A la salida de los últimos discos de Neon Indian y Washed Out hay que sumar el más reciente trabajo de Toro y Moi, Boo Boo, publicado en julio. El celebrado quinto álbum de estudio del proyecto comandado por el estadounidense Chaz Bundick, quien estuvo por última vez en Buenos Aires en 2013 con un show inolvidable, denota la revancha de uno de los microgéneros más trascendentales de la era milénica, sólo superado por el dubstep y más recientemente por el trap.
Hijo de la crisis financiera que padeció Estados Unidos en 2008, el chillwave (a veces llamado glo fi o hypnagogic pop) es un estilo post noise de cepa tan yanqui que básicamente el grueso de su escena se centra allí. Según un artículo del blog Hipster Runoff, esta corriente sonora por momentos onírica y en otras ocasiones fantasmal y hasta lisérgica (a manera de escape de la realidad) surgió en 2009, aunque algunos ubican su inicio a mediados de la década pasada.
Desde el vamos, estuvo comandad por esa suerte de Santísima Trinidad de una corriente que es una consecuencia de la mixtura de etiquetas como el shoegaze, el dream pop, el synthpop y la música electrónica. Tiene en Beach Boys, My Bloody Valentine, Boards of Canada y Animal Collective a algunos de sus antecedentes. Su base de operaciones es el cuarto de casa, su actitud es próxima al “Hacelo vos mismo”, se enmarca dentro del indie, juega con la ambiguedad y le saca lustro a la ironía.