Según el último parte epidemiológico, el dengue ya causó 129 fallecimientos y, al menos, 180 mil contagios. Empujado por el cambio climático y la capacidad adaptativa del mosquito, este brote se ubica como el más virulento de la historia. Para colmo, la inacción del gobierno empeora las cosas: a la falta de repelentes, se suma la negativa al armado de una campaña de vacunación gratuita y la prácticamente nula difusión pública de las medidas de prevención. La articulación nación-provincias también llega con retraso; de hecho, recién la semana pasada la mayoría de las autoridades sanitarias del interior pudieron conocer personalmente a Mario Russo, el titular de Salud en todo el país. En este marco, ¿qué respuestas podría dar el Estado y cuáles podría dar el mercado?
Desde su asunción, el gobierno de Milei busca reducir el Estado a su máxima expresión y en medio de una epidemia esa situación se traduce en un conflicto a varios niveles. Para Juan Manuel Carballeda, virólogo del Conicet, se requiere de su presencia en frentes diversos. “Para hablar de esta enfermedad que es transmitida por un mosquito domiciliario, se necesita de una fuerte campaña para descacharrar sobre todo en los meses de frío, porque es el mejor momento para sacarnos de encima los huevos”. Y luego continúa: “Parece una locura decirlo pero también se necesita la presencia estatal para facilitar el acceso al repelente. Si desregulás el mercado y disolvés la Anlap (Agencia Nacional de Laboratorios Públicos), es obvio que faltarán insumos y eso es tremendo. En la epidemia más grande la historia, no hay repelente para mosquitos”.
Basta con ir a las góndolas de un supermercado, o bien, a un almacén de barrio para notar las dificultades del mercado para atender un problema de salud pública como el dengue. Son contados los comercios que tienen repelente, por lo tanto, aquellos usuarios que los consiguen lo hacen a precios exorbitantes. Es decir, de la mano del desabastecimiento llegan los sobreprecios. Así --como bien detalla esta nota-- el mercado siempre se regula para el mismo lado: quienes pueden pagar se salvan.
A su turno, el virólogo del Conicet Mario Lozano comenta: “Es fundamental que el Estado esté presente para atender a las enfermedades endémicas. Los Estados tienen un rol social de ataque del problema con aspectos colectivos y culturales en los que las personas deben aprender pautas de convivencia y medidas preventivas. Y en esto es central la campaña mediática”. Después continúa: “Hay otro rol que es más productivo, vinculado al diseño de métodos de diagnóstico, el desarrollo de tratamiento y vacunas. En este sentido, los Estados pueden asumirse como productores, y diseñar sus propias vacunas, o bien, sus propios repelentes”.
Asimismo, cierra su razonamiento, el Estado puede actuar como regulador. “En Argentina, con el brote que tenemos, tiene la obligación de regular la forma en que todos estos instrumentos llegan a la mayor cantidad de gente posible. Mientras dejemos a una sola persona sin atender, le damos tiempo al virus para circular, multiplicarse, generar variantes y nuevas infecciones”, expresa Lozano.
Otros caminos posibles
Ante la falta de repelentes aprobados por las sociedades médicas y entes regulatorios, afloran las soluciones caseras. Están las que combinan esencia de vainilla, agua y alcohol; las que recurren a lavanda, eucalipto y canela; o bien, las que emplean shampoo como ingrediente mágico para repeler a los bichos alados. También se volvió popular la quema de los maples de huevos; tanto que, para preservar este insumo, algunas verdulerías comercializan los huevos en bolsa. Ni mencionar las brigadas de vecinos que se ponen de acuerdo para compartir los recursos escasos y para instar al resto de la comunidad a respetar las medidas de prevención vinculadas con el descacharreo.
Ante la falta de repelentes, una respuesta natural que hilvanaría el mercado tendría que ver con la importación de repelentes. Esto es: si el producto no está disponible, será necesario ir a buscarlo a otras latitudes. Sin embargo, esta opción no es viable por estos días; en efecto, Russo aseguró que recién podría regularizarse la situación en dos semanas.
Incluso, también se podría pensar en un Estado presente que recurra a nuevas estrategias de solución al problema, atendiendo a la evidencia científica. Carballeda refiere al método innovador que se está poniendo a prueba en Brasil, el otro país que junto a Paraguay concentra la mayoría de casos en América. “Casi todo el territorio brasileño tiene temperaturas adecuadas para que el mosquito sobreviva todo el año y ellos están empezando a usar wolbachia. Es una bacteria que no nos hace nada a los seres humanos, pero si los mosquitos la tienen dejan de transmitir la enfermedad. El virus no circula en los Aedes aegypti que tienen wolbachia”. No obstante, este punto tampoco es factible en territorio local, pues ya se sabe lo que la gestión actual piensa de los científicos y de la evidencia que proveen.
Para hallar un ejemplo virtuoso, no obstante, no hace falta atravesar la frontera nacional. La provincia de Buenos Aires apuesta a la producción pública de medicamentos y junto al Instituto Biológico Tomás Perón desarrolla y distribuye loción repelente de manera gratuita en áreas con poblaciones más comprometidas. En esta línea, desde la cartera sanitaria bonaerense buscan diferenciarse por la positiva de la gestión nacional, al tiempo que refuerzan las críticas. Como apunta el ministro Nicolás Kreplak, el espacio que gestiona Russo no financió “promotores de salud para fortalecer el trabajo territorial en los municipios y las provincias"; no hizo “una campaña municipal para explicar cómo se previene el dengue, cómo son sus fases y cómo se puede acudir para reducir el riesgo de dengue grave"; ni mucho menos trabajó “en la previsión de reactivos para hacer diagnósticos en las provincias".
El coronavirus ha exhibido que aquellas naciones con un Estado presente combatieron de manera más eficaz y se recuperaron más rápido de los efectos de la pandemia; mientras que aquellos países comandados por líderes negacionistas se llevaron la peor parte. Lo cierto es que los problemas de salud pública como son las pandemias o las epidemias deben ser resueltos, naturalmente, a partir de acciones públicas porque, en teoría, son las que garantizan el beneficio de las mayorías. Así lo sintetiza Lozano: “El mercado tiene el fin exclusivo del lucro. Si el repelente es comprado masivamente por personas con alto poder adquisitivo, los productores se quedan tranquilos porque cubrieron sus expectativas. El Estado garantiza que todos puedan cuidarse, los que tienen y los que no tienen posibilidades”.
La vacuna y las dudas
El Estado nacional podría habilitar el acceso a la vacuna Qdenga, diseñada por el laboratorio japonés Takeda y que en ensayos clínicos exhibió un 84 por ciento de eficacia. Si bien la inmunidad se refuerza con el esquema de dos dosis, realizar una campaña comenzando por las poblaciones más susceptibles a la enfermedad que ocasiona el virus podría ser fundamental. Más aún si se tiene en cuenta que habrá regiones de Argentina que tendrán circulación de dengue durante todo el año.
Sobre ello refiere Carballeda: “Necesitas al Estado para organizar una campaña de vacunación. La Comisión Nacional de Inmunizaciones recomendó, sobre todo, inmunizar en las regiones con una alta circulación viral. Hoy el gobierno dice que es una vacuna que no sirve y saca un comunicado que pone en duda la eficacia de una tecnología que ya fue comprobada. Es una vacuna que funciona muy bien para los casos graves, justamente los que presionan al sistema de salud”.
Quizás sembrar dudas sobre la eficacia de la vacunación también sea una buena justificación para evitar vacunar. Después de todo, la ciencia no es infalible y muchos decisores de política pública aprendieron a sacar provecho de esa característica.