La maestra le acerca al niño de 7 años una caja con un cartel: “¿Qué hace única a esta persona?”. El chico se muerde los labios y la abre, nervioso por lo que va a encontrar. Se sorprende al ver un espejo en el que se mira la cara, acompañado de una guirnalda de luces azules y pequeñas que lo encandila. La docente se lleva el dedo índice a la boca para que no le revele el secreto a sus compañeros y compañeras. “Esta persona hace reír”, responde el niño en voz baja y le pasa la caja al de al lado.
La escena fue parte de una secuencia didáctica en torno a la identidad en una escuela de San Fernando, provincia de Buenos Aires. Lo que siguió fue un siluetazo: se le entregó a cada estudiante una figura con un nombre y la fecha de su desaparición, luego de haber recuperado lo acontecido en la última dictadura cívico-militar. Les niñes la colorearon e imaginaron cómo sería esa persona, de qué cuadro sería hincha, qué ropa o colores le gustaría, si tendría o no hijos, los miedos que sentiría. Sus docentes llevaron las producciones el 24 de marzo a la Plaza de Mayo y las pegaron en las paredes de la calle. También les preguntaron a quienes marchaban qué les parecían los trabajos e hicieron un video para compartir las devoluciones con el grupo.
¿Será este tipo de actividades en las que piensa el gobierno nacional cuando propone penar el “adoctrinamiento escolar”? El jueves, el vocero presidencial, Manuel Adorni, anunció que el Ejecutivo enviará un proyecto de ley al Congreso para modificar la Ley de Educación Nacional con esa búsqueda. Se trata de los artículos 11 y 126: el primero apunta a los objetivos de la política educativa, mientras que el segundo alude a los derechos de alumnos y alumnas. A su vez, el Ministerio de Capital Humano abrirá un canal para que las familias denuncien situaciones de “actividad política” o aquellas que “no respeten la libertad de expresión” ni “el derecho a educarse”.
“En nuestra escuela siempre trabajamos desde la educación popular, la pedagogía de la memoria y los derechos humanos, pero en este contexto de negacionismo y violencia, donde se vuelven a poner en discusión debates que creíamos saldados, hicimos el ejercicio de preguntarnos qué era importante trabajar este año. Entonces, pensamos en nuestro recorrido como militantes, cuándo nos acercamos a la plaza por primera vez, cuándo el 24 se convirtió en una fecha innegociable. Y ahí nos dimos cuenta que tenía bastante que ver con el sentir, además de comprender la historia. A nosotros nos atravesó porque nos conmovió, entonces reflexionamos sobre cómo podíamos generar eso en los pibes”, relata Bárbara, maestra a cargo de la actividad de la escuela de San Fernando, a Las12.
El dilema es didáctico, pero también político: ¿qué tendrá la suficiente potencia para movilizar a las nuevas generaciones desde su presente y hacer de la memoria un ejercicio que valga la pena? ¿Cómo generar nuevos anudamientos y sentires sobre una historia colectiva en una época que mide la vida en términos de costos y beneficios personales? ¿Cómo discutir las acusaciones de “lavado de cerebro” del gobierno libertario y una buena parte de la opinión pública?
En una escuela privada del barrio porteño de Colegiales, un grupo de docentes se hicieron algunas de esas preguntas, y produjeron un podcast llamado “Grabado en la memoria”, a cargo de estudiantes de séptimo grado de primaria y varios cursos de secundaria. El proyecto consiste en entrevistas en un estudio de radio a Madres de Plaza de Mayo, hijos y nietos restituidos, activistas por los derechos humanos de escuelas y clubes. “Los testimonios orales en primera persona generan una cercanía con los estudiantes que les permite vislumbrar y recuperar, con sensibilidad, qué trazos dejó la dictadura en la vida de personas concretas hasta el día de hoy. Ponerles nombre, cara, voz”, indican.
Tanto el derecho a la identidad como el respeto por la democracia forman parte de los contenidos curriculares del nivel primario y secundario de las distintas jurisdicciones. Asimismo, están contemplados hasta el día de hoy en los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios (NAP), que constituyen una base común para la enseñanza en todo el país, establecida a partir de los acuerdos entre el Ministerio Nacional y las jurisdicciones, alcanzados en el Consejo Federal de Educación.
Propuestas como las de estas escuelas no sólo recuperan la memoria de los 30 mil desaparecidos, y, con la de ellos, la de todo un pueblo; también les permiten a los y las estudiantes reflexionar sobre los aspectos que los hacen ser quiénes son, por qué la identidad es un derecho humano elemental y cuál es la importancia de cuidar la vida democrática. Se trata de aprendizajes que se explican por las cientos de experiencias gestadas al calor de la creatividad y el compromiso de los maestros y las maestras argentinas, ahora estigmatizadas oficialmente por el gobierno.
La persecución avanza
El video se hizo viral hace pocos días en redes sociales y fue retomado por Adorni como ejemplo de adoctrinamiento escolar. En Verónica, partido de Punta de Indio, provincia de Buenos Aires, excombatientes de Malvinas que eran homenajeados en una escuela se retiraron enojados por el discurso de una profesora, secretaria de Suteba de esa localidad. ¿Cuál fue el motivo de la ofensa? La alusión al rol de los medios, que convencieron a la sociedad de que “ir a la guerra estaba bien”, y la mención a los detenidos-desaparecidos. Una mujer se levantó de su silla y gritó: “Los combatientes murieron estando ahí y vos hablando de política. No es el día, no es el momento”.
Aunque los diseños curriculares permanezcan y sean una herramienta fundamental de lxs trabajadorxs de la educación para defender su propia tarea, hay nuevos vientos, innegables, que preocupan hace rato en los pasillos de las escuelas. Manuel Becerra, profesor de Historia en escuelas públicas, lo sintetiza de esta forma en un artículo del sitio educativo Gloria y Loor: “Hace algunos años los docentes que participamos más o menos activamente de alguna actividad vinculada a la Memoria, la Verdad y la Justicia tenemos la sensación de que sabemos cómo empieza la actividad, pero no tenemos idea cómo puede llegar a terminar. Filmaciones clandestinas, familias especialmente vigilantes de que la escuela no se aparte un milímetro de los valores enseñados en casa, adolescentes tomados por el terraplanismo libertario gritón enmarcan los ritos escolares de un aire asfixiante”. Según el docente, el gobierno no necesita ninguna nueva ley, ya que “esa guerra está planteada y en curso hace tiempo” y lo que busca es fomentar ese “clima irrespirable en las escuelas, incluso con viralización y escraches”.
Hace años que el presidente de la Nación denuncia a la escuela como un centro de adoctrinamiento: “La educación pública es una maquinaria que lava cerebros y que forma a la gente en valores socialistas cuyos valores de fondo son el odio, el resentimiento, el trato desigual frente a la ley, el robo”, opinó en una entrevista en LN+. En el inicio del ciclo lectivo de este marzo volvió a su secundaria, el Colegio Cardenal Copello de Devoto, y sostuvo esa línea.
Gonzalo es profesor de Historia en escuelas privadas de Vicente López hace cuatro años. “Fue la primera vez que sentí que podía caer algún reclamo. Los discursos negacionistas, apologistas y anti-derechos están respaldados por cierta parte de la opinión pública y la postura institucional, entonces los pibes se animan a decir cosas que antes no”, dice a Las12. En ese sentido, varias docentes revelan que este mes apareció más que en otras oportunidades la pregunta por el número de los 30 mil y sobre lo que “realmente” ocurrió, en sintonía con el video presidencial en torno a la “memoria completa” publicado el 24 de marzo.
“Mis alumnos tienen la idea de que la cifra es falsa, entonces toda la dictadura podría serlo. Ahí es cuando los invito a pensar si sería menos terrible descubrir que fueron 8955 casos. En ese momento comprenden que la cifra no es el problema de fondo. Con lograr desbaratar ese argumento ‘libertario’ me conformo”, cuenta a Las12 Carlos, profesor de Historia en una secundaria de Rosario.
En un conocido cruce televisivo con Darío Lopérfido, ex ministro de Cultura de CABA, el escritor y profesor universitario Martín Kohan ilustró que la cifra de 30 mil es abierta en tanto interpelación al Estado y exigencia de respuesta. “No tenemos muertos, tenemos desaparecidos, no hubo cuerpos, los seguimos buscando. La cifra es abierta porque el Estado reprimió de manera clandestina e ilegal, sustrajo los cuerpos y no dio información, no solo porque ‘no sabemos’”, señaló.
La semana pasada circuló otra explicación del escritor en un video de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Esta vez, en relación al adoctrinamiento: “Para que funcione, hacen falta dos elementos: uno, la palabra autoritaria del docente. De ninguna manera justifica una caracterización general del estado de cosas de la educación argentina presuponer que todos los docentes son autoritarios. Lo segundo es que la cabeza del estudiante esté lo suficientemente hueca como para recepcionar pasivamente lo que dice el docente. Ninguna de esas dos cosas ocurre”.
Mientras que la doctrina —o “bajada de línea”— clausura, la enseñanza escolar busca generar aperturas. Las confrontaciones y las dudas se abren paso entre los bancos para encontrar frente al pizarrón respuestas con fundamentaciones científicas, fuentes legítimas o nuevos interrogantes. La escuela, una vez más, demuestra que la construcción del conocimiento requiere de tiempos más largos que los que priman en el vocerío rabioso de Twitter o TikTok.
Sin embargo, la encrucijada no es solo semántica. Lxs docentes se topan con obstáculos para enseñar contenidos que se han vuelto controversiales. Estas situaciones pueden generar mecanismos de autocensura por temor a represalias, o precauciones nuevas que agobian una tarea ya de por sí desgastante. A una maestra de una escuela privada y católica del barrio de Saavedra, los directivos no la dejaron usar fotocopias con el dibujo de los pañuelos blancos porque “estaba haciendo política”. En otra similar en Martínez, conurbano norte, las familias se quejaron porque los niños y niñas iban a cantar “Pañuelito blanco” de Canticuénticos, según cuenta Naomi, profesora de Inglés. No tuvo mayor suerte Federico, encargado de Pastoral en una secundaria de Almagro, CABA, que cerró el discurso del acto afirmando que fue un genocidio y que fueron 30 mil, mientras alzaba, también, un pañuelo blanco con la frase “Nunca más”. Por este hecho, los directores recibieron correos con quejas de madres y padres.
Pero esa misma semana, varios adolescentes de la escuela del podcast de Colegiales, volvieron a sus casas y googlearon dónde está la estación de subte Rodolfo Walsh. Porque hubo una profesora que les leyó fragmentos de la Carta Abierta a la Junta Militar en voz alta, con el corazón en la boca, y les preguntó si imaginaban el valor de publicarla en medio del terror. Y aunque tal vez no lograran dimensionarlo, se fueron a dormir bajo el eco de esas últimas palabras: “Sin la esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido…”.