Los Alpes franceses tienen tanto hielo como sordidez. Así se los habían retratado en Los ríos de color púrpura (Mathieu Kassovitz; 2000) y la postal vuelve a reponerse con la miniserie francesa Antracita (reciente estreno de Netflix). En ambas producciones, además, resuenan los casos de la Orden del Templo Solar con sus suicidios en masa y los códigos del thriller adaptados a la geografía montañosa. El centro de los acontecimientos, en esta ocasión, es el ficticio Lévionna, pueblito que en 1994 se vio sacudido por un ritual mortuorio y un enigmático gurú como único sobreviviente. Tres décadas después, las muertes vuelven a sacudir al engimático lugar.
Los protagonistas en estos seis episodios serán Jaro Gatsi (Clément Penohat) e Ida (Noémie Schmidt). El forastero y la ciberdetetive en búsqueda del paradero de su padre. La mayor sorpresa de Antracita, sin embargo, está en su tono, un suspense que no le rehúye a la comedia negra para alejarse de la solemnidad. Suerte de Grand Guignol en plena era del algoritmo.