Desde su mismo nombre, la obra Tácito imperfecto, escrita e interpretada por Enrique Federman, se plantea como una paradoja en sí misma, negando lo que afirma y afirmando lo que niega. En lo que parece ser el comienzo de una conferencia dictada por el personaje que encarna Federman, el público se dispone a escuchar un monólogo repleto de repeticiones y contradicciones tales como: “Si después de una mala viene una buena, es que existe un antes y un después. Y si existe un después, es que vivimos constantemente en el pasado”.

Bajo la supervisión dramatúrgica de Mauricio Kartun, y con una serie de elementos variopintos sobre una mesa que funciona de escritorio, en Tácito Imperfecto se combinan el absurdo con la filosofía, las citas apócrifas con preguntas sobre el tiempo y la existencia humana.

Originalmente, Federman escribió una serie de textos sin la intención de ser teatralizados, una especie de ensayo apócrifo al que añadió poemas, poesías y cuentos. Fue a instancias de Kartun, que vio en ellos la posibilidad de crear un unipersonal y le insistió a Federman no sólo para que lo actuara sino para que también lo dirigiera. “Mauricio Hizo hincapié en lo que él denomina 'los saberes adquiridos', refiriéndose a mi experiencia previa en la dirección de varios unipersonales y mi participación en la escuela de narración oral de Ana María Bovo. Además, mi pasado como clown fue un elemento importante. La idea fue usar recursos de todas estas disciplinas para generar el unipersonal”, detalla el actor, director y dramaturgo sobre el origen de la pieza.

-¿Cuáles fueron los aportes que le hizo Mauricio Kartun a la obra?

-Esencialmente fue dotar de un hilván al trabajo. Y a partir de esa indicación, yo seleccioné el tema del tiempo como otra cosa que los une. Cuando le mostré el texto a Mauricio me dijo que le hacía falta algo más vinculado a la supuesta historia de este personaje. Las cosas que cuenta de su edificio, de su familia, de sus circunstancias. Pero esencialmente, la tarea de él tenía que ver con situarlo en un ámbito y dotarlo de información para que no sea simplemente yo hablando, sino que fuese un personaje y no tanto Enrique el que está contando.

-Más allá de la reflexión sobre el tiempo, ¿cuál dirías que es el tema que atraviesa a la obra?

-Algo que pesquisó Mauricio, que yo no me había dado cuenta, fue lo paradojal de todo. Que constantemente el personaje de la obra plantea paradojas. Y el título es en sí mismo una paradoja porque lo 'tácito' podríamos determinar como algo que ya sucedió, o sea que se lo puede vincular al pasado, y el 'imperfecto' es una posible condición de futuro en tiempos verbales. Hay una cuestión paradojal que hace, creo yo, que el espectador dude sobre si esto es una tontería, y que a partir de eso, se filtre lo capcioso. Porque si puede ser esto y puede ser todo lo contrario, el resultado puede ser capcioso, como pasa hoy en política, por ejemplo. No fue escrito con ese fin, pero hoy por hoy hay algo que está en el aire. Al fin al cabo, lo que defiende este personaje desde la interpretación, que es lo que hace el presidente también, desde esa supuesta convicción, no es más ni menos que un acting, que se soporta en la interpretación. Y en la medida en que, desde la interpretación, se dota a una fake news de cierto énfasis desde el enunciado, pasa a ser una noticia. Lo vemos a menudo, como para alguien algo es a las claras una fake news, para otro puede ser creíble.

-¿Siempre tuviste interés en trabajar el género del absurdo?

-He dirigido varios unipersonales que transitaban mucho lo absurdo, pero también como clown. Es un estilo que a mí me gusta mucho. Yo empecé siendo payaso cuando no existía el clown. Después armé lo que fue el primer festival de clown y humor que hubo acá en la Argentina que se llamó El Narizaso, que era algo así como una explosión de narices. Pero luego abandoné esa práctica y todo el clown adquirido lo volqué más hacia la dirección. Espectáculos como No me dejes así o Perras tenían estos instrumentos del clown, pero puestos al servicio de un teatro más realista.

-¿Qué implica hacer una obra producida íntegramente por vos, en este contexto de total desprecio a la cultura por parte del Gobierno?

-Redoblando esfuerzos y energías. Si bien hubo tiempos distintos, donde había apoyos y subsidios, esta profesión y este país nos da un ejercicio de aquella vieja frase que se le atribuye al cómico Fidel Pintos que decía "en esta profesión un día te comés un faisán y otro día te comés las plumas". Por supuesto que estas circunstancias lo hacen mucho más difíciles. En mi caso no tanto porque el espectáculo no tiene un gran costo, pero sí afecta que el público no pueda gastar en cultura o entretenimiento. Si bien mi entrada es muy accesible, cuando todo el entorno está mejor la cultura también lo disfruta.

* Tácito imperfecto se puede ver los viernes a las 22.30 en Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556).