Esteban Paulón es el primer diputado que asume su banca siendo activista LGBT+, con tres décadas de carrera y diferentes batallas legislativas desde el otro lado del mostrador del Congreso. Su currículum es muy largo, pero se destaca que fue presidente y luego vice de la Federación Argentina LGBT, inauguró el cargo de subsecretario de políticas de diversidad sexual en la provincia de Santa Fe y creó el Instituto de políticas públicas LGBT+.
Reclamó en las calles por el Matrimonio Igualitario, acompañó los debates por la ley de Identidad de Género y hoy su voz orgullosamente visible demuestra que estaba preparado para muchos otros temas de los que aparecían en su agenda. En línea con las ideas del Partido Socialista al que representa, marca posturas en ambiente, educación, derechos humanos o laborales; discutiendo en el recinto con la que considera una de las mejores armas que le dio el activismo: la argumentación.
Si bien una de las promesas de campaña de Javier Milei fue acabar con lo que considera la casta política, a comienzos de febrero su rechazo por el Poder Legislativo cruzó un límite. Mientras en las calles sucedían los primeros cacerolazos, a través de la cuenta “Oficina del Presidente” Milei publicó una lista propia de tiempos dictatoriales, acusando de traición a quienes habían votado en contra de la “Ley Ómnibus”. Pocos días después, el presidente volvió contra el Congreso, llamándolo “nido de ratas”, y contra sus integrantes en particular, tildándolos de ser “una mierda”. Paulón fue uno de los nombres en esa lista, y es uno de los que reclama la necesidad de frenar el odio del gobierno antes de que desate una cadena imparable.
Desde todos los frentes del gobierno hay expresiones de odio e intolerancia. ¿Qué causa-consecuencia puede tener en el clima social?
E.P.: La llegada de Milei al gobierno está basada en dos premisas. Una es económica: “el país está fundido, vivíamos sobre nuestras posibilidades y hay que ajustar”. La otra es ideológica, porque logró convencer a una parte de la sociedad que detrás de cada una de las conquistas sociales hay un negociado o un curro; una idea un poquito más sofisticada de Macri y “el curro de los derechos humanos”. Entonces, si sos feminista, es porque buscás un curro en el gobierno, si sos LGBT+ es porque estás buscando un cargo no sé dónde, si sos ecologista es porque estás con algún negociado y así. Como la premisa económica luce un poco lejana, este discurso de odio que propala el gobierno le sirve para fanatizar al fandom y sostener cierto apoyo popular, lo que inevitablemente en algún momento se va a traducir en actos de odio, porque ya lo hemos visto en otros países.
"Milei logró convencer a una parte de la sociedad que detrás de cada una de las conquistas sociales hay un negociado o un curro"
¿Cómo se combate ese odio?
E.P.: Entiendo que hay una reacción inicial instintiva ante la violencia que es “me guardo”, pero lo primero a lograr es no entrar en pánico. No debemos tener vergüenza, porque hubo mucha claridad en cómo se lograron nuestros derechos y fue por vías democráticas, así que tenemos que poder defenderlo. Hay un debate a recuperar, porque varios sectores de la sociedad que se han sentido fuera de esas conquistas sienten que lo mejor es que todos estemos peor, no que ellos puedan acceder. Es jodido porque es una idea muy individualista, de una sociedad muy fracturada, que obviamente va generando resentimiento, odio, violencia y consolidando capas de pobreza. Como respuesta hay que apuntar a construir una sociedad donde se goce el éxito de todos, no el fracaso, porque en definitiva en esta sociedad moderna muy pocos segmentos son privilegiados al cien por ciento para decir “yo no estoy excluido de nada”; ya que en algún punto todos tenemos un momento en donde estamos entre la población vulnerable.
Cuando se profundizan las crisis aparece la categorización de los derechos, y por lo general las orientaciones o las identidades entran en segundo o tercer plano. ¿Cuál es tu posición frente a esto?
E.P.: Hay quienes dicen “primero hay que comer y después verás si podés”. Pero no, nuestras orientaciones, nuestras identidades, van en nuestros cuerpos, son parte de nosotres y no es divisible para decir “me quedo en el clóset, pero como”. Además el modelo que se promueve es estigmatizante y discriminatorio para que también te pegue por el lado de la comida, en conseguir un laburo, en poder mariconear todo lo que quieras sin tener miedo a que te caguen a palos. Cuando entramos en crisis, pega por lógica en los sectores más vulnerables primero, y hay una cuestión ahí donde nuestros cuerpos, nuestras identidades, nuestras orientaciones terminan jugando un papel en términos de exclusión. Quizá no van a derogar el matrimonio igualitario, pero ahora en los colegios hay cosas de las que no se va a poder hablar. Si sos un pibe, una piba trans o una mariquita en la secundaria, te vas a tener que bancar el bullying, probablemente tengas que dejar de estudiar o se les va a ocurrir que pueden mandarte alguna terapia para curarte. Parece que lo normal son los valores occidentales judeo cristianos “Dios, patria y familia”, los valores de la dictadura militar.
¿Por qué ganó este discurso?
E.P.: Creo que logró sintetizar un hartazgo social. A nivel global estamos en una crisis de las democracias, no es un tema sólo de Argentina. La democracia es un sistema que se planteó con un componente muy fuerte a nivel social de inclusión, de construcción del Estado de Bienestar después de la Segunda Guerra Mundial y hoy encuentra sus límites, que son los límites que le pone el capitalismo. La gente tiene una gran frustración de sentir que la perspectiva no es positiva, que la próxima generación no va a estar mejor, que nos acercamos a un colapso climático, social y del empleo porque las tecnologías van a reemplazar por máquinas todo. Es un momento de mucha angustia que se combina con fenómenos contracíclicos. Nosotros veníamos en un ciclo más vinculado a ciertos valores, progresistas si se quiere, y la gente canalizó su angustia en un personaje que expresa valores diametralmente opuestos a ese modelo. Pasó lo contrario en Chile, más allá de cómo le vaya al gobierno, donde venían con un modelo y los sectores excluidos fueron a votar a Boric como algo nuevo por izquierda, o en Colombia con Petro.
Orgullo y política, ¿cómo viene tu agenda legislativa de proyectos?
E.P.: No creo que sea un momento donde solo tengamos que defender los derechos que conquistamos, porque siempre se puede pensar en instar a nuevos debates públicos. Hay que estar preparado hasta en los peores momentos, porque los contextos cambian y tenemos que tener claras las ideas que queremos llevar adelante. Un proyecto que voy a plantearle a la presidenta de la Comisión de Mujeres, Género y Diversidad, comisión de la que soy vicepresidente, es poner en marcha el tratamiento en la Ley Integral Trans, que nace de la experiencia que tuvimos en política pública con el convencimiento de que ayer, hoy y siempre el colectivo trans sufre una múltiple exclusión y que la respuesta tiene que ser también múltiple. Otro es la Ley de prevención y sanción de actos discriminatorios, al que le vamos a incorporar algunas modificaciones estructurales del INADI, porque creo que parte de este tiempo es detectar cómo mejoramos algunas de las instituciones que se diseñaron, que cumplieron un rol en algún momento y tal vez hoy necesitan modificaciones para volver a ser valoradas socialmente, que es la mejor manera de defenderlas de los ataques. También estamos empezando a elaborar un proyecto para prohibir las Ecosig, las terapias de “cura” de la homosexualidad, que es algo que el movimiento está impulsando en todo el mundo.
"La estrategia del gobierno es golpear mucho, permanentemente y en todos los sectores, como para tener a la sociedad en estado de conmoción permanente".
Desfinancian la educación, la ciencia, hay despidos masivos, represión y ajuste. Todo en todas partes al mismo tiempo.
E.P.: Hay una estrategia del gobierno de golpear mucho, permanentemente y en todos los sectores, como para tener a la sociedad en un estado de conmoción permanente. En ese ping pong uno tiene que poder reaccionar pero también ver cómo priorizamos, donde contragolpear más efectivamente. Estamos a 120 días aunque parece que fue una eternidad, así que creo que es tiempo de parar un poquito la pelota, mirar en perspectiva y pensar realmente dónde tenemos que poner los esfuerzos frente al shock.