Emilio Renart (1925-1991) abordó lo artístico desde distintas aproximaciones: no sólo se dedicó a la producción de obra, sino también a la investigación y a la docencia.
Fue un pionero de la plástica argentina de los años sesenta, al concebir la obra de arte como totalidad, gracias a instalaciones, más allá de técnicas y procedimientos, saltando el cerco de los lenguajes específicos de la pintura, el dibujo, la escultura, el objeto, entre otras categorías tradicionales.
La Colección Fortabat presenta en estos días la exposición “Alienígena. Emilio Renart”, que reúne más de doscientas obras de colecciones públicas y privadas, con curaduría y textos de Sebastián Vidal Mackinson. Se trata de la primera exposición retrospectiva de la obra de este artista clave del arte argentino. Según escribe el curador “la exposición asume el reto de dar a ver el itinerario artístico e intelectual de una de las figuras de culto de la historia del arte nacional”.
En las extrañas obras de Emilio Renart –que lo llevaron al Premio Ver y Estimar en 1963, a ganar en 1964 el Premio Especial del Instituto Di Tella, a obtener el Premio Braque en 1965 y a formar parte del envío argentino a la Bienal de San Pablo en 1967– se combinan de manera original distintas vertientes formales para confluir en objetos, obras de pared y en instalaciones. Estructuras metálicas, tela, pintura, resina, fibra de vidrio, yeso, arena, sistemas lumínicos, materiales de desecho, entre otros componentes, constituyen la naturaleza heterogénea de sus “Biocosmos”. La preocupación sobre el entorno biológico, psicológico y espacial del arte y los artistas fueron siempre motivos de reflexión para Renart.
Manuel Mujica Lainez escribió en 1962: “Renart presenta una obra que será probablemente lo mas extraño que hemos visto en Buenos Aires. Es justo destacarlo, puesto que esta época se señala plásticamente por su constante y desesperado afán de inventar novedades y pensábamos que nada podía llamarnos la atención... Tanto lo pictórico como lo escultórico está perfectamente logrado y su insólita fusión constituye un hallazgo que será sin duda muy imitado y acaso originará creaciones valiosas”.
Desde comienzos de la década del sesenta, cuando el artista lanza el “Integralismo”, él mismo se encarga de definirlo: “Integralismo significaba conceptualmente unir, asociar partes que se oponían tradicionalmente –pared, piso, escultura, pintura, dibujo–. Todo ello unido por una imagen y estilo personal. En 1966 amplié ese concepto dando lugar a mis distintas facetas creativas: escritos, inventos, investigaciones, obras plásticas, etc...”
Sus escritos desde los años sesenta, sus citas de otros autores y materias, experiencias y actividad docente las reunió y condensó en el libro Creatividad, que editó por su cuenta en 1987. Una palabra clave que fue el centro de sus preocupaciones docentes e investigativas.
Renart buscó desentrañar el funcionamiento y la naturaleza de la creatividad. “La creatividad –comienza su libro– es una palabra de la que mucho se habla y poco se investiga. Normalmente sirve para producir hechos mas o menos originales que luego pueden derivar o no en factores de consumo. Esto, a mi entender, configura un uso de las personas que los generan, quienes quedan relegadas cuando tal capacidad se atenúa". "Mi intención -escribió el artista- apunta a un mejoramiento del individuo, ya que entiendo que todos somos creativos por el hecho de ser seres racionales. La diferencia estriba en la trascendencia o no de esa creatividad”.
Renart buscó no solo extender los limites de las técnicas y de la concepción de la obra sino que amplió el campo de lo artístico con saberes y aportes “extraartísticos”, tomados de la ciencia. Su idea de expansión y experimentación fue consecuente y avanzó siempre tanteando fronteras y saltando límites. Todo de un modo muy intuitivo, por aproximación, y como resultado empírico mas que teórico. Pero válido desde esa perspectiva: la del hacer.
En Renart fue crucial la relación arte-vida. Cuando a fines de los años sesenta una serie de tragedias y problemas familiares y sociales lo convencen de hacer uso del año de estadía en Francia que había ganado en 1965 con el Premio Braque, el artista se pregunta “¿Si la creatividad me ha llevado a este deterioro, en qué consiste la creatividad saludable?”
En su abordaje a la docencia, Renart buscaba -fuera de la tradición académica de entonces y eludiendo la competitividad entre sus alumnos- desarrollar la capacidad de percepción y reflexión a través de la autoindagación, con la intención de estimular la capacidad estética de los alumnos, en la búsqueda de que la vivencia y la experiencia confluyeran en el campo estético.
* La exposición de Emilio Renart se exhibe en Colección Fortabat, Olga Cosettini 141, Puerto Madero; hasta el 28 de julio.