Los mercados siguen festejando sin ruborizarse y volvieron a mostrar que las cotizaciones de los activos bursátiles y del dólar se mueven a partir de los paladares políticos y no necesariamente de fundamentos económicos.

La semana pasada, los bonos soberanos coquetearon con tocar el 60 por ciento de paridad, el riesgo país se ubicó por debajo de los 1400 puntos (el menor valor desde 2020), el Banco Central hizo compras récord de reservas internacionales y los dólares financieros continuaron en una racha de apreciación real impactante.

Cotizaciones como las del dólar MEP se encuentran debajo de los 1000 pesos, es decir un valor idéntico al que tenían en noviembre del año pasado. Los números resultan difíciles de creer si se tiene en cuenta que los últimos 4 meses hubo una inflación de casi 100 por ciento y sigue a ritmos de dos dígitos mensual.

Este último punto implica que la Argentina se está convirtiendo mes a mes en un país carísimo en dólares y con salarios de ultratumba. En otras palabras: la apuesta del programa económico por ahora viene funcionando.

Un elemento que impresiona es la velocidad a la que ocurre la dinámica de apreciación cambiaria. Hasta diciembre, muchos turistas llegaban a la Argentina para hacerse un festival de compras. Ahora resultaría casi imposible encontrar a un español o italiano que piense que Argentina sigue barata.

Otra forma de pensarlo es con los miles de argentinos que viven en el país, venden servicios para el exterior y cobran en dólares. Se puede plantear un ejemplo simple para tener como referencia.

El individuo que recibe 1500 dólares de una cuenta de afuera (equivalente a 1,5 millones de pesos) tuvo una caída de poder de compra monumental. Debería estar ganando el equivalente a 3 millones de pesos para comprar lo mismo que a finales del año pasado, pero gana exactamente la mitad.

Alertas

Sin embargo, una de las inconsistencias del esquema de apreciación de estos últimos meses es que no implicó una mejor situación para los sectores de ingresos fijos que viven en el país y cobran en pesos. Tanto los sueldos como las jubilaciones salieron fuertemente castigadas por la inflación.

La pregunta elemental es: ¿hasta qué punto puede mantenerse esta tendencia en la que pierden casi todos, salvo los que apostaron al optimismo de los inversores por los activos bursátiles y a un revival exorbitante de carry trade? No existen fechas pero si existen luces de alerta.

Hasta ahora, el amor de los inversores venía atado al ajuste fiscal y la idea de avanzar en un cambio de régimen monetario (liberalización de los controles cambiarios y lanzamiento de un esquema de competencia de monedas). En las últimas semanas se sumó una nueva zanahoria: la posibilidad que el país vuelva a recuperar el crédito en los mercados de deuda soberana.

Todos estos puntos pueden colaborar para estirar las apuestas de los inversores. La lógica es sencilla: si el país recupera el crédito, tendrá dólares frescos y podrá sostener el esquema de apreciación. Pero son meramente apuestas, escenarios que no están asegurados e incluso que pueden intentarse y fracasar. De la misma manera que en 3 meses Argentina se convirtió en el paraíso del mercado, puede volver a ser un infierno en un abrir y cerrar de ojos.

En la medida en que los ingresos sigan derritiéndose con impactos cada vez más desconcertantes como el de los servicios públicos (algunas boletas como la del gas van a llegar con valores multiplicados por al menos 3 veces), la desocupación aumente y el nivel de consumo siga derrumbándose, los inversores volverán a hacer uso de su paladar político para recalibrar.