Desde Sevilla
Todo ha cambiado en el panorama político del País Vasco, pero no cambiará el gobierno. Las elecciones autonómicas celebradas este domingo en una de las comunidades con identidad histórica más acentuada del territorio español han estado a punto de arrojar un vuelco, pero se ha quedado a las puertas. El Partido Nacionalista Vasco (PNV), que ha gobernado esta comunidad en solitario o en coalición desde 1980, con el único intervalo del gobierno socialista entre 2009 y 2012, lo seguirá haciendo salvo sorpresa mayúscula.
Incógnita
El País Vasco llegaba a estas elecciones con la incógnita de si el PNV conseguiría mantener su hegemonía electoral o cedería ante el empuje de Bildu, la nueva expresión política del espacio del nacionalismo de izquierdas que en otras épocas se constituyó en el brazo político de la desaparecida ETA.
El ‘sorpasso’ anhelado por esta formación estuvo a punto de producirse, pero no llegó. Después de un recuento de votos de infarto en el que los resultados fueron variando a medida que llegaban los resultados de las tres provincias que integran el territorio vasco, ambas fuerzas resultaron empatadas en 27 escaños, aunque el PNV, una formación tradicional de inspiración democristiana, se mantuvo por un escaso margen como partido más votado al obtener el 35,1 por ciento de los sufragios frente al 32,5 por ciento de la izquierda soberanista. Su candidato, Imanol Pradales, se apresuró a asegurar que los vascos han optado por un gobierno liderado por el PNV y plural. “Esa va a ser la orientación de nuestra propuesta”, dijo adelantando una segura reedición de su alianza de gobierno con los socialistas.
Este empate virtual se produjo después de que el PNV acusara un desgaste en las urnas que le ha hecho perder cuatro escaños y que Bildu, que priorizó en la campaña un enfoque centrado en los problemas sociales y en las políticas de izquierda por encima de su tradicional discurso independentista, subiera seis escaños comiéndole a Podemos todo su capital electoral. La diferencia de diez diputados de las elecciones de hace cuatro años entre ambas fuerzas nacionalistas quedó reducida a cero. “Había una fuerza hegemónica institucionalmente, ahora hay una competición entre dos fuerzas principales”, celebró en un discurso pronunciado en euskera y castellano el candidato de Bildu, Pello Otxandiano.
El árbitro
Se trata de unos resultados que todavía podrían variar, ya que restan por contabilizar unos 80.000 sobres del voto exterior. En una comunidad pequeña en la que la formación más votada no alcanza a los 400.000 sufragios y en el que los últimos escaños se deciden por un puñado de votos, no es descartable que el reparto de escaños sufra todavía alguna variación.
Lo que seguro no cambiará es el papel de árbitro que está llamado a jugar el Partido Socialista de Euskadi – Euskadiko Eskerra (PSE-EE), la federación vasca del PSOE. Los socialistas consiguieron crecer en estas elecciones al pasar de 10 a 12 diputados, que serán decisivos para inclinar la balanza hacia una u otra formación nacionalista. Salvo sorpresa de última hora, lo más probable es que el actual gobierno PNV-PSE encuentre continuidad para los próximos cuatro años. La necesidad de mantener al PNV dentro de la alianza parlamentaria que a nivel estatal da estabilidad al gobierno de Pedro Sánchez y la resistencia de Bildu a condenar como actos terroristas el accionar de ETA, que se disolvió en 2018 pero cuyo recuerdo sigue estando presente en la política española, dificultan sobremanera que el PSOE se decante por la opción de la llamada ‘izquierda abertzale’.
Casi todos ganan algo
Como suele suceder en los comicios de resultados tan abiertos, casi todos los partidos se han mostrado ganadores tras acabar el recuento. El PNV, porque seguirá gobernando y continúa siendo la fuerza política más votada; Bildu, porque protagonizó un avance espectacular y ya mira a sus rivales nacionalistas de igual a igual, y el PSOE, porque también ha crecido y sus votos son los que decidirán el signo del nuevo gobierno.
Pero los partidos que quedaron por detrás también se mostraban exultantes. El Partido Popular, que tenía seis diputados, ha conseguido uno más tras crecer en votos por encima del 30 por ciento. Sin embargo, para el PP, una formación que se presenta como alternativa para gobernar España, quedar por debajo del 10 por ciento en un territorio como el País Vasco no es un buen resultado.
A la izquierda del PSOE había rostros de alegría en Sumar, que consiguió el 3 por ciento necesario para obtener representación, un escaño por la provincia de Vizcaya que le permite ganar su batalla particular con Podemos, que desaparece del mapa político vasco al no alcanzar ese umbral mínimo.
También había alegría en el cuartel de la extrema derecha, ya que Vox consiguió el umbral mínimo para mantener su diputada por la provincia de Álava.
Todos contentos, aunque seguirá gobernando la coalición que lo venía haciendo hasta ahora. El nuevo lehendakari, Imanol Pradales, sustituirá a Iñigo Urkullu, que venía ejerciendo el cargo desde 2012.