La estrategia de Israel contra Irán ha tenido éxito: el masivo ataque iraní con drones y misiles le ha permitido recobrar a Tel Aviv el pleno apoyo de Washington, político y militar, ha desviado la atención del genocidio que sus tropas están cometiendo en Gaza contra el pueblo palestino y ha movilizado a Occidente en apoyo de Israel, la única democracia, al menos nominal, en Oriente Medio, y en contra del régimen teocrático de Teherán, condenado por responder con las armas al ataque israelí contra su embajada en Siria.
El lanzamiento de cerca de 300 drones y misiles contra Israel en represalia por el bombardeo del 1 de abril al consulado iraní en Damasco también ha mostrado la eficacia de la defensa aérea israelí combinada con el apoyo estadounidense y británico a la hora de interceptar prácticamente la totalidad de los ataques.
Aunque para Israel ha sido un valioso ensayo de lo que podría ser una oleada de bombardeos iraníes, la acción, no obstante, ha evidenciado que sus defensas antiaéreas no serían tan efectivas sin la coordinación con el Pentágono y si no hay un continuado suministro de munición por parte del aliado estadounidense.
Según indicó el Ejército israelí, ninguno de los 170 drones lanzados por Irán alcanzó territorio de Israel. Todos fueron derribados. En cuanto a los escasos misiles que pudieron impactar en Israel, ninguno causó daños gracias a la combinación de los escudos de defensa antiaérea israelíes con el apoyo de aviones y misiles antiaéreos estadounidenses y británicos, respaldados también por Francia, Alemania y Jordania con acciones de detección y localización de objetivos.
De una victoria que no le corresponde solo a Israel, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se vanaglorió en la red social X (antes Twitter): "Interceptamos, bloqueamos, juntos venceremos".
Un ataque anunciado
El ataque iraní, comunicado previamente a Irak y Jordania (y por tanto a EEUU) apuntó a un intento de Teherán de tantear las defensas israelíes, al tiempo que se ofrecía un "espectáculo" destinado a salvar la cara del régimen islámico a nivel interno y ante sus aliados en Oriente Medio.
El bombardeo masivo de la noche del viernes y madrugada del sábado fue la respuesta al asesinato el 1 de abril del general iraní Mohammad Reza Zahedi en el bombardeo del consulado de Irán en Damasco perpetrado por Israel. En este ataque murieron otros seis altos mandos militares iraníes y seis sirios.
Lo que parece evidente es que el Ejército iraní no pretendía dar a Israel un pretexto para encender la mecha de una guerra abierta y provocar en la región una escalada bélica sin límites.
El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, incidió en que el ataque iraní, sin víctimas civiles, "estaba orientado básicamente a instalaciones militares" y había sido "prácticamente anunciado", de ahí la respuesta inmediata y la interceptación del 99% de los drones y misiles lanzados.
Borrell expresó su esperanza en que "la respuesta [israelí] no produzca otra respuesta y se llegue a un conflicto regional que haga olvidar la guerra en Gaza". El ministro del Gabinete de Guerra israelí, Benny Gantz, ya confirmó en este sentido que la intención de Israel es responder a Irán "en la forma y el momento adecuado", y para ello adelantó que Tel Aviv podría tratar de formar una "coalición regional".
EE.UU. no apoyará un contraataque israelí a la ofensiva iraní
El G7, reunido a instancias de EEUU, insistió este domingo en lo más evidente: el ataque de Irán a Israel conlleva "el riesgo de una escalada regional incontrolable".
La Casa Blanca, aunque ha respaldado totalmente a Israel, no puede ocultar esa misma preocupación, pero no tanto por el fallido o limitado ataque de Irán, sino por la respuesta que podría dar Tel Aviv. Según la cadena estadounidense NBC News, el presidente Joe Biden mostró en privado su temor a que Netanyahu pretenda empujar a EEUU a un conflicto incontrolable si no mide las consecuencias de una respuesta desproporcionada.
Una respuesta como la de Israel en Gaza tras el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre pasado, cuando sus milicias asesinaron a 1.200 personas en una incursión en territorio israelí. Este conflicto de venganza desatado por Netanyahu ha causado ya la muerte de casi 34.000 palestinos.
Por eso, el presidente estadounidense subrayó en una conversación telefónica con Netanyahu, al comenzar el ataque iraní, que Washington seguirá apoyando a Israel, pero no participará, de momento, en ofensivas contra Irán.
En un mensaje dirigido más a Tel Aviv que a Teherán, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU, John Kirby, declaró que Biden busca a toda costa evitar una guerra total en Oriente Medio. "Cada decisión, cada discusión que ha tenido [Biden] está diseñada para no permitir que esto se convierta en una guerra regional amplia y ahí es donde todavía está su cabeza", refirió Kirby.
Las primeras víctimas de ese involucramiento estadounidense serían las tropas desplegadas en Oriente Medio. Tal y como advirtió el ministro de Exteriores de Irán, Hosein Amir Abdolahian, el Ejército de su país atacará "inevitablemente" a las posiciones y estacionamientos estadounidenses radicadas en Siria, Irak y Jordania si estas bases son empleadas para "defender y apoyar" a Israel.
El régimen de los ayatolás tiene una amplia red de alianzas en la región, en el llamado Eje de Resistencia que engloba a milicias islamistas chiíes en Siria, Irak y Yemen. Algunas de estas agrupaciones disponen de auténticos ejércitos de paramilitares armados durante años por Teherán, como Hizbulá, en el sur del Líbano y Siria.
Además, Irán se beneficia del respaldo político y económico de Rusia y China. Pekín tiene en Irán uno de sus mayores suministradores de hidrocarburos y por eso el Gobierno chino llamó a la moderación, a la par que metía el dedo en la llaga y señalaba la necesidad de "sofocar lo antes posible el conflicto de Gaza", desencadenante de esta crisis.
Las relaciones del Kremlin con los iraníes se extienden además al ámbito militar, con el intercambio de armamento y tecnología bélica, y en la cooperación en la estabilidad de Siria, donde rusos y persas han ayudado al régimen del dictador Bachar al Asad contra las fuerzas opositoras respaldadas por Estados Unidos y contra el Estado Islámico en la década pasada.
De Israel depende ahora todo
La Casa Blanca lo ve claro. Que se desate una guerra regional depende de Israel y de su respuesta al ataque iraní. Los escenarios son diversos, a cada cual más peligroso. Uno de ellos, el menos probable, es que Israel no haga nada, con lo cual los ánimos antiisraelíes en todo Oriente Medio crecerán, así como las acciones para comprobar esa supuesta debilidad de Israel.
Otra posibilidad es que Israel ataque a los aliados islamistas de Irán. En este caso, se esperaría un golpe contra las milicias de Hizbulá en el Líbano, que podría conllevar a su vez una nueva invasión de ese país vecino desde el sur limítrofe con Israel. Como preámbulo de las acciones de represalia que pueda tomar Israel, este domingo su Ejército golpeó de nuevo posiciones de Hizbulá en el sur del Líbano, después de que las guerrillas proiraníes acompañaran al lanzamiento de misiles y drones desde Irán con sus propios disparos de cohetes.
Otro escenario de esa casi segura retaliación de Israel por los ataques de la pasada madrugada, el peor de todos, sería un ataque masivo en territorio iraní, contra bases militares, arsenales, depósitos de combustibles, infraestructuras críticas y, sobre todo, contra las instalaciones donde se está desarrollando su programa nuclear, en parte civil, en parte militar.
Es necesario recordar en este punto que Israel tiene un número indeterminado de armas atómicas y que en sus planes de defensa no se excluye su uso.
El peor de los escenarios, sobre todo para la economía mundial
Si una ofensiva aire-tierra contra Irán tuviera lugar, las repercusiones sobre el Golfo Pérsico serían muy graves y llevarían con seguridad al bloqueo de las rutas comerciales que cruzan ese mar hacia el estrecho de Ormuz, que Irán podría llegar a taponar.
Un 30% del petróleo que consume el planeta pasa precisamente por Ormuz, por lo que el impacto sobre la producción y el comercio de hidrocarburos sería mucho más grave que el producido por el corte del suministro hacia Occidente del gas ruso a raíz de la invasión de Ucrania.
Si, además, se para el transporte por el mar Rojo por la acción apoyada por Teherán de los rebeldes yemeníes hutíes, la hecatombe económica mundial estaría servida. Por esta cuenca marítima pasa el 30% del tráfico mundial de contenedores.
Si la guerra de Ucrania, tras su invasión por Rusia, sacudió el precio de los hidrocarburos, este conflicto, en el corazón productor de petróleo del planeta, podría tener consecuencias devastadoras para la economía mundial. Sin ir más lejos, Irán es el octavo productor mundial de petróleo y el tercer productor de gas.
Demasiados riesgos para EEUU
Aunque a Estados Unidos le convendría incrementar su presencia militar en Oriente Medio y a sus compañías energéticas les atrae mucho el pastel de los hidrocarburos de Irán, el desastre de la guerra de Irak pesa aún sobre la memoria de la Casa Blanca y hay elecciones presidenciales en noviembre.
La apuesta de Netanyahu pasa por deshacerse de todos los potenciales enemigos para Israel, desde Hamás a Hizbulá, pero sobre todo el régimen iraní. Sin embargo, la caída de éste podría causar en estos momentos un terremoto geopolítico desde Turquía a Afganistán, de donde acaba de salir escopetado Estados Unidos, por no hablar de la debacle económica mundial.
El riesgo de la estrategia belicista de Netanyahu es muy alto, sobre todo porque en el fondo esconde su pugna para mantenerse en el poder y no ser juzgado en un futuro por crímenes de guerra y genocidio. Y eso tampoco se olvida en Washington.