La novela que permitió que Facundo Arana y en especial Natalia Oreiro trascendieran las fronteras nacionales volvió a proyectarse en la plataforma de contenidos audiovisuales Netflix. Un análisis de la misma se torna relevante para poder apreciar algunas características de la sociedad argentina en las postrimerías de la década del 90. Los contornos principales de estas transformaciones, que creíamos alejados en el tiempo, se ciernen sobre el presente en base a la explicita reivindicación que sobre ese período de tiempo, y en especial sobre la figura y el pensamiento de Carlos Saúl Menem, realizan las principales figuras del gobierno nacional. No sólo eso, numerosos parientes del ex presidente ocupan lugares centrales en la gestión gubernamental.
La trama se centra en el encuentro de dos mundos: aquel encarnado por Milagros Espósito y por Ivo Di Carlo. Se trata de los personajes interpretados por los dos actores mencionados, quienes se cruzan en el convento en donde creció la joven. En este ámbito de sociabilidad es donde puede verse a las claras la alianza de clases entre las elites y los sectores populares que fue un paradigma de lo acaecido en el gobierno menemista. En efecto, de aquel aluvión de votos interpelados por la posibilidad de generar una revolución productiva que tuviera como corolario el ansiado y necesario salariazo, luego de los rigores sufridos por la población merced a la economía alfonsinista, se produjo una mutación en los apoyos sociales que sustentaban la gestión del riojano. A partir de la implementación de la convertibilidad, de la privatización de las empresas públicas con su estampida de despidos y de la política desindustrializadora que complementaba la faena en este ultimo aspecto, amplios sectores populares retiraron su apoyo, aunque un grupo de ellos siguió dando su consentimiento merced al innegable carisma de Menem y a la natural hegemonía del peronismo entre los trabajadores argentinos (si bien está fue puesta seriamente en entredicho por el triunfo de Milei y el importante apoyo que obtuvo de este sector). Asimismo, las clases medias altas se sintieron a gusto con la posibilidad de viajar al exterior, en un revival del deme dos de la última dictadura cívico militar, además de la posibilidad de comprar en cuotas sin interés, lo que fue conocido como el voto licuadora. Por su parte, las elites sintieron que era su gobierno y fueron quienes diseñaron la política económica en la que se vieron ampliamente beneficiados. La alianza llegó al plano simbólico con el vergonzoso abrazo entre Menem y el Almirante Rojas, y además se produjo una incorporación de numerosos dirigentes de la UCD, destacándose las figuras de María Julia Alsogaray y Adelina Dalessio de Viola.
La estrecha relación entre la Iglesia Católica y los sectores pudientes, cuestión que hunde sus raíces en diversos episodios históricos previos, se torna visible en la novela ya que Federico Di Carlo, dueño del emporio comercial que le posibilita a su grupo familiar mantener su alto estándar de vida, solía otorgar importantes donativos al convento en que creció Milagros.
La posibilidad de participar políticamente, como se aprecia en la producción en la ocasión en que el mandamás del holding familiar se lanza como candidato a un relevante puesto en el Congreso Nacional, era una potestad de los sectores privilegiados, en una analogía con lo sucedido en la política nacional adonde ricos y famosos como Daniel Scioli, Palito Ortega y Carlos Reuteman ocuparon senadurías, diputaciones y fueron gobernadores de importantes provincias.
El lujo y la ostentación es otra marca de la década menemista que la novela refleja con exactitud en el suntuoso estilo de vida de la familia Di Carlo. Del mismo modo que la lucha encarnizada por el dominio de la empresa y por los constantes negociados que atraviesan a todos los integrantes de la familia.
Otro aspecto que se aprecia es el tradicional desprecio de las elites argentinas por los sectores populares, o en palabras de Ezequiel Adamovsky, el racismo de los sectores privilegiados quienes diseñaron un proyecto excluyente de país que buscó ponerle freno a las aspiraciones levantiscas de los sectores populares. Los permanentes despidos de Milagros por parte de todos los miembros de la familia, así como los sistemáticos malos tratos hacia todos los trabajadores de la mansión familiar, que eran considerados como sirvientes son un ejemplo de lo expuesto.
En suma, Muñeca brava retrata un tiempo en el que las diferencias sociales, la desigualdad, el creciente desempleo, la pauperización de gran parte de la población y la ostentación eran un signo de época. Uno que creíamos lejano, y que en la actualidad cuenta con más adeptos de los que quisiéramos.
* Doctor en Educación CONICET/UNAHUR