Actriz, guionista y ahora realizadora, la italiana Paola Cortellesi (Roma, 1973) estuvo de visita en Buenos Aires acompañando su ópera prima, la inmensamente popular en su país Siempre habrá un mañana, durante las dos funciones que tuvieron lugar en el marco de la 10° Semana de Cine Italiano. Dos funciones que en realidad fueron tres, ya que los organizadores del encuentro anual decidieron sumar una proyección extra luego de que las originales se agotaron a la velocidad de la luz. El debut de Cortellesi, que en Italia logró convocar a cerca de seis millones de espectadores, ingresando así en el Top Ten de los títulos más taquilleros en la historia reciente de ese país, llega este jueves a las salas comerciales de Argentina. “Lo cierto es que después de diez años de escribir guiones para otras personas, la idea de hacerlo para una película propia fue algo natural”, afirma la visitante en conversación con Página/12. Casada con el también cineasta Riccardo Milani, Cortellesi ha coescrito y/o protagonizado siete largometrajes que lo tuvieron como director, además de colaborar en guiones para otros realizadores como Massimiliano Bruno y Cristina Comencini.
Siempre habrá un mañana comienza con una imagen que encapsula uno de los temas centrales de la historia. Durante un amanecer como cualquier otro, Delia y su esposo Ivano despiertan acostados en la cama matrimonial; la expresión buongiorno de la mujer tiene como respuesta, sin razón aparente y como si fuera lo más normal del mundo, un regio sopapo. El año es 1946, el lugar una barriada romana y Delia comienza un nuevo día en el cual deberá sostener el precario equilibrio entre sus roles de esposa, madre y nuera con los eventuales trabajos como costurera en un local de la zona. Mientras un soldado de los Estados Unidos le regala en la calle un par de preciados paquetes de chocolate y un amor de la juventud que no pudo ser le ofrece algo de charla, la protagonista soporta las constantes humillaciones y retos del marido, el usual paso previo a la golpiza. Filmada en blanco y negro, la película describe con sentido del humor las regiones menos amables del inoxidable patriarcado, con el trasfondo de un momento en la historia italiana de grandes cambios políticos y sociales.
El de las mujeres y su lugar en la sociedad “es un tema que he tocado en muchas ocasiones, tanto como actriz –en el cine, el teatro y la televisión– como en el rol de guionista”, afirma Paola Cortellesi al comienzo de la entrevista. “He escrito guiones con argumentos que rozan el de Siempre habrá un mañana, ligados a la discriminación hacia las mujeres. Es un tema que me enerva y que interpela a todas las mujeres. Y no hablo sólo de la violencia física, también la verbal. Incluso esas violencias que no implican una ofensa verbal, pero que no dejan de ser violencias. La invisibilidad en el trabajo, por ejemplo, es algo que todas conocemos muy bien. Hace unos años escribí el guion de una película que tocaba el tema de la disparidad de salarios, una comedia en la cual la protagonista se inventa un subterfugio para poder vivir mejor. Lo cierto es que siempre me interesó hablar de esta cuestión, en varios niveles”.
-La de rodar en blanco y negro es una decisión estética fuerte. ¿Hay otras razones más allá de reflejar una época a través del cine que se producía en ese momento, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial?
-Más que estética diría que fue una decisión instintiva. Mi abuela y mi bisabuela me contaban historias de esa era, historias que habían presenciado o que habían escuchado. Cosas que se transmitían en los patios, porque lo cierto es que la vida entonces era muy comunitaria, había muy poca privacidad. Imagino que aquí en Argentina también ocurría algo similar. Cuando mi nonna me contaba esas cosas había un elemento que siempre me llamaba la atención: el tono humorístico, un tono ligero. Hablaban de cosas duras como el hambre, la miseria, la muerte, pero siempre un poco así, a la distancia. Supongo que eso es parte de la naturaleza humana; tal vez haya algo ligado a la necesidad de exorcizar todas esas cosas. Por otro lado, siempre he escrito guiones utilizando el humor. Lo cierto es que imaginaba esos recuerdos en blanco y negro, tal vez porque así era como me los había contado el cine de aquellos tiempos, el del neorrealismo. Incluso antes de comenzar a trabajar en el guion la decisión de que fuera en blanco y negro ya estaba tomada.
-Más allá de esa ligazón con el periodo neorrealista del cine italiano, hay en Siempre habrá un mañana claras influencias de la commedia all'italiana, cuyos máximos cultores lograron narrar las historias más oscuras utilizando el humor.
-Crecí viendo esas películas, como Nos habíamos amado tanto, de Ettore Scola, que solían pasar en la televisión estatal. Las mirábamos con mi papá, que era un apasionado del cine, en particular durante el verano, cuando pasaban películas viejas. Y el blanco y negro no era algo que me molestara. Tampoco el hecho de que fueran films antiguos para mí, que era una jovencita. Por el contrario, me gustaban mucho. Crecí con los grandes maestros de la commedia all'italiana, como Mario Monicelli, Dino Risi, Luigi Comencini, a quienes aprendí a amar. Por esa razón creo que esos nombres han moldeado mi manera de escribir. Una manera de entender el humor y, en cierto modo, el cine. Siempre he creído que la commedia all'italiana ha contado cosas de nuestro país mucho mejor que otro tipo de películas. El verdadero carácter italiano, que está lleno de matices. Esas comedias han descripto las cosas más terribles, pero siempre con humor. Hay una manera de ser del italiano, una forma de plantarse, que reúne esos tonos diversos. Hay una verdad en esa mezcla de tonos que no suele estar presente cuando la película trabaja uno solo, por ejemplo el dramático o la comedia pura y dura.
-Hay una película con la cual Siempre habrá un mañana tiene varios puntos de contacto: Seducida y abandonada (1964), de Pietro Germi, en la cual se describe con humor extremadamente ácido las costumbres sicilianas alrededor de los noviazgos, los matrimonios y los embarazos no deseados.
-¡Ehhhh! (la interjección es pronunciada de la manera más italiana que pueda imaginarse). Seducida y abandonada se ríe de todas esas cuestiones. Imaginate esa misma trama, trágica, sin el sentido del humor. Lo genial de la película de Germi es que se ríe de las cosas que ocurrían en esa época sin dejar de lado la crítica.
-Teniendo en cuenta tu experiencia como actriz, ¿cómo fue el proceso de dirección actoral con el resto del reparto?
-La parte más sencilla de la dirección fue la actoral. Creo que eso tiene que ver, en parte, con los treinta años de carrera que tengo como actriz, pero también con el hecho de que conté con un reparto extraordinario: Valerio Mastandrea, Emanuela Fanelli, Giorgio Colangeli y los actores jóvenes, que son excelentes. Tuvimos tres semanas de ensayos con todo el grupo, leyendo los diálogos en conjunto. Durante esa etapa previa hicimos algunas modificaciones y cambios, pero una vez que terminó el rodaje se realizó siguiendo estrictamente las líneas del guion. Como suele hacerse en el teatro, por otro lado. Usualmente escribimos de a tres –Furio Andreotti, Giulia Calenda y yo–, y cuando el guion final se aprueba luego de los ensayos este se sigue al pie de la letra. De la primera a la última línea. Una vez instalados en el set hay que pensar en miles de cosas, y no es posible detenerse en detalles del tipo “¿se podría cambiar esta o aquella palabra?”. La manera de decir los diálogos, el tono, deben estar decidido de antemano. Lo mismo con la puesta en escena: todo estaba claro antes de comenzar a filmar la primera escena. Pero no porque lo sepa todo, sino porque junto con el director de fotografía y el camarógrafo había detallado en el guion todos los encuadres, posiciones de cámara y direcciones de luz que teníamos pensado hacer. No fue un rodaje como los de Spielberg (risas), así que la ambición era lograr lo que queríamos con los elementos con los que contábamos. Y fue realmente muy bello, porque creo que lo logramos.
-El marco del relato incluye las primeras elecciones generales en Italia, que tuvieron lugar en 1946. Eso introduce en el relato un aspecto político muy importante, ya que fueron los primeros comicios en los cuales pudieron participar las mujeres. ¿Siempre estuvo presente en el guion?
-Absolutamente. En Italia, cuando la película se estrenó en octubre del año pasado, intentamos mantener un poco el secreto, la sorpresa. Pero es algo de lo cual me gusta mucho hablar. La última parte del film transcurre puntualmente en dos días que fueron muy importantes para nuestra historia: la primera vez que las mujeres pudieron votar en un sufragio político. Algo que además coincide con el reemplazo de la monarquía por una república. El 2 de junio de 1946 es el día del nacimiento de Italia como república. Importante, además, porque las mujeres tuvieron por primera vez ese derecho. En las imágenes documentales de esa jornada puede verse a las mujeres con las boletas electorales en las manos y, como escribió la periodista italiana Anna Garofalo en aquel entonces, “apretamos las boletas como si fueran cartas de amor”. Hay que pensar que en ese momento, durante ese día, las mujeres sintieron que era importantes más allá del padrone dentro de sus casas. El estado les daba la posibilidad y el derecho de ser importantes. Hay muchas mujeres relevantes cuyos nombres son recordados, las que tuvieron que ver con la reforma de la constitución y que incluso arriesgaron su vida, a las cuales celebramos justamente. Pero la idea de la película era celebrar a aquellas otras mujeres que nadie recuerda individualmente. Todas esas mujeres anónimas que fueron educadas en la obediencia, las “ignorantes” que, sin embargo, sabían que la emancipación pasaba por obtener derechos.
-¿Imaginaste que la película iba a transformarse en semejante éxito de público? ¿Cuáles fueron, en tu opinión, las razones de ese fenómeno?
-No, ¿cómo hubiera podido imaginarlo de antemano? Además, una ópera prima. Y, encima, la primera película de una mujer. Es algo absurdo, realmente, pero estoy feliz, desde luego. Creo que había hambre de una historia de esta naturaleza. Hay mucha sensibilidad en Italia respecto de la violencia hacia las mujeres, pero creo que el tono humorístico que elegimos para abordar el tema ayudó mucho. Si hubiera sido un film puramente dramático, además en blanco y negro, la repercusión hubiese sido distinta. En cambio, el humor realista de la vida ordinaria ayuda a entrar en la historia.