En cuatro meses de gobierno de Javier Milei la cantidad de calamidades socioeconómicas impresiona porque son injustas e innecesarias frente al cuadro de situación recibido:
- La economía se derrumbó en magnitud parecida al desastre padecido en la pandemia.
- Los salarios y las jubilaciones fueron pulverizados en su poder adquisitivo por un desborde inflacionario autogenerado.
- La megadevaluación derivó en una transferencia de ingresos extraordinaria hacia sectores concentrados y poderosos.
- El insólito mega DNU definió desregulaciones en áreas que perjudican a la mayoría de la población. Por caso, los clientes de las prepagas están pagando cuotas mensuales muy elevadas hasta niveles que a muchos los obliga a cancelar el seguro médico.
- Los despidos y suspensiones de trabajadores en los sectores público y privado se empezaron a generalizar.
- Ahora llega el turno de tarifazos en gas, luz y agua que castigarán el presupuesto de los hogares, la sustentabilidad de miles de comercios y la rentabilidad y competitividad de industrias.
Mientras la economía real marcha a paso firme a una hiperrecesión, el mundo de las finanzas festeja este momento con retroceso de los dólares blue, contado con liquidación y mep, ganancias especulativas con la bicicleta de la tasa de interés en pesos, alza de las cotizaciones de acciones y bonos y reducción del indicador riesgo país.
¿Cuánto dura?
Con esta lista incompleta de la brutalidad del ajuste, de la cual se enorgullece Milei, aparece la impaciencia política acerca de cuánto puede durar semejante castigo a la mayoría de la población y, por lo tanto, cuál será el umbral de tolerancia de la sociedad a una política económica agresiva del bienestar general.
Las variadas crisis que atravesaron el país enseñan que los procesos políticos, económicos y sociales tienen tiempos diferentes respecto al desasosiego inmediato provocado por medidas que afectan el estado de ánimo colectivo. Este está, a la vez, influenciado por mensajes confusos instalados como verdades absolutas.
Una de ellas es increíble: dice que la economía argentina no crece desde hace varios años y entonces era indefectible empujar la destrucción del entramado productivo y laboral para que luego pueda crecer. Es un argumento que es repetido sin provocar inhibiciones en quienes lo exponen. La impunidad de este tipo de discursos del poder permite esta ofensa al sentido común.
En el mejor de los escenarios para el gobierno de Milei, después de una travesía de más de un año con precios desbordados y colapso de la economía real, la tasa de inflación y el nivel de actividad estarán en el mismo lugar de partida.
La diferencia sustancial entre ambos indicadores que mostrarán parecidas cifras nominales será que la economía liberal libertaria será con más desempleo, menores salarios y jubilaciones reales, desarticulación del entramado productivo y peor distribución del ingreso.
No es estanflación, es hiperrecesión con inflación elevada
El éxito discursivo se verifica cuando la mayoría de analistas y economistas definen a la presente situación económica en estado de estanflación (estancamiento con inflación).
No es así.
Se está transitando un ciclo de fuerte caída del Producto Interno Bruto (PIB) que se define como recesión, que además en contra de la convención económica básica se está desarrollando con tasas de inflación mensual muy intensas.
La teoría dice que si hay una fuerte caída de la economía se debería esperar el retroceso de los precios por el debilitamiento de la demanda doméstica.
La economía Milei es la más loca del mundo. Esto no sucede: existe hiperrecesión (si se llegara a extender durante varios meses se definirá como depresión económica) con inflación de tres dígitos anuales. En los próximos meses, puede frenar el ritmo de aumentos de precios pero no habrá caídas pese a la debilidad de la demanda doméstica.
La obsesión de mostrar una tasa de inflación de un dígito
La dupla Milei-Caputo busca en forma desesperada que el índice mensual de aumentos de precios sea de un dígito aunque sea elevado, cuando el derrumbe económico debería haber desmoronado la inflación y no lo hizo y tampoco se vislumbra que lo vaya a hacer en el corto plazo con el inminente sendero de tarifazos.
La propaganda oficialista ya está en marcha para desnaturalizar el análisis de la tasa de inflación de marzo, que el Indec difundirá el viernes próximo. Dirá que la inflación núcleo (sin los aumentos de productos y servicios estacionales) ya es de un dígito.
Lo cierto es que pasados cuatro meses del gobierno de Milei, la inflación acumulada será de casi 85% en el mismo período que muchos sectores económicos han caído a ritmos mensuales de dos dígitos.
Un caso emblemático es la industria automotriz. En marzo, la producción de vehículos fue de 43.159 unidades, 29,4% menos respecto del mismo mes del año pasado; exportó 23.484 vehículos, 27,6% por debajo del volumen que se contabilizó en marzo de 2023; en ventas mayoristas, comercializó a la red de concesionarios 30.176 unidades, 20,8% menos que marzo del año pasado.
Los diferentes tiempos políticos, económicos y sociales
Existen tiempos diferentes para las respuestas que se entregan en los ámbitos centrales de una sociedad frente a un ciclo tan disruptivo como el actual. La reacción de las variables económicas ante un esquema regresivo es inmediata con caídas abruptas de los indicadores más importantes.
La respuesta social de los damnificados tiene una primera etapa de dispersión, como la presente, para luego empezar en forma constante a confluir cuando el daño se generaliza y, en especial, cuando se extiende por un período superior al soportable en términos laborales y de capacidad de compra de bienes y servicios básicos.
La reacción de la política tradicional en general es tardía pero ineludiblemente será el vehículo para canalizar las dos anteriores. Esta demora no es caprichosa. Se debe a que las fuerzas políticas de derecha con sus diferencias, internas agresivas y egos enormes de los dirigentes resultan amalgamadas por el poder económico.
Mientras, las controversias programáticas y disputas de liderazgos de fuerzas políticas populares se expresan a cielo abierto sin tener un potente factor de poder externo que las unifique. Puede ser que el drama socioeconómico finalmente oriente la consolidación de la acción política.
Son procesos que no pueden predeterminarse de cuándo se expresarán en toda dimensión. Lo que sí se sabe es que los estados de ánimo se van modificando a medida que la crisis se profundiza.
Ansiedad, angustia y desesperación
Se puede vincular indicadores económicos con el estado de ánimo para de esta forma especular la proyección de la reacción colectiva a un proyecto político que tiene como eje central el ajuste permanente.
La inflación se asocia con la ansiedad puesto que genera malestar inmediato debido a los aumentos persistentes de bienes de la canasta familiar cada vez que se hacen las compras en comercios de cercanías o supermercados. Es lo que se vive desde hacer varios años.
La caída del poder adquisitivo de los ingresos genera angustia. Estado de ánimo cuya expresión cotidiana refiere a que la plata no alcanza, que deriva en recortes de gastos o la búsqueda de un segundo trabajo o tareas puntuales para sumar ingresos. Es lo que empezó a registrarse con más intensidad en estos meses.
La pérdida del empleo o el miedo a perderlo provoca desesperación, un estadio más crítico que la ansiedad por la inflación o la angustia porque el dinero es insuficiente para cubrir el presupuesto mensual. Es lo que se empezará a observar en poco tiempo.
Este recorrido de la evolución de indicadores económicos y estados de ánimo, en un atrevido entrecruzamiento del saber económico con categorías de la psicología, brinda señales para estimar la evolución del malestar social.
Sirve además para relativizar la eventual reducción de la tasa de inflación como logro económico excluyente con derivación política, puesto que sin mejorar la capacidad de compra y, fundamentalmente, con desempleo en alza, no habrá alivio en el clima social.
La economía real va por un lado, el mundo de las finanzas va por otro
El cuadro socioeconómico complejo convive con una fiesta impresionante en el mercado financiero y bursátil. Como si fueran dos mundos sin ninguna interconexión, el colapso de la actividad con estabilidad cambiaria y reducción del riesgo país conforman una economía desconectada.
En este clima festivo, el banco JP Morgan difundió un informe más optimista que los de sus colegas acerca de las perspectivas de la economía en el gobierno de Milei.
El reporte fue festejado por el oficialismo. Los antecedentes de la entidad bancaria más grande de Estados Unidos exigen prudencia sobre la desconcertante, incluso para el resto de los jugadores del mercado financiero local e internacional, expresión de confianza respecto a un fuerte retroceso de la tasa de inflación e importante recuperación de la economía en el 2025.
Uno de los trucos usuales de los jugadores poderosos en el negocio de las altas finanzas consiste en entregar reportes favorables para seducir a otros a invertir en activos de ese país, para de ese modo poder vender esos mismos activos en un ciclo de alza de cotizaciones. Desde hace varios meses, y con más fuerza en los cuatro de la gestión Milei, la tendencia de acciones y bonos es positiva.
El JP Morgan ha mostrado esta habilidad en varias ocasiones en el mercado argentino, siendo el evento más reciente y destacado el registrado a mitad del mandato del gobierno de Mauricio Macri.
Qué dice el informe del JP Morgan
El banco líder estadounidense proyecta que, tras la estanflación esperada para este año, la economía rebotará con fuerza en 2025. Pronostica que el nivel de actividad de este año caerá 3,6% y que los precios minoristas crecerán 200% punta a punta, apenas por debajo del 211% del 2023.
Para el año próximo estima que el gobierno de Javier Milei podría exhibir una evolución muy favorable en dos variables clave: la inflación anual bajaría a 40% y el Producto Interno Bruto subiría 5,2%.
Ambos recorridos son bastante más optimistas que los del promedio del mercado, que prevén un crecimiento económico de 3% a 4% y una tasa de inflación de 60% el año próximo, según el último relevamiento de expectativas que publica el Banco Central.
Qué hizo el JP Morgan en los años del macrismo en el poder
Varios exejecutivos del JP Morgan ocuparon cargos relevantes en el área económica, destacándose Alfonso Prat-Gay, Luis Caputo, Vladimir Werning, Demian Reidel. Tres de ellos hoy acompañan la gestión Milei: Caputo es ministro de Economía, Werning es vicepresidente del Banco Central y Reidel lidera el recientemente creado consejo de asesores económicos.
Durante la administración Macri el JP Morgan tuvo un papel destacado en la colocación de deuda en el mercado de capitales, que sumó en total casi 100 mil millones de dólares. Fue uno de los principales participantes de la emisión de títulos de deuda para conseguir los dólares necesarios para entregarlos a los fondos buitre.
Una de las mejores crónicas del lugar privilegiado y posterior "traición" del JP Morgan al gobierno de Macri fue escrita por el periodista Carlos Burgueño en Ámbito Financiero. La historia ratifica el tradicional movimiento del banco de publicitar perspectivas económicas positivas del país para facilitar la posterior fuga de activos que le entregaron elevadas rentabilidades.
Burgueño cuenta que el 25 de abril de 2018, a las 11.15 llegó una orden a la mesa de dinero del Banco Central: vender Lebac e inmediata compra de dólares por 800 millones de dólares del JP Morgan.
Esta operación gatilló otras dos grandes operaciones, resultando un total de 1472 millones de dólares que bajaron de las reservas del Banco Central en una sola jornada. A partir de ese momento comenzó una corrida cambiaria que derivó en el abrazo desesperado de Macri al FMI para evitar el default de la deuda pública.
¿Otra vez la misma historia?
JP Morgan fue aliado estratégico en los primeros dos años de gestión del macrismo. A mediados de 2015 abrió una oficina en el país. Burgueño cuenta que durante el 2017 y hasta marzo de 2018 el JP Morgan recomendaba a sus clientes apostar a la Argentina, y menciona que en un trabajo entregado a las gerencias del banco en el mundo, en la primera semana de abril de 2018, recomendaba las posiciones en pesos a largo plazo emitidas por el gobierno argentino y el Banco Central, incluyendo las Lebac.
En ese mismo mes vendió las Lebac, se hizo de los dólares y abandonó el juego especulativo (carry trade) armado por el entonces presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, hoy funcionario estrella sin cargo oficial del gobierno de Milei.
Sólo como referencia para el actual momento y evaluar el tradicional comportamiento del JP Morgan, las acciones y los bonos públicos subieron mucho en estos meses. Y no es descartable que algunos jugadores del mercado quieran realizar estas ganancias.
Los mundos paralelos de la economía real y de las finanzas en algún momento van a confluir en un mismo punto. El interrogante es en cuál de las dos tendencias se producirá el encuentro. Si se cumple el método JP Morgan, el derrumbe de la economía real contagiará al mundo que hoy está de fiesta.