“Tu foto en la universidad pública” fue una consigna que circuló esta semana en redes sociales como la antesala virtual de la movilización del próximo 23 de abril. Una convocatoria federal que excede los límites de la comunidad educativa y parece expandirse a partir de una advertencia muy concreta : las 73 universidades del país podrían cerrar sus puertas. 

Lo llamativo de las fotos era la variedad de escenas que protagonizaban los posteos: libretas pasadas por agua, juras, un cuadernillo en la fotocopiadora, la atención frente a una profe, la pintada de carteles en una baldosa, la parada del colectivo, lxs desaparecidxs en un mural, un ascensor, la asamblea en las escalinatas, un tubo de ensayo o el enchastre de una recibida. Escenas que componen el registro de una comunidad latente, de un espacio abierto, permeable y productor no solo de oportunidades sino de un compromiso histórico con la formación de profesionales que tienen una incidencia concreta en la transformación de la vida.

A partir del descarnado recorte del gobierno nacional del presupuesto universitario, se abren preguntas en relación a la universidad pública y a la posibilidad catastrófica de que deje de existir. ¿Estamos en las vísperas de un levantamiento estudiantil? ¿Cuáles son los mitos que levitan en los imaginarios de la universidad pública? ¿Por qué se utiliza el relato del adoctrinamiento como excusa para justificar el desfinanciamiento? ¿La universidad pública modifica las vidas de quienes pasan por ella?

“Para mí lo más lindo que tiene la Universidad de Buenos Aires es su comunidad, una que permite a un montón de personas salir adelante” dice Tatiana Fernández Martí, estudiante de Historia y Abogacía en la Facultad de Filosofía y Letras, Consejera Directiva por la minoría estudiantil y militante del Partido Obrero: “Alguien que viene de un lugar muy humilde puede estar en una de las Universidades más prestigiosas de latinoamérica y mejorar su vida. Esto no quiere decir que es la mejor Universidad que podemos tener. Nuestra vocación y voluntad de transformar la Universidad parte del amor que le tenemos y la mirada crítica es justamente para mejorarla. Sin embargo en esta situación de fuerte recorte, lo que tenemos que hacer es defenderla” dice para empezar una conversación de a tres. Del otro lado está Abril Marcolongo ,  se recibió hace dos semanas de la Carrera de Ciencias Biológicas y es Presidenta del Centro de Estudiantes de la Facultad de Exactas de la UBA. Milita en Identidad que es un espacio que pertenece al frente universitario de La Cámpora.

“No sorprende encontrar estudiantes que voten a Milei en un contexto en el que la Universidad nos forma de manera muy individualista y poco colectiva. Me parece que todo eso cierra en sí mismo con el lugar hacia el que va tendiendo la política en este país. Y nosotros como juventud y como organizaciones políticas tenemos el rol de disputar ese sentido” dice Abril con una posición bien clara en relación a dar un debate, en donde se pueda tener una mirada crítica sobre la Universidad que no vaya en contra de defenderla con uñas y dientes, sino todo lo contrario.

Yanina Lobo se suma a la conversación, tiene 26 y se acaba de recibir en la carrera de Trabajo Social de la Facultad de Sociales. Milita en la organización La Mella del Frente Patria Grande desde 2019 y actualmente es Consejera Directiva: “Yo soy primera generación en mi familia de personas que pudieron acceder a la Universidad. Y eso da mucho orgullo, pero coincido con las chicas en que lo que tenemos ahora hay que defenderlo pero sin conformamos con eso. Acá hay militancias de diferente tinte político pero sabemos por qué creemos que las cosas deberían mejorar y  que hay gente joven como nosotras que no puede acceder a la universidad. Si permitimos que este recorte avance vamos a ver una Universidad en donde solo puedan acceder los ricos” dice.

Durante la campaña de Javier Milei en 2023 estuvo muy presente la discusión en relación a la posibilidad de que la Universidad pública dejará de existir. Aparecían relatos en los que votantes del líder libertario aseguraban que “no iba a llegar a tanto”. Algo en el imaginario hacía imposible a una generación pensar que eso podía ser real.

Por un lado sus votantes aseguraban el “no lo va a hacer”, por el otro, MIlei inauguró su mandato con una recorte muy duro al presupuesto universitario:  las Universidades Nacionales que tiene cerca de 350.00 estudiantes en todo el país tendría una prórroga del presupuesto 2023 , votado a finales de 2022 y con una inflación interanual del 287 %.

Los números dicen que ese presupuesto alcanza para que la Universidades nacionales funcionen hasta finales del primer cuatrimestre. ¿Qué tipo de resonancias tiene eso en la comunidad estudiantil?

--Tatiana Fernández Martí: Las primeras semanas en filo había un clima de disociación. La gente no terminaba de asimilar que de verdad la Universidad Pública estaba en peligro y que era una realidad que solo pudiéramos tener clase hasta el final del primer cuatrimestre. Las organizaciones estudiantiles empezamos a alertar sobre esta cuestión y la gente empezó a tomar conciencia. Es interesante porque al principio las pasadas por los cursos no terminaban de interpelar y luego comenzó a suceder que sí. La pregunta clave fue ¿Qué significa que no haya presupuesto para la Universidad? ¿Qué es que no haya recursos para poder terminar el cuatrimestre? ¿Qué quiere decir que la UBA va a cerrar?

--Abril Marcolongo: En Exactas tenemos un crecimiento muy grande de carreras como Computación y Ciencia de Datos. Nos encontramos con votantes de Milei que en su momento decían que si se metía con la Universidad Pública iban a salir a defenderla. Y efectivamente se están planteando esa situación diciendo “no queríamos que pasara esto y vamos a salir a defender a la universidad pública”. Me parece que el nivel de movilización está creciendo semana a semana

Abril Marcolongo se acaba de recibir  de la carrera de Biología

La previa a una marcha que promete ser histórica se viene cociendo con las clases públicas que se realizan en facultades de todo el país. También hay sentadas, abrazos y movilizaciones. La convocatoria del 23 de abril es una contraofensiva hacia un gobierno que pone en la mira los espacios constructores de pensamiento insistiendo con que se trata de adoctrinamiento.

TFM: En Filosofía y Letras hubo 5000 estudiantes en la calle durante las clases públicas, era imposible no ver esa situación.   Fue una implosión que desde mi punto de vista generó un alto grado de conciencia. Y creo que hay una transición muy concreta del debate a la acción: estamos en la antesala del despertar del movimiento estudiantil.

Yanina Lobo: En Sociales pasó algo parecido. A principio de año parecía que solo estábamos en tema las personas que militamos, pero con el correr de los días y las asambleas se puso el tema de la universidad en la agenda pública. Ahora está todo mucho más movilizado y se espera que para el martes las columnas de las facultades sean muy grandes. Y que tal vez gente que no milita orgánicamente siente que tiene que salir a defenderla.

Yanina Lobo, estudiante de la carrera de Trabajo Social en la UBA.

En la facultad de exactas diseñaron un contador que marca los días, horas, minutos y segundos que le quedan a la Facultad. Distintas maneras de hacer visible un conflicto que puede tener consecuencias catastróficas. Sin embargo, en la conversación aparece un punto clave en el debate, el conflicto que hay en este momento con la Universidad pública es parte de un programa de gobierno que le va dando de baja a espacios y políticas que construyen con fallas y aciertos el motor de una vida en común

AM: Nuestro único problema en este momento no es el presupuesto universitario, también tenemos problemas con que no podemos pagar el boleto para venir a cursar o no tenemos plata para comer en la universidad. Entonces este es un gran despertar porque tiene a parte del estudiantado alerta.  Con la población en general está sucediendo algo similar después de muchos años de inmovilización. Sin duda es la Universidad un punto estratégico que el gobierno de Milei quiere atacar, como lo hace con la cultura porque son espacios formadores de opinión. Pero sabemos que no es solo eso.

Cuando se habla de militantes en la facultad rápidamente el imaginario que aparece es el de personas que no terminan la carrera, que se quedan años y años  pululando por las pasillos ¿Es algo que sigue vigente o es un mito de otra época?

AM: En particular en mi facultad no está tan fuerte ese fantasma del militante que suele estar años y años. En general lo que pasa es que estudiamos, nos recibimos y en todo caso seguimos haciendo política en el claustro de graduados. Y en esta Facultad en particular, hay una buena aceptación de los espacios políticos. Están de alguna manera esperando que los gremios, y en este caso, los centros de estudiantes encabecen este tipo de luchas.

YL: Yo creo que eso del militante/estudiante eterno fue cambiando con las nuevas generaciones. Por ahí es porque trabajamos, militamos y estudiamos. Hay algo de reconocerse como estudiante y trabajador o trabajadora que tiene una incidencia en que ese mito no esté tan vigente.

TFM: Creo que hay un clima de necesidad de organización y que eso lleva a que ya no haya una separación entre estudiantes militantes o independientes porque finalmente somos todos estudiantes que estamos atravesados por el peligro de que nos cierre la universidad. Y frente a ese miedo que puede ser que en un primer momento te paralice, luego viene la comprensión y después la acción. Nos estamos preparando también para que el movimiento estudiantil tenga un escenario en la batalla política contra Milei

Tatiana Fernández Martí, estudiante de Historia en la UBA y consejera estudiantil.

Hace un rato hablábamos del adoctrinamiento como caballo de batalla del que se agarra el oficialismo para explicar las deficiencias de la educación pública. En ese sentido ¿Qué rol creen que tienen les docentes y que sentidos producen dentro de las aulas?

TFM: Es clave el rol que están teniendo los docentes que es poder conversar sobre el discurso del adoctrinamiento. Porque el Gobierno quiere instalar que la Universidad pública es un centro de adoctrinamiento y por lo tanto hay que cerrarlo y priorizar las universidades privadas. Lo que se está tratando de instalar es que hay un docente frente a la clase que le habla a gente hueca que escucha lo que dice el docente y acata. Y eso está muy lejos de ser la universidad pública que es justamente la libertad de cátedra y el debate de ideas

AM: Que un docente se pare en el aula y diga que tenemos una reducción del presupuesto en un 72% en comparación al año anterior no es adoctrinamiento sino es hablar con los números que existen y que son públicos. Ni siquiera es que no quieren que se hable de política, no quieren que se hable de lo que ellos están haciendo como gobierno. Creo que no hay un solo docente que esté parado frente a un aula tratando de conversar sobre esto y que espere gente que esté de acuerdo, porque el desacuerdo es una oportunidad para hablar y discutir y eso es lo que pasa en la Universidad.

La pandemia generó un quiebre evidente en las dinámicas universitarias, hubo quienes empezaron sus carreras de manera virtual sin conocer lo que podía suceder en un aula. Cuatro años más tarde hay herramientas como la virtualidad que llegaron para quedarse y también para poner en la mesa el debate sobre la modernización. ¿Qué lectura tienen en relación a la pandemia, los resabios del distanciamiento con le otrx y la practicidad de, por ejemplo, tener una clase virtual?

YL: Acá en Sociales discutimos mucho el cambio del estudiante post pandemia, cambió la forma de relación con el otro, el sentido de pertenencia al espacio físico de la facultad. Se perdieron los lazos de la comunidad, se incrementó el no animarse a participar de una clase por ejemplo.

AM: En Exactas podemos cursar hasta 30 horas por semana y eso es pasar mucho tiempo en la facultad. En general, los estudiantes habíamos encontrado una manera de disfrutar y pasar el tiempo en la facultad con una gran parte de nuestra vida contenida allí y haciendo comunidad. Después de la pandemia eso cambió, veíamos que los estudiantes si podían no venir, mejor. O sea preferían ver una teórica grabada. Desde el punto de vista de la salud mental, es súper necesario poder estar acompañado en un trayecto académico. Si vos no tenés un intercambio con un par y te va mal en una materia te quedas pensando -en carreras que son tan exigentes como las nuestras- que el problema sos vos y no te das cuenta que por ahí desaprobó el 60% del curso y eso te lleva a terminar dejando la carrera. Desde el Centro de Estudiantes trabajamos mucho en el sentido de reforzar esa comunidad organizando torneos o juegos que te permitan estar en la facultad y ser parte.

“Los estudiantes también votamos a Milei, en la UBA también queremos libertad” fue una frase escrita en un pizarrón que se viralizó en redes. ¿Qué pensamientos les dispara?

TFM: Libertad es la libertad de cátedra, poder garantizar que la gente tenga la oportunidad de poder formarse en el sistema universitario. La universidad te abre la mente y no hay otra cosa que simbolice más la libertad que eso.

AM: La libertad es poder estudiar, no hay nada mas libre que poder decidir que estudiar. Y en un contexto en el que nos quieren decir que las investigaciones que hacemos son inútiles bueno la libertad de poder investigar

 YL: Quien haya pasado por una clase de cualquier universidad sabe que libertad es poder elegir qué materia cursar y qué cátedra elegir. Y eso en la universidad pública es así.