Horacio Zeballos parece no padecer el transcurrir del tiempo. Tiene 38 años, un recorrido tan rico como extenso y una familia conformada por su mujer Sofía Menconi y sus hijos Emma y Fausto. Más allá del trajín de los años, de la larga ruta que transita en el circuito, exhibe una cualidad incombustible: el hambre.
Alimentado a base de motivación, con la pulsión intacta por ganar cada vez que se mete en la cancha, este lunes volvió a lo más alto: es el nuevo número tres del mundo en dobles masculino, sólo por debajo del australiano Matthew Ebden (36 años) y el indio Rohan Bopanna (44).
"Estoy muy contento por seguir competitivo y sumar buenos resultados. Es la motivación que tengo todos los días cuando entro a la cancha a entrenarme: busco ser mejor jugador y mantenerme competitivo. En este nivel tan duro lo más difícil es mantenerse. Y van pasando los años y seguimos ahí arriba en el ranking. Es una sensación muy linda", le contó el marplatense a Página/12, horas después de observar su nueva ubicación en el perfil de la ATP y un día antes de debutar este miércoles, junto con su compañero Marcel Granollers, en el ATP 500 de Barcelona ante la dupla conformada por los españoles Daniel Rincón y Oriol Roca Batalla.
El motor de Zeballos tiene el mismo empuje de su etapa de formación, el que tenía aquel chico formado en el Edison Lawn Tenis, en Mar del Plata, de la mano de su padre Horacio. Muchos años después se sostiene con la misma esencia: "Creo que la única manera es seguir motivado, buscando objetivos y tratando de ser todos los días un poco mejor. Si uno tiene esa motivación y ese gustito por dar lo mejor de uno se va a mantener activo y con posibilidades de triunfar. Si no tuviera este fuego de querer seguir en competencia, si me costara entrenarme, no podría estar en este nivel tan difícil. Todo eso me lleva al día de hoy poder seguir arriba".
Se trata del mismo empuje que lo llevó a transformarse en el mejor doblista de la historia del tenis argentino, el que ganó nada menos que 20 títulos en el máximo circuito por parejas -seis de Masters 1000-, que dejó atrás el récord del legendario Guillermo Vilas (16) y que alcanzó tres finales de Grand Slam y una en el Campeonato de Maestros.
Hoy, sin mirar en el espejo retrovisor pero sin planear demasiado a largo plazo, su objetivo primordial es extender este presente durante el mayor tiempo posible: "Siempre tratamos de entrar a la cancha a ganar, aunque a veces no se puede. Las derrotas todavía me duelen y eso quiere decir que sigue siendo mi pasión. Siempre doy lo mejor de mí: ojalá me pueda mantener así durante el resto del año para buscar nuevos objetivos. Quiero seguir escalando y, si no se puede, quiero mantenerme".
Las claves del doblista
Mantenerse arriba, en efecto, tiene que ver con el oficio. Si bien Zeballos hizo una carrera de primer nivel como singlista, en la que llegó a ser el 39° del ranking y hasta derrotó a Rafael Nadal en una final sobre polvo de ladrillo en Viña del Mar -su único trofeo en individuales-, explotó todas sus cualidades y se metió en la elite de la elite en el circuito de dobles. El oficio lo acarrea desde muy pequeño, por influencia directa de su padre en la forma de trabajar en su Mar del Plata natal y varios años durante su carrera profesional.
Horacio padre le sacaba desde el cuadrado de servicio para entrenarle los reflejos, una cualidad clave en el tenis por parejas. También profundizaba en otro ejercicio del "mini tenis" que el zurdo practicaba incluso cuando ya jugaba a un nivel muy alto: hacía partidos en los dos cuadrados de saque, no podía volear y sólo tenía permitido utilizar drop shots y slice.
El entrenador buscaba hacerlo correr y pulirle las reacciones. Alguna vez lo detalló en diálogo con este diario: "Él jugaba en los dos cuadrados y yo sólo en uno, con mucha ventaja; era para entrenar la sensibilidad y los toques". Tanto le gustaba el doble que en 1997 el pequeño Horacio aceptó una propuesta para jugar, con sólo 12 años, dos torneos de primera junto a su padre en el Náutico y en el Tenis Club Mar del Plata. No salieron campeones pero sí ganaron varios partidos.
El ajedrez, un sustento fundamental
Zeballos, además, tiene una devoción especial por otro deporte que le genera dividendos en el tenis: el ajedrez. Aprendió a jugar con su padre en el club y hoy le permite ejercitar la parte mental en medio de los torneos. "El tenis es mi prioridad pero soy un loco del ajedrez y es una pasión. Soy malo, eh, pero lo disfruto y trato de jugar partidas rápidas para que se asimile al formato de dobles, en el que hay que resolver situaciones en muy poco tiempo”, explicó años atrás.
El zurdo no sólo juega al deporte del tablero de manera presencial, sino que suele hacerlo en una plataforma de internet que conecta a gente de todo el mundo y en la que, al parecer, tiene un muy buen ranking de aceptación para los torneos. Alguna vez incluso tuvo que poner un freno porque, si bien el ajedrez es un deporte que ejercita la fortaleza emocional y la capacidad pensativa, también genera cierta fatiga en la parte mental. El oficio del doblista de elite, está claro, no surgió de la nada.