A 120 días de asumido el gobierno de Javier Milei, el ajuste generalizado y el achicamiento del Estado repercuten de forma directa en el deporte.
El deporte constituye, junto con la educación, un pilar fundamental en la formación de la personalidad y de los valores desde la niñez. Pero desde el punto de vista social, es además una herramienta clave para la inclusión y la contención de las infancias en situaciones de mayor vulnerabilidad, que justamente en la actualidad alcanzan máximos históricos.
En momentos en los que es urgente la intervención en los sectores más golpeados por la crisis económica ─el último informe de la UCA sostiene que 7 de cada 10 chicos y chicas son pobres, y 1 de cada 5, indigentes─, el presupuesto destinado al deporte está no solo congelado desde 2023 ─con una inflación por encima del 270%─, sino que además se subejecuta o está siendo recortado.
Los continuidad de los clubes de barrio peligran, producto del combo de crisis económica, que dificulta a las familias el pago de la cuota social por modesta que sea, la quita de subsidios y el aumento de tarifas de servicios (que rondan el 600%).
Este desfinanciamiento al deporte no es inocente: pretende sentar las bases para justificar el negocio inmobiliario, por un lado, y abrir paso a las sociedades anónimas deportivas, por el otro.
A tres meses de los Juegos Olímpicos de París, el gobierno de Javier Milei, junto al subsecretario de Turismo, Ambiente y Deporte y ex intendente platense Julio Garro, decidió despedir a unos 30 empleados del Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD). Enseguida, difundieron imágenes mostrando el estado de las instalaciones. No hicieron declaraciones, sin embargo, sobre el congelamiento ni la demora en el pago de las becas que se otorgan a las y los deportistas nacionales de alta competencia, en un caso más de licuación de los ingresos.
Al contrario de las declaraciones de Garro, y en mi condición de deportista que entrenó en el CeNARD, puedo afirmar que su estado es producto del abandono intencional que el predio ha sufrido en los últimos meses. Con una superficie de más de 11 hectáreas en el barrio porteño de Núñez─cuyo código urbanístico fue modificado hace muy poco para permitir una rentabilidad aún mayor─ parecemos estar ante la justificación del desguace para dar lugar a un negocio millonario.
Rumores similares se escuchan en torno a los terrenos que ocupa la Televisión Pública y otros organismos que “generan pérdidas”. El mecanismo es siempre similar: denostar la gestión estatal y sus beneficios comunes para abrir camino a los beneficios privados, para unos pocos privilegiados.
Entre 2020 y 2023, a través del programa Clubes de Barrio, 61 instituciones platenses recibieron el apoyo del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación, por entonces a cargo de Matías Lammens. Ninguna de esas ayudas fue gestionada por el intendente Garro, sino que se consiguieron a través del Observatorio de Clubes, y gracias al esfuerzo y el compromiso de Sergio Palmas, ex subsecretario de Infraestructura Deportiva y Competencias Nacionales.
El desguace de los organismos que promueven la actividad deportiva de alto rendimiento afecta a muchos deportistas de élite, como el caso de Noelia Martínez, Iván Nikolajuk, Kevin Sabado, Iván Knorr y Guillermina González; y a disciplinas como el hockey pista, entre otras. Paradójicamente, la campaña de Javier Milei contó con el apoyo de Ariel Suárez, remero olímpico que hoy, ante las políticas de desfinanciamiento al deporte, hace severas críticas al mismo gobierno al que en un principio apoyó.
El panorama es desolador. Para los próximos meses se esperan clubes endeudados por el aumento de los servicios públicos, morosidad, merma en el pago de la cuota social producto de la crisis económica, pérdida de masa societaria, suspensión de actividades, y deterioro en instalaciones por falta de mantenimiento.
Con la quita del financiamiento y el desmantelamiento de las políticas públicas de protección se busca generar las condiciones para que prosperen las sociedades anónimas deportivas, tal como ocurrió en el período 2015-2019.
El deporte argentino es un orgullo nacional, así como la educación, la ciencia y la tecnología. Su erosión constituye un atentado a nuestra Patria y a nuestro sentido de pertenencia como país. Denostar nuestros emblemas es el paso previo para su enajenación. Nosotros proponemos lo contrario.
(Marcelo Galland es presidente del Concejo Deliberante de La Plata y ex jugador profesional de hockey)