El fenómeno Milei ha generado mil análisis desde los más diversos enfoques. Más allá de los que ponen el ojo en sus ideas políticas, sus modelos, su estilo, su aspecto, su forma de hablar, su actuación en redes, da la sensación de que nada nuevo se ha dicho.

Pero como escribir es gratis, acá voy yo con mis cinco centavos sobre un aspecto que me parece interesante relevar.

En un libro que tengo pendiente me dedicaré a indagar sobre los padres de los presidentes argentinos. Entre ellos se destaca, claro, don José Clemente Cecilio Sarmiento, ese hombre chambón, empujado a la revolución sin entender mucho de qué se trataba, opacadísimo por la figura de doña Paula Albarracín (ahora que lo pienso, el libro de las madres no vendría nada mal). Luis Sáenz Peña, el único padre que tuvo un hijo que repitió su cargo; el padre de Perón, otro opacado por la mamá del héroe, la señora Sosa. El ignoto Giulio Frondizi, que ignoto y todo, clavó tres hijos -correntinos- de amplísima trascendencia: un presidente, un filósofo y un historiador célebre. Están también los Fernández (Cristina y Alberto) ambos criados por las parejas de sus madres (un colectivero y un juez respectivamente). Qué decir de Franco Macri, el hombre que allanó la vida de su limitado hijo con negocios (limpios y turbios) permitiéndole ser miembro relevante no sólo de la casta económica sino también de la casta política.

Acercándonos al presente, tenemos al gran enigma que es el padre de Javier Milei, un hombre tiránico y violento al que no pocos adjudican los problemas -al menos los más visibles- de su hijo.

Pero no vine a hablar de padres. Quería pisar esa idea para que no me la roben. Quiero hablar de los hermanos Milei.

Una de las particularidades de Milei -que comparte con el general Perón- es que llegó a la presidencia sin hijos. Si no son los únicos, le pega en el palo.

Pero no sólo llega sin hijos, sino también llega casi sin padres… y con hermana.

-Vos sabés que yo veo que hay algo juvenil ahí, algo que remite a la soltería o a la de una generación que se reconoce más en alguien de su rango etario que en alguien de la generación anterior y mucho menos en alguien menor.

-¿Y los perros?

-Los perros no cuentan. Los padres de esos canes no se quedaron pegados.

-En mi barrio les tirábamos piedras, pobres. Y ni así se separaban

-Pienso que esa retórica de la fraternidad de los Milei les permite presentarse como más jóvenes de lo que realmente son, porque ser solamente “hermano” es ser más joven que ser padre.

-Estás diciendo una pavada

-Perá. Una unión de hermanos que se vio consolidada por la brutalidad del padre y la pasividad de la madre, que encuentra en los Schoklender un antecedente similar pero con distinto final.

-No podés…

-Ya sé que no es lo mismo, pero no puedo dejar de asociarlos.

-De todos modos, tenés razón en que hay algo de vengativo y rencoroso en la discursividad de Milei …

-Y eso es por lo que no se me apaga la similitud.

-Sigo. Esa fortaleza de la fratría y de que no haya nada más allá de los hermanos, funciona como un refuerzo de la idea de que los Milei representan a una nueva generación, un grupo humano con pocos lazos con el pasado y pocos con el futuro. Como gente que no busca trascender por el lado de la biología si no por la inmanencia del presente vivido con intensidad. Hace unos meses mi hija de cinco años se enteró que iba a ser tía ¿y qué crees que dijo? “¡Yo no soy una señora!”. Le pegó el viejazo. Justamente lo que el soltero-hermano-de-soltera-evita.

-Ser tío, envejece.

-Absolutamente. Y lo de decirle “hijos” a los perros o gatos es una forma sonsa pero difundida de inventarse una filiación que no nos trascienda. Nadie le dice “hija” a una tortuga.

-Las tortugas nacen abuelas.

-Si las edades son subjetivas (niño, joven, viejo, viejo choto), qué queda para las etapas de la vida en relación a los parentescos. La más jodida de estas percepciones es cuando se te muere alguno de tus padres, sentís que envejecés; cuando se te muere un hermano envejecés aún más.

-Me pasó todo eso.

-Se murió tu viejo? uh, lo siento. No sabía

-Hace 10 años.

-Uf. colgué. Sigo. Hay algo curioso en el hecho mismo de la inauguración del ciclo lectivo. Que lo haya hecho en su escuela confesional (awwww, que tierno) no debe hacernos perder de vista que lo hace como un hombre que se ha convertido al judaísmo (a ver, o sea, digamos). Vuelve, pero es otro. El otro hecho y esto es más simpático, es que ir a una escuela privada (vendida por los libertarios como la panacea educativa) no impidió que Carina forjara su perfil profesional como… tarotista y repostera.

-No ha lugar.

-No. pero no podía dejar de decirlo. Yo veo ahí una construcción de la propia trayectoria en contra de lo que sus padres quisieron para ellos (sin necesidad de matarlos físicamente) les permitió construir un imaginario de “for ever young” que probablemente haya rebotado en la sociedad en una forma distinta de la que pensábamos. Pensemos en los pobres Alfonsín y Menem que tuvieron que remendar (mal) sus matrimonios rotos porque la imagen pública así lo requería. Las cosas cambiaron: hoy Milei puede decir que su hermana es la primera dama sin tapujos, porque “donde vamos no necesitamos matrimonios”

-Eso es de…

-Volver al futuro.

-Igual, una farsa de noviazgo nunca está de más.

-Más vale. Y le puede decir hijos a los perros.

Ojo. No digo que esa apología de la hermandad de los Milei sea una impostura para los medios. Por el contrario, creo que es sólida y auténtica -no todo en Milei lo es- y es precisamente ahí donde radica su eficacia comunicacional, porque le permite a Milei mostrarse amoroso y dependiente de un otro, pero con un otro al que te une un vínculo de sangre. Querer a tu hermana y establecer un lazo inconmovible con ella no te impide ser un individualista feroz ¡porque estamos hablando de tu hermana!

Hay un poema de Giribaldi que dice

“Gatica se piantó como Carlitos:

no hubiera estado bien que fuera abuelo

y los nietos le dieran regalitos.”

Y este tipo explota un poco eso. Lo de dejar un bonito cadáver ya no le queda, pero le queda la soltería. Más allá de los aspectos económicos, él logró enganchar con la juventud de los jóvenes y con los arrepentidos de haberse casado.

-¡Epa! ¿tanto así?

-Pero sí. Y en ese imaginario, la idea de ser simplemente hermano (no padre, no hijo), es un puntal. Y más si esa hermandad se forjó contra un padre malísimo. Es una historia que aunque te la cuenten mal y el resultado haya sido un par de jodidos vengativos, es conmovedora.

-Al final, él que tanto cita La Biblia, quedó más cerca del Martín Fierro que de Caín y Abel o del hijo pródigo.

-Es así.