Murray está exultante. Un discípulo de su pensamiento se ha pronunciado contra la obligatoriedad de la educación, diciendo en pleno uso de sus facultades mentales que “libertad es que si no querés mandar a tu hijo a la escuela porque lo necesitas en el taller, podés hacerlo”. El discípulo es Alberto Benegas Lynch, que está preocupado porque su amigo el presidente Javier Milei salió a decir que sus declaraciones eran “desafortunadas”.
Pero Bertie, como lo llaman a Benegas Lynch, cambia de la preocupación a la alegría al ver su celular que suena.
-Hola maestro Murray. ¿Cómo anda?
-Bien Bertie, saludando a un discípulo que trasmitee correctamente mi pensamiento.
-¿Usted dice por mis declaraciones sobre la no obligatoriedad de la educación?
-En efecto, es brillante tu razonamiento.
-Pero, maestro, parece que Javier está un poco molesto.
-No te preocupes, yo en un ratito hablo con él y lo enderezo.
-¡Gracias maestro!
-No le tengas mieda a las críticas del zurdaje.
Murray es Murray Rothbard, (1926-1995) el economista norteamericano, integrante de la Sociedad Mont Pelerin que en 1947, en base al libro “Camino a la Servidumbre” de Von Hayek, dió inicio a la cristalización ideológica del llamado pensamiento neoliberal. Según Jesús Huerta de Soto, Rothbard es uno de los "gigantes" de la Escuela Austriaca y defensor relevante del llamado Libertarianismo en EE.UU. y es uno de los pilares ideológicos del pensamiento de Milei, que lo cita como su fuente de inspiración. En “La Ética de la Libertad”, de 1982, Rothbard traza los lineamientos del llamado anarco-capitalismo. En ese estilizado estudio podemos concluir que luego de abordar diversas problemáticas, el eje ordenador de su pensamiento es la relevancia de la propiedad privada, como eje gravitacional del conjunto de la vida humana.
En el capítulo XIV se abordan los derechos de los niños. A esa altura de la obra ya ha determinado el derecho de propiedad de todos sobre su propia persona y el derecho de propiedad en general como ordenador social. Con respecto a los niños, nos dice que “el principio del derecho de autoposesión en favor de todos y cada uno de los hombres se aplica a los adultos, es decir, propietarios de sí mismos que deben utilizar su mente para elegir y alcanzar sus fines. Ahora es evidente que un recién nacido no es propietario de sí actual sino potencial”
Esto lo lleva a Rothbard a una complejidad: ¿cuándo los niños adquieren su derecho a la libertad y a la autoposesión?
Luego de un largo recorrido llega a las siguientes conclusiones: “podemos decir que los padres, en cuanto creadores del niño, son sus propietarios. Un recién nacido no puede ser en ningún sentido una persona que se posee a sí misma. La propiedad recae sobre la madre o sobre algún pariente o allegado”. Y que por eso “todo intento de quitárselo por la fuerza es una violación a los derechos de propiedad de la madre”. Pero este derecho a la propiedad tiene que tener un tiempo límite. ¿Cuál es el límite? ¿La edad de 18 o de 21 años?
Para Rothbard el límite se encuentra en la propiedad. “La clave de esta espinosa materia se encuentra en los derechos de propiedad de los padres sobre la vivienda. El niño adquiere la plenitud de sus derechos de propiedad cuando demuestra que los ejerce de hecho, es decir, cuando vive fuera o se ha ido de casa”. Mientras eso no ocurra, Rothbard dice que “si un padre puede tener la propiedad de su hijo, puede transferirla a terceros. Puede dar al niño en adopción o puede vender sus derechos sobre él en virtud de un contrato voluntario". Es decir, “los padres deberían poder vender los derechos de fideicomiso sobre sus hijos a quien quisiera comprarlos por un precio previamente convenido”.
Benegas Lynch se atreve a cuestionar la obligatoriedad de la educación. Y Rothbard le sugiere que repase “Por una Nueva Libertad. El Manifiesto Libertario”, de 1973.
El autor señala que las leyes de “escolaridad compulsiva” deberían analizarse como ejemplos de “servidumbre involuntaria“ porque en base al pensamiento del sociólogo Paul Goodman (1911-1972) define al sistema educativo como una prisión. En esa prisión “se tiraniza a millones de niños desconformes e inadaptables dentro de la estructura escolar”. Goodman planteó que darle instrucción formal a niños que no tienen capacidad implica una aberración. Rothbard dice que “Goodman plantea que la mayoría de los niños estarían mucho mejor si se les permitiese trabajar a edad temprana, aprender a ejercer actividades comerciales y comenzar a hacer aquello para lo que son más aptos”.
Rothbard se pregunta de dónde salió lo que define “como una compulsión hacia la educación masiva”, apoyándose en la obra de Albert Jay Nock (1870-1945). Para el Mises Institute, basado en Alabama, Nock es un notable pensador anti-estatista, autor de diversas obras, fundador de la revista Freedman en la que divulgó las ideas de una restauración radical libertaria. Entre sus ideas fundamentales está la que dice que no puede haber libertad sin libertad económica y que el Estado es el enemigo de la libertad económica. Y en su texto “La Teoría de la Educación en los Estados Unidos”, publicado en 1932, condena la obligatoriedad educativa y la propia intervención del Estado.
En la misma línea de pensamiento, Rothbard cree que la obligatoriedad de la educación supone la búsqueda de la igualdad de oportunidades. En “El egalitarismo como rebelión contra la naturaleza”, de1974, describe a tales prácticas “egalitarias” como aberrantes. Dice: “los egalitaristas, aunque sean individuos inteligentes, niegan la base misma de la inteligencia… como las leyes de la naturaleza”. Es decir que deberíamos aceptar sin resistencia que la naturaleza nos hace desiguales.
Retomando ideas de Nock, Rothbard señala en el Manifiesto que “en lugar de permitir que asistan a la escuela aquellos que tienen la aptitud y la habilidad necesaria, se obliga a todos, supuestamente por su propio bien. El resultado es que se produce una deformación en las vidas de quienes no tienen capacidades para estudiar y los verdaderamente dotados se ven privados de una instrucción apropiada”.
Al rato suena el móvil y a Javier Milei le brillan los ojos.
-Profesor Murray ¿cómo anda?
-Bien Javier, pero un poco enojado con usted.
-¿Conmigo?
-Sí Javier. Lo criticó a Bertie y usted sabe que sólo quiso expresar mi pensamiento, el que usted siempre dice compartir.
-Señor, le aseguro que sólo fue para tratar de sacar el tema de la agenda, pero le aseguro que pienso como él. Quédese tranquilo maestro Rothbard. ¿O acaso se olvida que yo instalé su idea sobre la venta de niños?
-Bueno Javier, lo comprendo. Pero llame a Bertie para disculparse.
Milei, maldice en soledad. Pero Rothbard tiene razón, Bertie expresó lo que Milei también piensa sobre la educación.
Minutos después, de Olivos sale una llamada a Benegas Lynch.