Nadie es más de aquí que vos
En marzo de 2020, mientras Miranda July volvía con su hijo de la escuela tras el anuncio del confinamiento pandémico, recibió un llamado de venta de servicios. En vez de colgar, Miranda le terminó diciendo a la chica del telemarketer si podía hacerle algunas preguntas. Así conoció a Richie Jay Benedicto, una mujer filipina trans, con quien hizo una performance pandémica en torno a la intimidad de Jay, llamada Services. Esa perfo es parte de New Society, la primera exposición museística dedicada a la obra de Miranda July, abierta del 7 de marzo al 14 de octubre de 2024, en la Fondazione Prada de Milán. La muestra recorre 30 años de carrera de la artista, directora y escritora estadounidense, desde la década de 1990 donde se presentaba en bares punk hasta la actualidad a través de films, performances y fotos que registran procesos de trabajo. Miranda no está tan segura de que su obra (en general en torno al amor, el desencuentro, las tecnologías) pueda catalogarse como autobiográfica. “Tengo sólo dos libros estrictamente autobiográficos. La gente tiende a pensar eso de las mujeres, que no están conceptualizando un mundo entero sino que están basándose en su diario o algo así”, le dijo a The Guardian tiempo atrás. El corazón de la exposición se encuentra el nuevo trabajo de julio, 'F.A.M.I.L.Y. (Falling Apart While I Love You)', una videoinstalación construida en Instagram a lo largo de un año con otros artistas. La muestra también presenta una variación de Learning to Love You More (2000-2007), un proyecto online que incluye setenta “tareas” asignadas al público y cargadas en un sitio web. La “tarea” nº 43 (“Hacé una exposición con las obras que encuentres en casa de tus padres”), hecha por una chica de Milán es parte de la exposición. Ese es el espíritu: mostrar materiales donde lo inestable, íntimo y azaroso deviene materia artística.
Lennon y McCartney
Una melodía diáfana con sintetizadores de fondo y guitarras en primer plano. Sean Ono Lennon y James McCartney no reniegan de sus apellidos. Por el contrario, muestran que son parte de la música popular en la que sus padres ilustres dejaron un huella indeleble. Así se puede leer el gesto detrás de “Primrose Hill”, una nueva canción lanzada por estos músicos que, además son “hijos de”. “Estoy muy emocionado de compartir mi última canción coescrita por mi buen amigo Sean”, escribió James en una publicación de Instagram. “De esta manera, siento que estamos poniendo nuevas cosas en marcha y estoy muy emocionado de continuar compartiendo música con ustedes", agregó en lo que probablemente sea el comienzo de una colaboración entre ambos o quizás quede en un gesto lúdico. Según el joven McCartney, la inspiración para el nuevo sencillo provino de una visión que tuvo cuando era niño en Escocia “en lo que era un hermoso día de verano”. La canción acústica, que lleva el nombre de un parque del norte de Londres, recuerda un momento pasado con un ser querido. No es nada original pero tampoco importa. Porque lo primero es la familia. Mary McCartney, fotógrafa profesional y hermana de James, capturó un breve vídeo musical de su hermano. Paul también celebró el lanzamiento. “Mi hijo James tiene una nueva canción, vayan a escucharla. Y mucho amor para el coautor de este tema, Sean Ono Lennon”, dijo en sus redes sociales.
Quiero dinero
En 1969, los Stones encabezaron un concierto gratuito en el Altamont Speedway en Livermore, California, frente a 300 mil personas. Hasta ahí llegaron los motoqueros de Hell’s Angel y las cosas se pusieron tan pesadas que terminaron con el asesinato Meredith Hunter, de 18 años, asistente al concierto, cerca del escenario. Pero el tiempo todo lo suaviza, hasta la muerte. Así lo pensó quien desembolsó cien mil dólares por un raro afiche de ese concierto. El afiche fue parte de la subasta de Heritage llamada Signature, que incluía posters, fotos y memorabilia de diversos músicos, que embolsó más de dos millones de dólares. Esos objetos, en su mayoría, forman parte de la colección en apariencia inextinguible de David Swarz, que viene atesorando materiales raros de bandas entre los años cincuenta y setenta y los va soltando a cuentagotas. Otro objeto que batió récords es una tarjeta que anunciaba un concierto de Elvis Presley en 1995 en Indianápolis inmediatamente después de que el joven Elvis firmara con RCA. Fue vendida por 187.500 dólares. Heritage rompió el récord anterior que ya había alcanzado con un cartel de Elvis en 2018; de hecho, este nuevo récord lo cuadriplica con creces. Otros objetos singulares fueron un anillo de oro de Elvis, una tarjeta de navidad firmada por todos los integrantes de Queen y un manuscrito en tinta azul, en un simple bloc de notas, de la canción “Factory”, que Bruce Springsteen incluyó en su disco Darkness in the edge of town.
Hermanos de sangre
“El genocidio dejó heridas en mucha gente que todavía está aquí hoy. Deberíamos ver la historia como una lección que debemos aprender y esperar que nunca vuelva a suceder. No crecimos en áreas donde nos llaman tutsi, twa o hutu. Eso es bueno, porque eso no me encantaría. Porque creo que soy ruandés, y que me llamen ruandés debería ser un orgullo”. Esto le dijo Chrispin Sradulcunda, un estudiante de ingeniería de 21 años, al fotorreportero francés Julien Daniel. El proyecto de Daniel consistió en contar la historia de los hijos de una generación diezmada. Alrededor de un millón de ruandeses (las cifras jamás son específicas en estos casos) fueron masacrados en cien días entre abril y junio de 1994. El genocidio étnico perpetrado por las milicias hutus terminó con la toma del poder por las tropas tutsis del Frente Patriótico Ruandés, lideradas por Paul Kagame, quien ha sido presidente durante 24 años. El año pasado, en Kigali, Daniel recopiló testimonios e imágenes de algunos de los jóvenes de la ciudad nacidos después del genocidio y que crecieron conociendo a un solo líder. De esa manera, lo personal y lo político son dos dimensiones inseparables y ese vértice es el que le interesó explorar a Daniel. “Es importante recordar las historias. Mi padre solía contarnos lo que pasó. Me dijo algo que no puedo olvidar. Me dijo que mataron a su mamá, a mi abuela, delante de él. Los asesinos eran sus vecinos. Fue tan doloroso. ¿Cómo puede alguien hacer eso?. Ruanda ya no es ese país, puedo decir ahora que todos son iguales”, dijo Patrice Muttilwa, un comunicador social de 24 años. Leonille Niyigena, de 26 años y diseñadora de ropa, evoca el modo en que víctimas y victimarios continuaron hablando y conviviendo tras el horror. Elvine Ikirezi, de 20 años, tiene orgullo del gobierno porque dice que gracias a él “ahora no somos hutus o tusis sino que somos ciudadanos de un mismo lugar”. Alrededor del 85 por ciento de la población de Ruanda son hutus, pero desde hace mucho tiempo la minoría tutsi ha dominado el país. La división de los ciudadanos ruandeses por etnias es una herencia del período colonial. Cuando los belgas se apoderaron de Ruanda a fines del siglo XIX, clasificaron a la población de acuerdo al grupo al que pertenecían. También crearon una división en la que se señalaba a los tustis como una etnia dominante y superior que tenía mejores empleos, relegando a la mayoría hutu a ser un grupo subordinado y sometido, generando un resentimiento que décadas después funcionó como combustible para el genocido.