Recientemente Meta condicionó el algoritmo para reducir la visibilidad de publicaciones consideradas políticas. Su portavoz, Andy Stone, sostuvo en declaraciones a The Verge que esta nueva configuración comenzó a implementarse a nivel global de forma predeterminada para todos los usuarios. (Cabe aclarar que esta modificación se puede desactivar desde “preferencias de contenido” en la configuración de Instagram).
Como sostienen Natalia Aruguete y Ernesto Calvo en el libro Nosotros contra ellos, la prioridad de las plataformas digitales consiste en tener más usuarios conectados por más tiempo “crear una`adicción’ a la plataforma, incrementar la excitación producida por nuevos contenidos y garantizar que los usuarios permanezcan conectados por más tiempo incide directamente en la monetización de la plataforma”.
Es necesario destacar que, aunque las pensamos como “redes sociales”, son empresas, plataformas digitales que responden a intereses económicos e ideológicos. Han silenciado voces arbitrariamente y sin claras explicaciones. Como sostuvo oportunamente Amnistía Internacional “la decisión de Twitter de suspender cuentas de periodistas amenaza la libertad de prensa”.
Este nuevo posicionamiento de Meta que se nos aplica en forma inconsulta forma parte de la negación de la política. Paradójicamente, esta antipolítica es un discurso político: la política es la única herramienta que tenemos para modificar la realidad. Cuando negamos o invisibilizamos los discursos políticos lo que hacemos es consolidar lo establecido, lo hegemónico, lo dominante.
A modo de ejemplo, si googleo “hombre exitoso” me aparecerá un varón, blanco, de clase privilegiada y que responde a determinado estereotipo de belleza eurocéntrico. Es la mirada dominante que está presente en la sociedad. Si no problematizamos tendemos a reproducir. Como sostuvo el coordinador y docente de la UNRN, Camilo García, lo complejo es que estos sesgos los controlan las empresas de forma invisible.
Negar la política y estigmatizar a quienes se involucran no es una novedad, es un discurso que los sectores dominantes intentan recrear una y otra vez. Tampoco es nueva la presencia de empresarios que intenten imponernos lógicas comunicacionales que respondan a sus intereses.
Mucho menos son nuevas las luchas y las resistencias. Como sostuvo el escritor Rodolfo Walsh, “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”.
En tiempos de exclusión y crueldad, parece necesario construir nuevas estrategias comunicacionales para fortalecer las miradas críticas y recuperar la historia, las utopías y la política como herramienta transformadora.
* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Profesor de la UNRN