de 2009. En el medio, hubo para el músico un período de reflexión ante las nuevas circunstancias para la circulación de la música, que lo tuvo empeñado sobre todo en la composición y en las presentaciones en vivo, en Europa y Argentina, con variadas formaciones. “Estuve mucho tiempo sin grabar. Con las transformaciones en los formatos y en el mercado le había perdido el gusto a hacer discos. Desde Tango feliz me propuse hacer un disco al año, sobre todo porque tengo mucha música compuesta. En ese camino, fui pensando en armar Invernal”, asegura el bandoneonista.

Más allá de las fusiones entre géneros y estilos, para la sensibilidad de Rivano es importante la circunstancia. “En 2022 me llamó ‘Pato’ Villarejo para grabar en un estudio de Almagro, que quedaba metido en un callejón medio oscuro. Ese ambiente me resultó muy sugestivo, porque de alguna manera tenía que ver con cómo sonaba lo que estábamos grabando. Yo recién llegaba de Europa y de pronto fue como volver al barrio. De ahí me quedaron las ganas de hacer un disco con cuerdas, además de flauta y piano y terminó de definirse Invernal”, cuenta Rivano. Al tema que da nombre al disco, el 15º de su producción personal, se fueron sumando la clara cantilena de “Ayer y hoy”, el aliento carioca de “Mimí” y formas varias del tango y sus tangentes, expresadas a través de “Un día después”, “Setember rain” y “Fallen angel”, entre otros temas del propio Rivano.

“Mi historia está ligada al tango, aunque no dejo de buscar las tangentes para entrar y salir de ese centro”, asegura Rivano, nieto de Adolfo Pérez, “Pocholo”, bandoneonista y compositor de la guardia vieja y autor del vals “Gritos del alma”, entre otras cosas. “Yo heredé el bandoneón de mi abuelo, un tipo que tuvo su propia orquesta, con la que estuvo muy ligado a grandes compositores de su época. Ya él componía cosas muy variadas, como tocaban aquellas orquestas. Tenía valses, foxtrots y por supuesto tango”, recuerda Rivano. “Ese gusto por la variedad ya estaba en las orquestas antiguas y lo llevo en la sangre”, continua el músico y agrega: “Pertenezco a una generación atravesada por la música progresiva, que por supuesto me cautivó en su momento, pero el tango fue la primera música que escuché. Mi viejo me contaba que a la noche, para que me durmiera, me mecían con alguno de los dos discos que había en casa. Uno de Di Sarli y el otro de folklore”.

Rivano se formó con bandoneonistas como Daniel Binelli, Rodolfo Daluisio, Rodolfo Mederos y también Alejandro Barletta, legendario cultor de la música clásica en su instrumento. “Todos los maestros me influyeron, pero recuerdo con particular afecto a Barletta”, señala Rivano. “Fue muy importante estudiar con él, porque no solo me desarrolló en el repertorio clásico. Barletta había puesto a punto una técnica propia, de notas largas y me transmitió una estética diferente, que hacía particular hincapié en la búsqueda del sonido”, agrega el músico, que entre la orquesta de Rodolfo Pansera, el grupo de Hermeto Pascoal y músicos como Gustavo Beytelmann, Jaime Torres y Antonio Agri terminó de forjar un imaginario sonoro personal. “Tuve la suerte de conocer músicos importantes, de los que aprendí mucho, pude viajar y hacer músicas variadas y conocer otras realidades. Por eso, cuando compongo, la música me invade y no me deja tiempo para decir qué hacer. Después analizo lo que hice y ahí puedo pensar, a ordenar. Y el tango está siempre. No es que ‘busco’ hacer tango, el tango me busca a mí”, asegura.

Después de las presentaciones de Invernal en Buenos Aires, Rivano regresará a Europa para hacer una serie de conciertos de bandoneón solo y grabar un disco para el sello alemán K&K. Distintas situaciones y distintas formaciones para una búsqueda que es siempre la misma: una música actual, rica en matices y accesible al oyente. “Tocar con distintas formaciones es como ponerse un traje distinto sin dejar de ser uno mismo”, concluye.