Hemshej 7 puntos
Argentina/Polonia, 2023
Dirección y guion: Julieta Lande
Duración: 71 minutos
Intérpretes: Pablo Lande, Moty Lande, Nomi Lande, Celia Marder, Dan Lande, Carina Lion, Ariel Waldman, Sebastián Waldman, Mora Waldman.
Estreno: Disponible en salas.
Hemshej, ópera prima de la argentina Julieta Lande, se enmarca dentro del cine del yo, todo un subgénero del documental en el que los cineastas construyen un relato partiendo de interrogantes personales, a los que les buscarán respuestas bajando por las ramas de su árbol genealógico. Esta clase de exploraciones se volvieron muy populares en el cine argentino del siglo XXI, con precursores como Andrés Di Tella (La TV y yo, 2002) o Albertina Carri (Los rubios, 2003), y que luego transitaron directores como Gastón Solnicki, Mariano Llinás, Agustina Comedi y Natalia Garayalde, entre otros. En sus mejores exponentes, estos recorridos suelen comenzar con el director haciéndose preguntas frente al espejo del cine. Pero de forma inevitable acaban desbordando lo estrictamente personal y familiar, para terminar desaguando en otros asuntos de trascendencia histórica y/o universal. Hemshej cumple con cada uno de los pasos de esa secuencia.
Lande forma parte de la generación más joven de una familia de inmigrantes judíos que, como tantas, llegaron a la Argentina escapando del antisemitismo europeo y del régimen nazi. Pero una vez instalados en Buenos Aires, una parte de esa historia de supervivencia empezó a volverse invisible dentro del relato familiar, hasta casi desaparecer. Lande va construyendo su película a partir de dos recursos, que son paradigmáticos en este tipo de documentales. Por un lado, elementos provenientes del archivo familiar, como cartas, fotografías, videos, libros y hasta cassettes de audio, donde ahora viven los fantasmas del pasado. Por el otro, material producido para la ocasión, en los que la directora regresa a los lugares clave de su propia saga.
Lo que a ella le llama la atención es la forma en que su padre y su tío parecen estar desconectados de la tragedia vivida por sus propios padres, quienes huyeron de Polonia para evitar el exterminio. Uno de los momentos de mayor tensión de Hemshej tiene lugar durante el muy largo silencio que ambos hombres guardan, con sus rostros tomados en primerísimo plano, cuando Lande pregunta desde afuera del cuadro si alguna vez vieron llorar a su madre al recordar los horrores vividos. Esa falta de palabras es la que también sufre la misma directora, cuando intenta comprender el libro que su abuelo Joel escribió para recordar a las víctimas de Stock, el pueblo polaco de sus ancestros. El problema radica en que sus páginas están escritas en idish, idioma que los judíos dejaron de hablar con la fundación del Estado de Israel y que fue reemplazado por el hebreo. Lo que equivale, como dice la propia directora, a forjar una nueva identidad sobre el olvido de otra.
Son detalles como esos, que Lande enhebra con inteligencia, los que permiten que empiecen a aparecer algunas respuestas a medias. A partir de ellas puede decirse que Hemshej es una película valiente. O mejor aún, que su directora lo es, al aceptar que el desafío de hacer preguntas sobre el pasado inevitablemente pueden llevarla a rever un presente no menos complejo. Hay una frase que resume la notable experiencia de aprendizaje que Lande retrata: “Nuestra historia no comienza ni termina con nosotros. Mi historia comenzó como descendiente de sobrevivientes de la shoá y continúa como descendiente del nakba, dos palabras que significan lo mismo: catástrofe. Una en hebreo, otra en árabe”. Una mirada tan amorosa, que demuestra que para abrazar las propias raíces no se necesita negar las ajenas.