ABIGAIL 7 puntos
(Estados Unidos/Irlanda, 2024)
Dirección: Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett.
Guion: Guy Busick y Stephen Shields.
Duración: 109 minutos.
Intérpretes: Melissa Barrera, Dan Stevens, Alisha Weir, Kathryn Newton, Will Catlett, Giancarlo Esposito.
Estreno en salas de cine.
Matt Betinelli-Olpin y Tyker Gillett, la dupla de realizadores estadounidenses que, junto con el guionista Guy Busick, “revitalizó” la saga Scream con sus capítulos 5 y 6, estrenados en 2022 y 2023 respectivamente, levanta la puntería con esta relectura solapada de las comedias de horrores vampíricos, en particular las de la década de 1980. No hay tonos retro en Abigail, pero el paso del drama de suspenso al gore desembozado e incluso caricaturesco, siempre dentro de las paredes de lo que podría definirse como una mansión embrujada, señalan hacia ciertos placeres genéricos del pasado. Sumando en el departamento de guion al irlandés Stephen Shields, el cuarteto faena uno de esos relatos de encierro y pavor creciente (no es casual que se cite abiertamente la novela Diez negritos), aunque en un primer momento la cosa parezca ir por un lado mucho más realista.
Los primeros cuarenta minutos de Abigail describen el secuestro de una niña amante del ballet, la hija de alguna clase de multimillonario. El equipo responsable del operativo criminal está integrado por cuatro hombres y dos mujeres que no se conocen previamente, y cuyos nombres deben permanecer en estricto secreto (como en tantos grandes robos y otras yerbas ilegales en la historia del cine). Quien los ha reunido para llevar a cabo la misión es un hombre del submundo interpretado por Giancarlo Esposito, y una vez que la joven ha sido llevada a la vieja casona abandonada sólo es cuestión de esperar veinticuatro horas hasta recibir el dinero del rescate. Desde luego, nada saldrá según los cálculos, y el desastre comienza a horadar la faena cuando el primero de los secuestradores es hallado literalmente descabezado en la cocina.
Mientras Abigail (la joven actriz irlandesa Alisha Weir, en un papel muy distinto al de Matilda, de Roald Dahl: El musical) permanece encerrada en una habitación, muerta de miedo ante lo que pueda llegar a ocurrirle, el variopinto grupo de criminales comienza a sospechar la presencia de un legendario y sangriento sicario. Eso, piensa cada uno por su lado, o alguien en el contingente no es quien dice ser. Hasta que el segundo cadáver comienza a transformar el lugar en un cementerio, el film de Bettinelli-Olpin y Gillett ofrece algunas de sus mejores armas, con un sentido del humor que comienza a tomar la delantera sin recurrir al gag explícito. Que esa colección de parias rudos, expertos en el crimen, comience a gritar con tonos agudos ante la posibilidad de una muerte horrorosa forma parte de un planteo narrativo que se hace un poco menos efectivo luego de que cae la gran máscara, revelando el verdadero rostro del terror.
Como lo anticipa el mismo tráiler, la jovencita no es precisamente inocente ni inofensiva, más bien todo lo contrario. Lo que resta de allí en más es un juego de gatos y ratones en el cual los victimarios se transforman en la presa fácil de un depredador nato. Abigail ofrece no una sino tres veces la conexión musical con “El lago de los cisnes”, banda sonora del primer chupasangre fílmico con sonido sincronizado de la historia, aunque en las charlas de los protagonistas primen las referencias a Crepúsculo y Nosferatu. La conexión maternofilial, a esta altura del partido todo un cliché del cine de terror, viene por el lado del personaje encarnado por la mexicana Melissa Barrera (veterana de las dos Scream del siglo XXI), un ligero lastre del guion que no logra detener los chorros de hemoglobina. A fin de cuentas, esa es la propuesta de la película: un relato juguetón que cruza el slasher con el cine de vampiros, aderezado con una buena dosis de sangre derramada y consumida. O estallada, según las circunstancias.