En la lista de películas que nunca olvidaré del BAFICI, está Moloch, obra monumental de Aleksandr Sokúrov. Al igual que El huevo de la serpiente de Bergman o La cinta blanca de Haneke, estas películas representan en mi memoria el cine que me atrae: el cine del fuera de campo. ¿Por qué me gusta este enfoque?

En primer lugar porque abordan el horror desde la perspectiva de la locura en lugar de hacerlo desde la observación clínica, como ocurre en Zona de interés. En segundo lugar, como el horror de Auschwitz (o la poesía convertida en un acto de barbarie) es aquello que no se puede expresar según Adorno, y es para Resnais lo que no debe tener color (Hiroshima mon amour), volvemos al primer punto: la representación más honesta de lo inenarrable del Holocausto es desde lo irracional, desde la locura.

Un ejemplo palpable en Moloch es la escena donde Leonid Mozgovoy como Adolf Hitler y Yelena Rufanova como Eva Braun, juegan en calzones al “Atrápame si puedes”. Esa locura no es una manera de justificar, sino una forma de entender cada vez menos. Y como es muy probable que estemos asistiendo a la muerte del pensamiento crítico, es lógico que a una película como a Zona de interés se la salga a alzar con bombos y platillos o a defenestrar a rajatabla. Es fundamental abordar específicamente las películas sobre el Holocausto que emplean el fuera de campo. Creo que, de forma superficial, se ha incluido a la película de Jonathan Glazer en esta categoría.

Zona de Interés y el fuera de campo

El fuera de campo y sus "hilos" en Zona de interés

Para empezar, a su supuesto fuera de campo se le ve el bordado y su hilo: el humo del tren llegando a Auschwitz mientras la familia Höss celebra en su piscina, los sonidos de los gritos y los disparos, el intenso resplandor de los hornos que iluminan la casa de noche en un rojo titilante, y las cenizas de los fallecidos que fertilizan las flores más hermosas en el jardín más sombrío.

Pero estas pistas o indicios no son metáforas, sino metonimias. Y hacen un falso contrapunto a un pensamiento algo "haragán" (valga el oxímoron), como si cualquier cosa que ocurriera fuera del campo de concentración no fuera ya una contraposición a lo mostrado. Por ejemplo, el "estar vivos" o la supervivencia son por sí mismos, en el contexto de un campo de exterminio, contrapuntos.

¿Era realmente necesario enfatizar esas imágenes de "belleza" con primeros planos de flores? Me pregunto si estas pistas no son el nuevo "Travelling de Kapo" como denunciaban Jacques Rivette en su famoso texto (luego retomado por Serge Daney).

Además, si hay movimientos de cámara que sobran en la película de Jonathan Glazer, son los travellings: el desplazamiento horizontal al estilo de la llegada del tren a Auschwitz, el recorrido por la entrada de la casa donde los prisioneros judíos hacen trabajos domésticos, el seguimiento en el patio mientras la señora Höss le muestra orgullos el diseño de su jardín a su madre, y Höss con sus hijos en la canoa en el río...

Cada nueva generación requiere su propio cine sobre el Holocausto

Luego está el fuera de campo del (falso) fuera de campo de exterminio: esas imágenes cristal en negativo, imágenes nucleares y térmicas antes de la era atómica. Es una zona cero que Glazer ya había explorado en "Under the Skin"

Un mundo imposible pero, al fin y al cabo, más humano y que se despliega como un acordeón alemán: mitad cuento infantil oscuro, decimonónico y germánico; mitad redención, con una banda sonora de otro mundo, perturbadora. Como si no alcanzara ya con la abominable señora Höss pintándose los labios con un labial encontrado en un abrigo de piel ultrajado de alguna de las tantas víctimas.

Zona de Interés destaca por su ejecución brillante y singular. Sin embargo, al igual que "cada generación necesita su propia traducción de La Odisea", cada nueva generación requiere su propio cine sobre el Holocausto. Y nunca habrá suficiente cine sobre la Shoah.

Acaso esta generación es donde La Sociedad del Espectáculo ha llegado a un nuevo nivel de vaciamiento, de antinarratividad y agotamiento del relato, para que venza una imagen agradable y pulida.


Chan Tejedor estudió Artes Combinadas en FFyL - UBA y Diseño Gráfico en Fundación Gutenberg. Vive en España donde es directora de arte en cine y publicidad. Da talleres de Análisis del Cine y en su IG @videomagia lleva un diario con videoensayos y análisis audiovisuales.