Me niego rotundamente a tener que argumentar por qué no se puede destruir la universidad pública argentina. El lugar del debate cruel y despiadado al que nos arrastra el Presidente con sus políticas es peligroso. No está bien, está mal, como diría Alberto Kornblihtt. No lo podemos naturalizar y normalizar como válido.
Hay cosas que el pueblo argentino no puede permitir que sean avasalladas. Y una de ellas es que se atente de forma material e ideológica contra una institución, con sus contradicciones y tensiones, constitutiva de nuestra historia.
No voy a hablar de cómo nos consideran en el exterior, del lugar de excelencia que ocupamos en rankings internacionales. No. No son esas las razones. Tenemos hartos argumentos por los cuales defender a la universidad. Pero, justamente, por eso es que Milei de modo violento y feroz nos confronta. Lo hace porque sabe muy bien el conocimiento que producimos, los contenidos que enseñamos, las relaciones sociales que cotidianamente construimos, el proyecto de país y mundo con el que soñamos, que se encuentran en las antípodas de su política belicista.
El martes no solo estudiantes, graduades y trabajadores docentes y no docentes saldremos a las calles a defender el derecho a la educación, sino enormes sectores de la sociedad que están profundamente en desacuerdo con esta guerra contra la educación pública que promueve el Gobierno.
Mañana será otro día en el que haremos historia. Porque diremos ¡basta! y nos echaremos a andar. Y esta marcha de gigantes ya no se detendrá.
* Cinthia Wanschelbaum es investigadora del Conicet IICE-UBA; doctora y licenciada en Ciencias de la Educación (UBA).