Amor sin tiempo 6 puntos
La Bête, Francia, 2023
Dirección y guion: Bertrand Bonello, inspirado en La bestia en la jungla, de Henry James.
Intérpretes: Léa Seydoux, George MacKay, Guslagie Malanda.
Duración: 146 minutos.
Estreno: en salas únicamente.
“Algo se ocultaba, acechándole, entre el ir y venir de los meses y los años, como una bestia agazapada en la jungla. Poco importaba si la bestia agazapada estaba destinada a matarle o a morir. El punto decisivo era el inevitable salto de la criatura”. Este pasaje de la nouvelle La bestia en la jungla (1903), de Henry James, al que Borges en uno de sus célebres prólogos consideraba “la meta de la novela psicológica”, parece el punto de partida de Amor sin tiempo, el nuevo largometraje del francés Bertrand Bonello. Hay una amenaza sin nombre, una ominosa catástrofe que persigue a través de distintas épocas a la protagonista femenina de esta alambicada fantasía romántica que tiene en la actriz Léa Seydoux su primer motor y casi su entera razón de ser.
Todo un signo de época, el protagonista masculino de James es convertido por Bonello en una mujer, Gabrielle Monnier (Seydoux). No es una casualidad que la película se inicie con ella en un escenario completamente despojado, una pantalla monocromática verde donde Gabrielle/Seydoux (el personaje, pero también la actriz) deberá imaginar una “bestia” de la que tendrá que defenderse con todas sus fuerzas. Ese prólogo realizado en un “croma” (como se denomina en el cine a ese espacio vacío que luego será completado, mediante efectos especiales, por otras realidades) funciona como la metáfora de la película toda: un espacio sin tiempo que se materializará en la imaginación del espectador según los designios del director-demiurgo.
¿En qué época transcurre Amor sin tiempo? ¿Cuál es el presente desde el que narra Bonello? Se diría que es el 2044, un porvenir no tan lejano ni distinto al que conocemos –un poco a la manera en que Godard construía en Alphaville otro planeta futuro en el París de 1965- salvo por el dato de que la Inteligencia Artificial “ha salvado a la humanidad” y ha tomado el control. Hubo una guerra civil en los Estados Unidos (una distopía que también imagina la película de Alex Garland que se estrena simultáneamente esta semana), hay un 67 por ciento de desocupados y un 20 por ciento de trabajo mecánico. Pero no hay que preocuparse por los sentimientos, que han sido abolidos por un tratamiento que evoca –al menos por sus efectos- al de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), de Michel Gondry y Charlie Kaufman.
Sin embargo, la sensibilidad y el ADN de Gabrielle Monnier son irreductibles y su memoria genética la lleva a conectarse con otras encarnaciones de sí misma, en el París de 1910 y en la ciudad de Los Angeles hacia 2014. En el pasado de la Belle Epoque, Gabrielle vivió una trágica historia de amor, nunca consumada, con un amante que no alcanzó a serlo por un desastre natural que efectivamente aconteció en el París de comienzos del siglo XX. Y en Los Angeles debe enfrentarse a otras desgracias: no sólo a un terremoto que desequilibra todavía más su propia inestabilidad personal sino también a un acosador sexual y potencial asesino -¿la bestia del título original?- que merodea por la solitaria mansión que ella tiene a su cargo como cuidadora.
Las últimas películas de Bertrand Bonello han probado que el director de Nocturama (2016) y Zombi Child (2019) puede llegar a ser un consumado autor de cine fantástico. Incluso Coma, que participó de la Berlinale 2022 y que no llegó a conocerse en la Argentina, partía de la realidad del confinamiento obligatorio por la pandemia para internarse en el inquietante universo de la vida virtual y la deep web, con la que la Gabrielle Monnier de 2014 también tiene problemas.
A diferencia de esos títulos, Amor sin tiempo aparece más desarticulada, menos rigurosa. Es también más ambiciosa –en su estructura dramática, en sus valores de producción- y ese alejamiento del espíritu libre del cine clase B que aireaba a Nocturama y Zombi Child aquí vuelve solemne a La Bête. Sin embargo, Bonello cuenta con una actriz del calibre de Léa Seydoux, capaz de sostener -incluso en unos primerísimos primeros planos de enorme exigencia- un nivel de compromiso emocional que compensa la frialdad formal de la película en su conjunto.