Pascuala Cueto nació en el siglo XIX y está presente dos siglos después no porque la imaginación la subraye sino por la contundencia de la vocación decidida. Está presente por haber sido una maestra transformadora, por su trabajo “revelador”, como lo llama Dora Barrientos.
La maestra del siglo XIX está presente porque sus convicciones retoman la conversación indispensable. Maestra desde los veintitrés años ejerció en la ciudad y en una escuela rural (en Bella Vista) hasta que llegó a Morón, su lugar en el mundo (si es que hay uno solo), el territorio donde fue maestra, donde fue directora y donde fundó el periódico El Adelanto (1897) y la Escuela Popular Laica. Pascuala pensaba la educación como un proyecto revolucionario y moderno. Pensaba en una escuela gratuita y mixta con biblioteca abierta, en una escuela que organizaba excursiones, recitales, proyectos en los que participaba la comunidad de madres y padres, en talleres de idiomas y oficios, en capacitaciones docentes y en debates pedagógicos. Un paraíso.
Pero el paraíso creado por una mujer le molestó a la sociedad conservadora que fue a golpearle las puertas al Consejo Escolar para derrocarla con una acusación implacable: Pascuala, la maestra socialista que de noche les daba clases a los trabajadores de Morón, no iba a misa los domingos. ¿Hacía falta otro motivo? Por las dudas también la acusaron de haber comprado por suscripción un piano para la escuela. La destitución de Pascuala que La Vanguardia tituló “La mazorca en Morón” provocó que cientos de personas (algunas crónicas dicen que fueron quinientas) salieran a la calle y caminaran desde la plaza hasta la casa de la maestra (¿fue la primera marcha popular de Morón?) para pedir justicia: “La señorita Pascuala Cueto, directora de la escuela número 2 de Morón, en cuya localidad intachablemente ejercía el magisterio desde hace 16 años, ha sido de pronto destituida” (Caras y Caretas nº 259, Buenos Aires, 1903).
Pascuala fue despedida pero no abandonó la docencia ni olvidó su militancia por un proyecto educativo; durante siete años (hasta que pudieron sostenerla económicamente con rifas y kermeses incluidas) dirigió la Escuela Popular Laica, conocida como la Escuela Cueto, impulsada por el Centro Socialista Femenino, por la Liga por la Educación Laica y por la comunidad, y a donde iban a dar charlas y clases magistrales feministas como Elvira Rawson.
Además de sostener la escuela, Pascuala continuó enseñando de noche, defendiendo la educación pública, denunciando las arbitrariedades del Consejo Escolar, la falta de formación de muchas maestras y escribiendo artículos como “La sirvienta”, publicado en Vida Socialista, en 1911, en el que se preguntaba por la educación de “este ser nacido para satisfacer los gustos de los demás” al que no le quieren dar horas del día para estudiar y para “preparar su inteligencia para defenderse de la corrupción social”.
¿Qué pasó con Pascuala entre los años de vocación de obra maestra y la placa homenaje en el cementerio de Morón? ¿Qué pasó antes de que su nombre fuera el nombre de una escuela y de una calle? Las crónicas dicen que convertida en mendiga murió sola en un banco de la estación de tren de Haedo.