Con el helicóptero que lo llevó desde el aeropuerto de Bariloche hasta el hotel Llao Llao, Javier Milei sorteó las protestas de trabajadores y de los movimientos sociales, para exponer ante la crema y nata de las grandes corporaciones los éxitos de su política de licuadora y motosierra. Ante ese auditorio complaciente no mencionó los enfermos de cáncer que han comenzado a fallecer porque el Estado los privó de sus remedios, ni los miles que padecen hambre porque dejó de enviar alimentos a los comedores populares, ni los más de tres millones de argentinos que envió bajo la línea de pobreza.
Los Ceos corporativos conocen esas cifras que no se dicen porque no les importan. No hay plata para las universidades públicas, pero hay 600 millones de dólares para comprar 24 aviones obsoletos sólo por complacer a Washington. Aplaudirán ese logro. Pisaron los aumentos salariales en las paritarias pero los cargos políticos del gobierno duplicaron los suyos, con aumentos disfrazados de ascensos de categoría. Más aplausos de las corporaciones.
Milei estuvo cómodo ante sus jefes y empleadores. Siente que se merece el agradecimiento de esos personajes tan distinguidos a los que ha calificado como héroes del capitalismo. Les pudo demostrar que tuvo el valor de enviar a la muerte, de hambrear y empobrecer a millones y de sustraerle a millones la posibilidad de superación al dinamitar la educación pública. Hay que ser muy valiente para animarse a destruir la vida de millones de argentinos. Aplausos de las corporaciones.
Milei estudió en universidad privada, no conoce las universidades públicas. Desde esa ignorancia las acusó de centros de adoctrinamiento marxista y calificó a los docentes universitarios de “salamines firmadores de cartas de indignación”.
El Presidente expresó ese juicio. En consecuencia anuló fondos de financiamiento de la educación pública, —como el Fondo Nacional de Incentivo Docente— y congeló el presupuesto de las universidades durante más de un año, durante el cual hubo mas de 280 por ciento de inflación, es decir, lo redujo a la tercera parte. Si se relaciona pensamiento y acción, la conclusión lógica es que el objetivo es la destrucción de la educación pública.
No hay razón para deducir otra intención. En las declaraciones cínicas del vocero Manuel Adorni —que fue uno de los favorecidos por la duplicación de sueldos en el gobierno— se lee el mismo desprecio. “No me van a decir que las clases en la universidad están en peligro por una factura de la luz” respondió a un periodista. Anunciaron dos veces un aumento que nunca se pagó. Y la ministra de “Capital Humano”, Sandra Pettovello, anunció un acuerdo con un aumento que se presentó como el 70 por ciento de todo el presupuesto. Pero no hubo acuerdo, y el supuesto aumento solamente abarcaba el 10 por ciento del presupuesto total.
Fueron anuncios engañosos que generaron titulos mediáticos mentirosos en un intento de desanimar a estudiantes y docentes interesados en participar en la gran convocatoria de autoridades, docentes, gremios y estudiantes a la marcha del 23 de abril en Plaza de Mayo, en defensa de la Universidad pública.
Antes de pensar en la carrera presidencial, Milei declaró en la televisión que el Estado solamente debería ocuparse de la defensa, la seguridad y la justicia. Por supuesto: nada de regulación o decisión de ningún tipo en economía. Pero tampoco solidaridad, obras de infraestructura como rutas, puentes, asfalto o cloacas, ni educación, ciencia o salud. A cualquier persona le parece un dislate, pero entre libertarios, el dislate es la meta: privatizar las jubilaciones, la salud, la educación y la ciencia y que se arreglen por su cuenta los hambrientos y desocupados producidos por la crueldad del sistema. Más aplausos en el Llao Llao.
Porteños, cordobeses, mendocinos y muchos argentinos que mantienen alguna expectativa en el personaje marchan alegremente detrás de este flautista de Hamelïn. En el gobierno piensan avanzar en las elecciones de medio término y ya sueñan que Karina Milei encabece las listas bonaerenses. Apuestan a que la inercia del apellido, más la suma de votos mileístas, macristas y radicales consiga golpear el bastión más fuerte de oposición a Milei. A pesar de los embates, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, presenta una alternativa y mantiene una imagen positiva alta.
Las encuestas dicen que a pesar del desastre socioeconómico, el gobierno mantiene un respaldo alto. Se pueden hacer otras lecturas. Esos mismas sondeos muestran que la mayoría responsabiliza a este gobierno —y menos al anterior— por la crisis, y que no está de acuerdo con las medidas que tomó. El 80 por ciento de los encuestados está convencido de que su situación empeorará. Aparte del voto reaccionario, en realidad, en ese asombroso respaldo hay mucho miedo a que todo salte por el aire si se cae el gobierno.
La ofensiva contra las universidades produjo un efecto no deseado por el gobierno. Durante los últimos años, el movimiento estudiantil, que ha sido un protagonista importante en el diálogo o en las luchas políticas, se mantuvo ausente. En las clases donde los docentes explicaron la situación a sus alumnos, en las clases públicas, en las asambleas y los abrazos al Clínicas o a las facultades, hubo mucha predisposición de los estudiantes.
En el relato de algunos docentes sobre las reacciones de sus estudiantes aparece la sorpresa o la indignación al comprender una situación a la que habían sido inducidos a despreciar. Ellos creían que esas cosas no tenían que interesarles y descubrían que estaba en riesgo su futuro. Si antes creían que dependían solamente de su esfuerzo, ahora se dan cuenta que hay una construcción social, colectiva, que es la educación pública, de la que dependen sus futuros individuales. En ninguna de esas clases se retiraron para protestar por un supuesto adoctrinamiento como en las imágenes que circularon en las redes no hace tanto. Eso fue parte de la misma campaña del gobierno contra la educación pública. Por el contrario, en vez de retirarse hubo mucha atención y participación de estudiantes que hasta ese momento nunca habían manifestado algún interés por los demonizados conflictos universitarios.
No hay una sola declaración de este gobierno que valore a la educación pública. Todas sus expresiones han sido para denigrarla, al mismo tiempo que tomó medidas para destruirla. Es un terreno donde el gobierno planteó un objetivo de máxima —como es la demolición— y no puso matices que permitieran una negociación razonable. Es una lucha difícil, porque lo que ceda el gobierno, será contra sus principios. Como si dejara en claro que sólo le podrán sacar concesiones a la fuerza.
Es una apuesta peligrosa del gobierno en un tema muy sensible que apunta a destruir las herramienta más eficiente de movilidad social. Por eso no fue disonante que la central obrera se sume a la convocatoria de la marcha del 23. En el contexto de esta puja que se anuncia como cada vez más conflictiva y amplificadora se hará el acto que partirá del Congreso y marchará a Plaza de Mayo el próximo martes.