Por Gabriel Lerman
Mientras salíamos a la puerta de la universidad para realizar la clase pública, después de haber hecho la propuesta internamente y en base a una invitación que les extendí, volví a hablar de aquel texto de Kant sobre la Ilustración y la razón como la salida de la perezosa y autoculpable minoría de edad.
No debe haber texto más liberal y enfático en construir la soberanía plena del individuo como centro y eje del mundo, un enorme peso puesto en la razón que cree dominar la naturaleza, en la utopía de hacerse cargo sin la tutela ni el andador de otros. Kant hace un llamado incisivo, eje del derecho moderno, a la emancipación individual.
Pero volví a Kant para proceder en el uso de la palabra con una estrategia abierta de responsabilidad conceptual. Les quise dejar en claro que iba a hablar de tres modos distintos, pero confluyentes, y que acaso esos modos se terminaran mezclando y que ellos podían hacer sonar la alerta que quisieran. Adoctrinamiento, griten fuerte, les dije, cuando lo crean necesario, para despabilarme. Era media mañana en los canteros verdes de acceso al edificio principal de la UNPAZ, en la avenida Leandro N. Alem, junto a la estación del ferrocarril San Martín. Había llovido en la noche, iba a llover más a la tarde. Les dije que mis tres modos iban a ser estrictamente kantianos, es decir, profundamente liberales. Y que como pensador de la razón no podía menos que evocar en ayuda al cuadro de Delacroix, con la libertad conduciendo al pueblo, allons enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé y la bandera tricolor de la Francia insumisa.
En primer lugar, les hablaría como docente universitario concursado al frente de la materia Historia de la Cultura, para la cual tenemos un programa, una planificación, un historial de cursadas acumuladas, y una serie de recursos pedagógicos estructurados, los cuales además son públicos y están disponibles en el Aula Virtual. Eso sería lo más parecido al uso privado de la razón, según Kant, porque soy un agente público rentado por el Estado Nacional, en el marco de leyes nacionales, un Estatuto, reglamentaciones específicas, plan de las carreras. Y en esta parte hablaría en la forma de un docente de práctico, lo cual sería lo más parecido a una continuidad académica de lo que habíamos hecho más temprano en el aula habitual.
En segundo lugar, les dije, les hablaría también como docente universitario, compañero de otros docentes y afiliado al gremio Adiunpaz, solidario con las preocupaciones por nuestros salarios, por el presupuesto universitario en curso y por las condiciones generales y específicas de desarrollo de las tres funciones que orientan básicamente nuestras universidades públicas: la Docencia, la Investigación, la Extensión. Siempre bajo la estricta observancia de los principios reformistas de la autonomía, el cogobierno y la libertad de cátedra. En este segundo caso quedaba en una suerte de intermedio entre el uso privado de la razón, atento a asambleas, protocolos y acuerdos gremiales, pero también del otro gran momento que reserva Kant al uso público de la razón: manifestarse a título personal, es decir, la libertad de expresión. Habíamos hablado en otro momento de que el individuo podía asumir la razón en defensa propia, con nombre y apellido, públicamente, para decir su opinión. Libremente y ante quien quisiera, mientras se hiciera cargo de ello. Definitivamente les dije que, además, iba a utilizar un tercer modo, donde deliberadamente me haría cargo y responsable de mis palabras, es decir, diciendo, sin vueltas, esta boca es mía. Este tercer caso sería claramente del orden de la libertad de opinión, y en este caso no necesitaba comprometer ni a la universidad ni a la carrera, y mucho menos al gremio, aunque agradecía su acompañamiento, dado que quería decir unas cuantas cosas a título personal.
Lo que sigue es una versión aumentada (con agregados que no fueron dichos en la respetuosa clase en las puertas de la universidad, pero que sí ahora comparto, mientras subo el volumen), dado que la libertad a la que nos consagramos con todo el carajo de la hora nos lleva, incluso, a decir algunas cosas más.
"Por supuesto que no soy Mandrake, ni Frankenstein, ni siquiera Drácula. Y posiblemente sea lo más parecido a Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, como todo mortal. Lo cierto es que conforme avanzaba la clase pública fuimos entrando en confianza, perdiendo ciertas inhibiciones, calentando motores y, por lo tanto, se fue entretejiendo algo mucho más interesante que un simple adoctrinamiento. Agobiada la clase trabajadora por la inflación creciente, dispuestas a perderlo todo con tal de que no vuelva a ganar el peronismo en el caso de ciertas clases medias, una amplia mayoría le dio el triunfo electoral el 19 de noviembre de 2023 a una figura inexperta y extravagante. Hubo una opción deliberada, sustentada en toneladas de dopamina agitadas en redes y plataformas, hijas de la pandemia, que incubaron conciencias frágiles y flotantes. Una generación que prácticamente no conoce la calle y para la cual es más importante MP que el Anses convive con otra generación vecina para la cual la calle es su lugar de trabajo y donde viven pedaleando hasta el próximo pedido, sin más institucionalidad o regulación que una aplicación en el celular y unas bolsitas con mercadería en la caja mochila. Desde entonces, el ya presidente en compañía de Hermana, se dedicó en sus citas recurrentes no bíblicas (las de Moisés y la Fuerzas del Cielo las dejamos para un experto en Religiones) a Sarmiento, Alberdi y Roca ensalzando valores dudosos que solo él entiende o interpreta. Hasta hace poco tiempo, si por algo se los conocía a Alberdi y a Sarmiento era por la profundidad de pensamiento (discutible seguramente) a la hora de construir utopías sociales, igualitarias y humanitarias, donde fomentar el poblamiento argentino, promover la obligatoriedad de la educación común, la inversión pública en escuelas e infraestructura, la promoción del buen comercio, de las artes y las ciencias, en definitiva del espíritu libre y creativo del pueblo, demandó ingentes cantidades de dinero por parte del Estado, y por lo cual esta Argentina acogió a miles y miles de inmigrantes.
Hasta ahora, sin embargo, no se conoce una sola medida adecuada, necesaria, aproximada o útil de este gobierno en relación con la Educación, la Ciencia, el Arte y la Cultura. Por el contrario, todas y cada una de las medidas tomadas desde el DNU 70/2023, el envío del Proyecto de Ley Bases, la devaluación de las jubilaciones y los salarios, los miles de despidos en la administración pública, el cierre de programas públicos sensibles y exitosos ligados a mujeres y disidencias, a la adolescencia y la niñez, a enfermos oncológicos, a la agricultura familiar, urbanización de barrios, a las organizaciones socioculturales, todo, en fin, ha sido orientado a destruir las capacidades del Estado de representar el interés común de los necesitados, de los desposeídos, las libertades individuales de los sin nombre. Este gobierno no es liberal ni anti privilegios de casta sino simplemente cruel.
Las universidades, lo mismo que el Conicet, el Incaa y la agencia Télam, se han convertido en blanco aparentemente fácil de la destrucción gubernamental. El presidente Milei se ha propuesto romper todo en poco tiempo, incluso exacerbando aquel dudoso axioma de cierto sector del macrismo que había llegado a la conclusión de que su error había sido no romper todo más rápido, con menos gradualidad. Es probable que en algún momento debamos ofrecer mayores sutilezas políticas a estos matices, e incluso tengamos que considerar seriamente otro tipo de alianzas, argumentaciones y explicaciones comunes y transversales a los temas. Quizás debamos probar con nuevos partidos, nuevos liderazgos y también nuevas canciones, éste es un problema. Lo que es seguro es que poner a la Universidad Pública a remate es algo que podría resultar en sí mismo, la causa de una destitución veloz y fulminante de cualquier autoridad por mal desempeño de las facultades conferidas por el cargo.
Nadie votó la destrucción de la Universidad Pública. Junto a otras pocas, pero importantes cosas, es un orgullo nacional argentino. Y no queremos que este gobierno que todavía no cumplió un semestre siga rompiendo todo lo que encuentra a su paso: derechos adquiridos, programas públicos exitosos, bienes públicos de probado prestigio, instituciones culturales centenarias. Si los dueños de la economía están haciendo la opción de preferir un modelo tecnofeudal, precivilizatorio, pues entonces deberán hacerse cargo ante el mundo y no será responsabilidad de una persona o un grupo, que llegó al poder sin poder parlamentario ni federal, que no puede siquiera organizar la gestión burocrática de los ministerios. La responsabilidad estará también en los socios empresarios que lo amparan y asesoran, y en los organismos internacionales que lo auspician o toleran. Incluso la política exterior es mala, al confundir geopolítica con fantasías bélicas, negocios con anteojeras de dudosa ideología, religiones con estados, y dónde la más elemental contradicción lo lleva a desvirtuar una perspectiva liberal con el apoyo a los regímenes más retrógrados en materia de libertades individuales y perspectiva de género. Nadie quiso que a Hitler le fuera bien, ni tampoco que cumpliera su plan.
La Universidad Pública Argentina es hija de la emancipación americana, del reformismo que en 1918 pisó una hora americana y la habló a los pueblos libres de América. De la gratuidad y la Universidad Obrera de Perón, el ingreso masivo de la mujer de la mano de Evita; de la excelencia de Risieri Frondizi, Eudeba y las vanguardias de los sesenta. La que sufrió la Noche de los Bastones Largos, las cesantías y el exilio; la de las cátedras nacionales y los jóvenes revolucionarios de los setenta. La de las catacumbas, los talleres y las librerías nocturnas que en la infamia de la dictadura militar rehacían el tiempo y el saber frente a la ignominia, el nuevo exilio y la quema de libros.
La Universidad Pública Argentina es hija de la generación democrática que se abrazó en la Multipartidaria de 1982 entre los grandes partidos populares, pero también de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los sindicatos, los Hijos y los rebeldes de 2001. La Universidad Pública es hija de la generación del Bicentenario que repatrió científicos, construyó múltiples edificios y nuevas casas de altos estudios, amplió el Conicet y la Agencia de Ciencia y Tecnología; llenó plazas, teatros y estadios de culturas populares; envió satélites al espacio; y con todo eso creó una nueva pedagogía pública popular e ilustrada."
De todas estas cosas hablamos antes y después de la clase pública, cuando nos íbamos caminando del lugar, cuando quizás ya éramos menos: de todo lo que ahora el gobierno de Milei está destruyendo delante de nuestros ojos. Nadie había mencionado la palabra "adoctrinamiento" y la libertad nos reconfortaba. Y a título personal agregaré, aquí, que en mi vida adulta no hubiese tenido fantasía, ni consciencia social, ni controversias, ni dudas, ni pasiones, ni orgullos, ni tiempos muertos, ni humor, ni técnicas, ni herramientas, ni sensibilidad, ni amigos, ni compañerxs, ni admirados maestrxs, sino hubiera atravesado la experiencia de la Universidad Pública Argentina. Ni siquiera me hubiese asomado a la edad de la inocencia. Y ahora es cuando nos toca defenderla. De Ushuaia a La Quiaca.
(Gabriel Lerman es docente e investigador de la Universidad Nacional de José C. Paz y de la Universidad de Buenos Aires)