Suena a sinsentido, pero no hay apocalipsis sin un futuro que añore el pasado. Y el que presenta Fallout (estreno el próximo 11 de abril por Prime Video) tiene como escenario una tierra devastada, bóvedas como reservorio de la civilización y un grupo militar que busca asegurarse el poder. La ficción, basada en una exitosa franquicia de videojuegos, repone una hecatombe atómica, la imaginería de los ’50 en los Estados Unidos y el western con un desparpajo que dejaría babeando a John Ford. En esa tensión se conjugan los ochos capítulos que vienen a competir -y diferenciarse- de lo hecho por The Last Of Us. La fórmula “ready to start” de este producto de Jonathan Nolan (Westworld) agranda al género tan en boga últimamente con una brutalidad visual y una inesperada veta humorística. “Es un compendio sin final de cosas muy bellas, brutales, raras pero con mucha lógica interna”, dice su máximo responsable en charla con Página/12.
El inicio será en el momento exacto que se inició la debacle para la humanidad. Pueden ser los tiempos de Ike Eisenhower o la pesadilla vívida del macartismo, allí en una casa suburbana, un vaquero y exestrella de la tevé hace su espectáculo en un cumpleaños poco antes de que el cielo se llene de hongos nucleares. Luego vendrá la presentación de Lucy (Ella Purnell de Yellowjackets), a 219 años de ese acontecimiento. La chica que vive una de las bóvedas de la compañía Vault-Tec bajo tierra y estrictas normas de seguridad, perfecta en todo lo que significa supervivencia extrema. Puede ser letal, hacer experimentos de ciencia o ayudar al prójimo, siempre con su sonrisa perlada.
Lucy, por tanto, es la candidata ideal para un matrimonio arreglado con un miembro de otro refugio que saldrá muy –pero muy- mal. El catalizador, en definitiva, para que la chica salga a ese afuera dominado por reglas muy distintas. “Creo que ella resume bastante el espíritu de la serie. Lucy tiene una vibra americana de ese futuro nostálgico, junto con este componente de violencia muy explícita que le servirá para cruzar esta tierra sin ley. Es como un balance entre lo cándido y lo cruel”, dice la actriz entrevistada por Página/12.
-Vos venías de hacer Yellowjackets con un personaje como Jackie que tenía todo para ser “la reina de la graduación” y estaba atrapada en un entorno horroroso. ¿Notás las conexiones con Lucy?
Ella Purnell: -No me había dado cuenta de que sus caminos tenían tantos paralelismos, pero es cierto. Jackie era prisionera en el bosque y Lucy sale a la búsqueda. Ahora que me lo señalan, lo veo bastante. Las dos comienzan sus viajes sabiendo exactamente quienes son y cómo debería desarrollarse su destino. De repente, se ven metidas en una situación imposible y en la que nadie desearía estar nunca. La gran diferencia es que Jackie intenta adaptarse y no puede. Creo que a Lucy todavía no la vimos en su punto límite. Fue entrenada y criada para adaptarse, así que tiene más espalda que Jackie.
Lucy, a su vez, es hija del capataz (Kyle MacLachlan) en ese lugar hipermoderno apegado a los usos y costumbres de antaño. Sin embargo, sus trajes antiradiación y buenos modales no los podrán salvar del horror forastero. El actor fetiche de David Lynch deja atrás el garbo del agente Dale Cooper y se somete a un rol que sirve de McGuffin para la trama. “Es el detonante para lo que le pasa a Lucy. Tiene una historia por lo bajo, está atado a sus grandes creencias de las cuales iremos descubriendo de forma progresiva”, cuenta MacLachlan.
-Fall Out apunta a ese lado B del sueño americano, o directamente su pesadilla, tal como lo hizo magistralmente Twin Peaks mezclando una serie de elementos que parecen inconexos. ¿Está de acuerdo?
Kyle MacLachlan: -Sí, pero hay algo extrañamente optimista en esta historia. Aunque resalte esta mezcla de destrucción, violencia y caos, creo que hay esperanza. Estos habitantes se crearon un mecanismo de supervivencia que aún los mantiene en pie.
Allá arriba, sin embargo, los refugiados no tienen voz y ni voto. Es por ello que la trama tiene a Maximus (Aaron Moten) como segundo protagonista. Un aprendiz y escudero de la facción militar llamada Hermandad del Acero que surgió de lo que quedó del ejército de los Estados Unidos. La teocracia quiere imponer el orden en la superficie con sus soldados que simulan nuevas versiones de Terminators. El último elemento dentro de esta tríada oscura es Ghoul/Cooper Howard (Walton Goggins), un pistolero cadavérico y mortal que ha estado vagando desde hace demasiado tiempo.
“Empezamos desde las diferencias evidentes que hay entre ellos tres, pero comparten muchísimo. Ghoul/Cooper ha vivido desde antes del final, Lucy es de los refugios, y Maximus nació y vivió en el yermo. Vienen de tres entornos completamente disímiles, pero ya se van a encontrar”, seduce Moten. Si Lucy fue descrita como la protagonista de un comercial de pasta de dientes que podría asesinarte, para Moten, su Maximus es el chico del poster de reclutamiento. “Lo imagino pronunciando cosas como: 'La Hermandad del acero te necesita' o “'Unite a nosotros'. Lo diría convencido y completamente aterrado a la vez”. “Son tres personajes arquetípicos, como la experiencia de un videojuego, vos podés elegir a cuál seguir”, apunta Purnell.
No es casual que todos los involucrados señalan que la segunda gran influencia para Fallout es El bueno, el malo y el feo (Sergio Leone; 1966). “No hay western más postmoderno que esa película y Fallout es uno de los grandes pastiches postmodernos de nuestra era. Mi teoría es que cuanto más tiempo llevás allá afuera, te vas convirtiendo en Tuco. O en un pistolero despiadado. Al inicio crees que sos Clint Eastwood, con su moral intacta, pero al final del viaje, hay algo del Oeste que te corrompe. Lucy, Maximus y Ghoul tienen esa clase de composición. Todos podrían ser el mismo vaquero”, dice el showrunner Graham Wagner, tarea que comparte con Geneva Robertson-Dworet. Jonathan Nolan, responsable de sus tres primeros episodios como director, es un fan declarado del videojuego y de las propuestas tan bombásticas como enrevesadas. A diferencia de la serie sobre cyborgs humanizados, este proyecto detenta un humor extraño y efectivo. “Queríamos que tuviera un tono absurdo, que no desentonara de las escenas de acción y el drama”, dice su productor.
- Fallout evoca grandes postales estadounidenses en movimiento, como el debate en la cocina entre Richard Nixon y Nikita Kruschev. ¿Cuáles fueron las referencias que tuvieron en cuenta?
Jonathan Nolan: - Principalmente el videojuego, de ahí viene todo. Mi primer trabajo como guionista fue con El gran truco. Cuando adaptás una novela, tenés que sumar para darle vida. Acá tuvimos un privilegio extraordinario porque toda la saga del videojuego tiene un diseño visual e historias asombrosas. Llevan décadas creando esto, así que fue más de limpiar para que todo tenga sentido.
Graham Wagner: -Fallout metió todas sus referencias en un lavarropas y las puso a funcionar durante 25 años. Está la crisis de los misiles, películas postapocalípticas como A Boy and his Dog, Mad Max, Dr. Strangelove. Publicidades de cereales. Es un gran remix de todo eso. Un gran guiso cósmico.
-¿Fallout podría ser uno de los parque temáticos de Westworld?
J.N.: -O al revés. No sé porqué me siguen atrayendo este tipo de relatos. Supongo que viene de cuando con mi hermano (N.del R.: Cristopher Nolan) nos juntábamos a ver películas de western. Este revisionismo que hizo Sergio Leone está muy presente. O lo que hizo Clint Eastwood con Los imperdonables. Las mirábamos una y otra vez mientras crecíamos. El género tiene algo muy interesante como pregunta: ¿quién serías si no hubiera honor ni reglas alrededor? También tiene que ver con esta idea de la civilización haciéndose un lugar, como las vías del tren llegando. Y lo que vemos aquí es la civilización yéndose de ese lugar. Este es un lugar impiadoso y oxidado, las leyes brillan por su ausencia, así que cada uno puede ser lo que quiere ser. En cierta manera, Fallout es una historia con moraleja.