No hay que creer que el actual gobierno nacional vino solamente a realizar grandes negociados y apropiaciones económicas a través de la brutal transferencia de recursos desde los sectores humildes y de la clase media de la población, hacia los grandes grupos concentrados de la economía y las mafias financieras globales. Su proyecto es fundamentalmente acabar con la Argentina moderna (o con lo que aún queda de la Argentina moderna después de los estragos causados por el neoliberalismo y la crisis civilizatoria), es decir, dar por tierra con la Argentina de la razón, la educación pública, la crítica, el saber, el pensamiento, el conocimiento, la movilidad social, la cultura, el bien común.
Es la universidad pública uno de los principales paradigmas del país inclusivo e integrador que supo ser y que aún, a pesar de todos los traspiés de la historia, es la Argentina. De sus aulas salieron grandes médicos, ingenieros, arquitectos, filósofos, biólogos, físicos, críticos literarios, historiadores, etcétera (la lista de profesiones es larga), que contribuyeron a la ciencia no sólo en el país, sino también en el extranjero. En el mundo se tendió a relacionar a la Argentina con el conocimiento, con los aportes culturales, la literatura, el arte, los saberes. Basta recordar que de las universidades públicas salieron cinco premios Nobel. Hoy esa tradición y esas identificaciones están en serio riesgo. El objetivo geopolítico de dominación neoliberal es dar por tierra con esa identidad como nación.
Dicho de otro modo, las universidades públicas quizá sean el último bastión que queda de esa Argentina de la movilidad social y el pensamiento, no obstante las grandes transformaciones en sentido contrario ya producidas por la nefasta maquinaria neoliberal. Para poder efectuar este despiadado proyecto de aniquilación de la razón moderna, fue necesario hacerle creer a los ciudadanos incautos que se venía a ordenar los "desastres" ocasionados por los gobiernos populares, o de sesgo popular. Enorme engaño.
La imposición del plan de apropiación planetaria exige previamente de la manipulación subjetiva y la colonización mental de los ciudadanos a través de las usinas mediáticas generadoras de las noticias falsas y la instrumentación de la mentira como método de acción política, creando individuos vanos, desinformados, desculturizados, deshistorizados, habitantes de un eterno presente sin responsabilidad ni conciencia de misión en la historia.
En síntesis, la estrategia de edificar mediáticamente a un enemigo externo al conjunto, sea éste un partido o un adversario político, a quien poder endilgarle la culpa por todas las grandes penurias económicas y sociales ocasionadas por el mismo neoliberalismo, atribuirle al adversario demonizado la suma de los males que aquejan a los sujetos, inclusive, y exagerando un poco, las frustraciones y la angustia propias de la condición humana.
Es decir, por sobre los gobiernos, sean estos populares o antipopulares, está el poder real que gobierna el mundo. Algunos gobiernos de tendencia anti-neoliberal, preservan la idea de Estado y presentan, en la medida de sus posibilidades, alguna resistencia y oposición al desborde de la fase actual del capitalismo, una barrera a la caída de los límites y al despliegue del todo vale, mientras que otros, aliados confesos al neoliberfascismo, como el actual gobierno nacional, ofician directamente de intermediarios y gestores de las políticas de tierra arrasada, fieles a los imperativos de sus mandantes y sus intereses geopolíticos.
En realidad, los grandes estragos en el mundo: el aumento exponencial de la pobreza, la marginalidad, la exclusión, los procesos de deshistorización y desculturación, la apropiación planetaria por parte de unos pocos, el desastre ecológico, la caída de las referencias simbólicas, la desaparición de los límites, el despliegue del goce mortífero y la pulsión de muerte, no fueron causados precisamente por los gobiernos populistas, sino por el mismo neoliberalismo, o neoliberfascismo en el planeta.
Por ello es necesario y urgente el apoyo a la educación y a las universidades públicas. En ellas está seguramente la clave para evitar el derrumbe definitivo de la Patria.
*Escritor y psicoanalista