"O que yo no era yo. Que ahora yo... eras vos". Manuel Puig cerrando una escena de sexo entre dos tipos en la cárcel de Villa Devoto en Buenos Aires. Quizás muchas historias suceden al mismo tiempo en esa celda y en esas sábanas. La frase pertenece al octavo cuadro de la adaptación escénica de su novela “El beso de la mujer araña”, obra estrenada el 18 de abril de 1981 en la sala Escalante de la Diputación de Valencia.
Me hizo acordar a la frase de Lacan "Yo es otro". Que en verdad es de otro, la toma del poeta Rimbaud. Así es como nos relacionamos, el narcicismo nos mueve hacia los demás con la ilusión de que sean espejos. Y de alguna manera lo son, porque permiten que nos demos cuenta de cosas que en soledad hubieran sido imposibles de registrar.
Ya lo dijo Freud en El malestar en la cultura que los vínculos con otros seres humanos generan sufrimiento. Vincularse es difícil y requiere de un enorme trabajo hacerlo en conexión con la vida, con la escucha y desde el respeto a las diferencias. Afrontar esas incomodidades que generan las relaciones es una apuesta necesaria, de esta manera se puede dar lugar a una conversación que permite construir un saber que antes no se tenía.
Gran parte de las dificultades que generan los lazos con otros parten de la ilusión de completud, de esperar que esa relación calce perfectamente como las piezas del Jenga. Pero en algún momento la torre se derrumba.
El desafío es dejarse transformar por los vínculos que establecemos con otras personas y no escapar cuando las ilusiones se caen. Es ese el momento en el cual se pueden ver las diferencias y la oportunidad de aprender a tolerarlas.
Joaquina Prieto es psicóloga.