Mientras el gobierno festeja lo que califica de "desaceleración", o directamente "colapso" de la inflación, en palabras del ministro de Economía, el índice de precios oficial se desarma ante los aumentos exorbitantes que las y los argentinos sufren desde fines del año pasado, y los datos celebrado no parecen compensar la pérdida real del poder adquisitivo. La recesión económica como ancla real y nominal por la vía de los salarios complica el clima social.
“Hay que pensar que a principios de año las grandes alimenticias fijaron precios pensando en un dólar a 1.500 pesos, y eso no sucedió. Los precios más que se duplicaron en apenas cuatro meses, desde diciembre, pero las condiciones económicas no variaron sensiblemente, inclusive los salarios están congelados. Entonces ya no vimos remarcaciones tan grandes en marzo, pero los precios quedaron en niveles muy altos”, cuenta a Página/12 Fernando Savore, presidente de la Federación de Almaceneros de Buenos Aires (FABA).
Si el kilo de jamón cocido pasó de 9.988 pesos en febrero a 10.445 en marzo en un almacén de la provincia, según releva Indec, el precio sigue siendo alto porque es el doble de lo que costaba en noviembre. Otros productos aumentaron más que 11 por ciento mensual que marcó Indec en marzo, por ejemplo el queso pategrás que subió 18 por ciento hasta 12.793 pesos (en noviembre valía 5.488 pesos el kilo), o los pañales descartables que subieron 20 por ciento hasta los 3.666 pesos (contra 1.117 en noviembre), y el dulce de leche que aumentó 18 por ciento y pasó a valer 2.073 pesos (contra 942 pesos en noviembre los 400 gramos).
Los consumidores todavía buscan adaptarse a los nuevos precios, “existe un comportamiento de negación en muchos clientes que todavía no se animan a dejar de comprar un pan Bimbo a 4.200 pesos, por ejemplo, porque no le alcanza o porque no está dispuesto a pagar ese precio cuando poco antes costaba menos de 1.500 pesos”, observa Savore. “Es gradual, pero muchas personas empiezan a migrar hacia las marcas pyme porque la dispersión de precios es enorme: una Coca Cola vale 3.500 pesos contra 1.200 la bebida marca Manaos, o sale 2.200 un litro de yogurt marca Danone y 1.200 el Suipachense”, agrega.
Las segundas marcas son mucho más visibles en los supermercados ahora. En una localidad bonaerense, el amargo serrano Terma se mantuvo en 1.740 pesos entre marzo y febrero, pero en enero costaba 980 pesos. Tacconi y Tres Torres, que cuestan 1.040 pesos, son fabricadas por el Grupo Cepas al igual que Terma y ganaron lugar en la góndola. Este diario informó que los consumidores pueden ahorrar hasta un 50 por ciento del valor de las compras cuando aprovechan descuentos, ofertas o segundas marcas.
Por otro lado, según comenta el dirigente almacenero, “los comercios barriales empezamos a recibir bonificaciones de grandes empresas, como es el caso de Arcor, para vender más”, bonifican pero no bajan los precios. Eso es posible por la estabilidad nominal de los costos de estas empresas y que aumentaron muchísimo tras la devaluación. “Otra cosa que estamos viendo son importantes ofertas en hipermercados y mayoristas, que pusieron la mercadería al 50 por ciento del valor, pero tienen vencimiento en la semana entrante. Estas prácticas deben ser denunciadas, nosotros elevamos un informe ante Defensa del Consumidor”, advierte.
Preocupa la situación a partir del mes que viene, “en abril estamos recibiendo listas de precio con subas del 4 por ciento, que no son muy altas pero los aumentos van a llegar con las nuevas tarifas de luz: los comercios pasamos de una factura de 120.000 a 400.000 pesos, esa es nuestra principal preocupación”. Van a cerrar muchas pymes, las carnicerías, las panaderías, etc. porque las facturas son impagables y las ventas se van a resentir necesariamente, si una familia pagaba 35.000 y ahora debe pagar 220.000 pesos de luz.
Recesión y estabilidad cambiaria
Los economistas consultados por Página/12, en primer lugar marcan una mesura al sostener que 11 por ciento de inflación mensual, “si se lo compara con datos antes de las PASO o del ballotage, no es un nivel tan bajo”. De acuerdo al economista Genaro Grasso del Centro Cultural de la Cooperación “a partir de ahora la inflación quedará en un piso inercial que va a ser difícil descender”. Y eso se ve en que los productos que más aumentaban en diciembre y enero fueron los transables, por ejemplo los productos que se compran en los supermercados, mientras en febrero y marzo subieron más los no transables, es decir los servicios que están indexados.
La categoría bienes subió 23,5 por ciento y los servicios 16,5 por ciento en promedio entre diciembre y enero, según datos de Indec, en tanto que en febrero y marzo aumentaron 11 y 17 por ciento respectivamente. A los analistas no sorprendió el dato de inflación de marzo, que de hecho venía siendo adelantado por las consultoras privadas que sondean precios en supermercados o locales de consumo masivo.
Mermó el crecimiento de la inflación en bienes básicamente por la estabilidad del dólar y los salarios nominales, ambos funcionan como “anclas”. Para Grasso una de las patas del modelo económico de Javier Milei es la apreciación cambiaria, que consiste en mantener un ritmo de devaluación mucho más bajo que la inflación: 2 por ciento versus 11 por ciento. “Esto genera una presión competitiva vía importaciones y el abaratamiento de los costos por insumos importados que mantienen relativamente bajos los precios”, aseguró, aunque manifestó sus reservas sobre la sostenibilidad de la estabilidad cambiaria.
En tanto, para Florencia Médici, investigadora de Conicet y CITECDE en la Universidad de Rio Negro, “la recesión, el crecimiento del desempleo y el miedo a perder el trabajo están haciendo que la inflación no se dispare porque mantienen pisados los reclamos salariales, así que no creo que haya nada que celebrar”. La conflictividad social puede resultar una amenaza en ese sentido, pero lo más difícil fue sostener la estabilidad cambiaria sin controles cambiarios.
¿La paz cambiaria se mantiene?
Argentina acuñó el concepto de “estanflación” en la teoría económica mundial, y alude a la convivencia de inflación con estancamiento económico. Eso era imposible para la teoría tradicional toda vez que una recesión frena la suba de precios. En Argentina la recesión es compatible con la devaluación cambiaria, y esta acelera la inflación, de modo que cabe preguntarse ¿cuán frágil es la estabilidad cambiaria conseguida por Javier Milei?
“El enfoque cambiario del Gobierno resulta pragmático y combina aspectos ortodoxos (una maxi devaluación) con otros menos convencionales (sostenimiento a rajatabla de controles, postergación de pagos de importación y canalización de dólares oficiales al mercado paralelo)”, advierte la consultora Centro-Periferia. Esa estrategia generó buenos resultados, “mientras que en otros años de vigencia de controles de cambio (2012-15 y 2020-23) el Banco Central compró un promedio de 300 millones de dólares a lo largo del primer trimestre del año, en 2024 adquirió 8.500 millones de dólares”, calculan.
Sin embargo en las últimas semanas el presidente repitió en sus entrevistas “no vamos a devaluar”, lo cual no sienta un buen precedente. La estrategia de postergación de pagos a importadores fue lo más relevante para acumular reservas pero tiende a agotarse hacia fines de abril, “fue ampliamente utilizada por la gestión económica anterior, y es ahora replicada por las nuevas autoridades”, advierte el informe.
“A pesar de prescindir de las intervenciones directas del Banco Central sobre la brecha, las nuevas autoridades articularon un esquema a partir del cual vuelcan a los mercados paralelos una cuantía muy significativa de dólares oficiales (mucho mayor que la de sus antecesores). Por esta vía se han mantenido a raya las cotizaciones de los dólares paralelos y se construyó la baja de la brecha”, agregan. Esas vías fueron el Programa de Incremento Exportador y el sostenimiento de la liquidación de dólares provenientes de gastos de turismo y con tarjeta de extranjeros en el país en el mercado financiero.