El profesor e investigador Roberto Casazza fue despedido de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM) después de 27 años sostenidos de “un trabajo profesional que juzgamos sólido, lúcido, de altísima calidad y gran valor para el país”, han planteado 1.800 docentes universitarios, bibliotecólogos y especialistas de Argentina y del mundo en una carta dirigida a la directora de la institución, Susana Soto Pérez, para que revea la decisión y reincorpore a uno de los máximos referentes latinoamericanos en bibliografías de los siglos XV al XVIII. Casazza ha trabajado en la BNMM sobre manuscritos medievales, bibliografía colonial, libros antiguos y raros, orígenes de la cultura impresa, publicaciones astronómicas y científicas de la temprana Modernidad, Antigua Librería Jesuítica, sistema de clasificación de la Biblioteca Pública de Buenos Ayres, por enumerar algunas de las tareas realizadas. Como se explicita en la carta, también desarrolló trabajos sobre colecciones fundacionales de la institución: por ejemplo, el libro de donaciones de la Biblioteca Pública, y, especialmente, la donación Manuel Belgrano.
“No sé por qué estoy entre 120 despedidos. Vengo a diario, cumplo el horario, he realizado y realizo muchísimos proyectos relevantes”, dice Casazza en diálogo con Página/12. El profesor e investigador egresó en 1992 de la carrera de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Su formación base es la filosofía antigua y medieval, y la filología clásica (griego y latín). A comienzos de 1993 se fue a estudiar a Europa. "En Londres preparé, cotejando once manuscritos de los siglos XII al XIV, la edición crítica de un texto científico medieval (el De physicis ligaturis de Costa ben Luca), y trabajé en la Biblioteca Warburg, un instituto muy particular dedicado a la cultura del Renacimiento. Al año siguiente completé allí mismo una maestría. Esa biblioteca, que por su estructura y disposición es única en el mundo, y otras en las que estudié en esos años, me enseñaron muchísimo de organización de bibliotecas, e incluso catalogué (para ganarme unas libras) la Biblioteca de la Foundation for Intellectual History”, repasa el comienzo de una extensa trayectoria.
Cuando volvió a Argentina en 1997, con 28 años, trabajó dando clases en colegios hasta que un día visitó la Biblioteca Nacional, donde escuchó al pasar que había un nuevo director, Oscar Sbarra Mitre. “Le escribí una carta ofreciéndome (¡tengo el orgullo de haber escrito su apellido con un error ortográfico, puse Ibarra Mitre, en lugar de Sbarra Mitre!), y un asesor pensó que podía servir a la gestión, me pidieron un proyecto, que escribí durante dos semanas a modo de apuesta, y me tomaron”, recuerda Casazza (Buenos Aires, 1968) cómo ingresó a la Biblioteca.
“Mi experiencia entre los anaqueles me permite ahora descubrir cosas muy relevantes sobre el pasado de nuestro país y de la institución. Por ejemplo, la investigación que hice sobre la donación Manuel Belgrano, que ofrece una mirada distinta sobre el prócer, recogiendo sus intereses económicos y científicos, fue el trampolín a otros dos proyectos fascinantes que están en curso, y que llevaba hasta mi despido con otros compañeros”, explica Casazza y comenta los dos proyectos en los que estaba trabajando: la reconstrucción del sistema de clasificación de la Biblioteca Pública de Buenos Aires (o sea, cómo estaban reunidos los libros, con qué criterios, etc.) hacia 1860 en el edificio de la Manzana de las Luces, y la edición crítica del Libro de Donaciones de la Biblioteca Pública, “uno de los pocos temas todavía no bien estudiados asociados a la Revolución de Mayo”, aclara el profesor e investigador. “Cuando Moreno crea la Biblioteca Pública pide donaciones, y esas donaciones llegan pronto de decenas de vecinos de Buenos Aires, pero también desde las provincias. Los títulos de los libros, anotados en el Libro de donaciones, un texto manuscrito encargado por Chorroarín, y que está en la Sala del Tesoro, nos ofrecen un mapa intelectual del momento. Mientras Manuel Belgrano, que había sido secretario del Consulado virreinal, donaba libros de ciencias, su hermano Domingo, eclesiástico, donaba obras de teología. Los comerciantes ingleses donaban libros que afectan sus intereses, y así sucesivamente”, resume con un entusiasmo contagioso.
El Estado es un empleador que ha precarizado sistemáticamente el trabajo de miles de empleados estatales que pertenecen a la planta transitoria. “Este es un tema espinoso, que cualquiera que está en el Estado hace tiempo lo conoce, y sabe que tiene que ver con intereses múltiples -reconoce Casazza-. He escuchado a muchos directores y delegados hablar del pase a planta permanente, pero es algo que nunca pasaba de una nebulosa discursiva, salvo en casos ínfimos en cantidad. El pasaje a planta permanente, que yo sepa, está trabado por límites legales, que ningún gobierno anterior quiso o pudo seriamente resolver”. El profesor e investigador agrega que ahora el problema salta a la vista de todos. “Desconozco los meandros y las trabas jurídicas sobre estos asuntos, pero tengo claro que es una flagrante falla del Estado (compartida por todos los partidos políticos que pasaron por el Ejecutivo), en tanto atenta además contra sus propios intereses. Por poner un número, si la mitad de los despedidos ahora hacen juicio, le saldrá al Estado mucho más caro que pagar sueldos”, analiza el profesor e investigador.
La carta en la que piden la reincorporación de Casazza ha sido “una gran bocanada de cariño y respeto hacia mí, que me reconforta y da fuerzas, más allá del despido”, confiesa, y afirma que “sienta un precedente importante para los restantes compañeros despedidos porque hay mucha gente valiosísima en la misma situación que yo”. Para el profesor e investigador lo importante es que “la sociedad señale con contundencia que cualquier medida delicada requiere una evaluación delicada”. “Si junto a las urnas se abrió al Ejecutivo la posibilidad de achicar el Estado, no se abrió sin embargo una carta franca para hacer cualquier cosa y de cualquier manera”, advierte el autor de El futuro bibliotecario. Hacia una renovación del ideal humanista en la tarea bibliotecaria y Las lecturas de Manuel Belgrano.
“No sé si voy a volver a trabajar en la Biblioteca Nacional; hoy estoy despedido”, subraya Casazza. “Me alienta pensar que si 1.800 personas, muchas de ellas muy relevantes en el mapa universitario y bibliotecario, le señalan a la nueva administración que está cometiendo un error garrafal, y que eso va a significar una pérdida para la institución, es posible que la nueva Dirección evalúe el asunto. Desde luego este es mi caso personal, pero hay muchas otras personas despedidas”. En cuanto a su horizonte laboral, se imagina gastando “buena parte de los pocos ahorros” que tiene para seguir sosteniendo a su familia, con tres hijos chicos, y buscando nuevos horizontes laborales. “Un despido laboral es algo que puede ocurrir en la vida y a veces duele mucho, pero una cosa es que uno reciba una indemnización por los años trabajados, y otra que lo enfrente sin un centavo de amortiguación, cayendo de inmediato en el abismo. Aquí no hay indemnización alguna; el Estado nos ha dejado en pelotas. Sé que hay muchas situaciones muy dramáticas de compañeros que dentro de 30 días no podrán enfrentar los gastos más elementales. Ojalá se revierta y podamos compartir todos una biblioteca ocupada en lo más relevante que tenemos, el cuidado del Lector”.