Lo salvaje de la naturaleza aun no se ha manifestado y no creo que se vislumbre. El adiestramiento inconsciente que se ejerce desde el poder es tan cínico como eficaz. La raza humana, en su mayoría, está pendiente de patrones sociales que detentan un ideario integrador como carcelario. Lo que no se adecua a ese modelo queda expuesto como una rebeldía comunista, populista, de seres formateados con filosofías socialistas que piensan al sujeto como eje en un colectivo solidario.

Modelos opuestos. Miradas atravesadas por ese impulso íntimo que no reconoce al otro, a la persona que habita fuera de su círculo privilegiado. Entonces sucede el movimiento en las sociedades. Algunas tratando de generar una cierta igualdad de oportunidades. Integrando lo más bajo hacia esas cúspides inalcanzables, intocables. Como no recordar la Revolución Francesa. Los roles en las sociedades modernas han cambiado teniendo en cuenta aquellos años de la burguesía, la aristocracia, los reinados, los súbditos y esclavos.

Pareciera que en Argentina esos cambios que renovaron la forma de vida cotidiana en la gente no tienen asidero. Vemos elites privilegiadas por oscuras transacciones. Personas que ejercen la política desde una alfombra mágica, flotando sobre un pueblo angustiado y a punto de estallar. 

¿Qué nos queda? El voto democrático. Esa especie de trampa, donde nos incrustan durante meses mensajes para que al ir el domingo a las urnas no decidamos por nuestra voluntad, ejerciendo el poder de lo que creemos. Vamos como zombis enlatados en lo que nos hemos alimentado durante las campañas. Escuchando todos esos discursos mediocres y oportunistas. No escudriñando como deberíamos. Así las cosas, hermanas y hermanos de esta parte del hemisferio. Si aun no decidiste irte al carajo de este trágico país, resiste. Ojo, que no te invadan tu intimidad, esa cueva sagrada y desolada.

 

Osvaldo S. Marrochi