Cuando hacia finales de la década del cincuenta del siglo XX, la naciente televisión comenzaba a quitarle público al cine, una de las estrategias comerciales más difundidas para volver a captar la atención de las y los espectadores fue a través del sexo. Sin embargo, como aun imperaba cierta moral victoriana para la masividad pochoclera, surgieron las comedias románticas que los estudiosos del cine clasificaron bajo la categoría “sexo aplazado”. Es decir, se trataba de ficciones que narraban una historia de amor heterosexual en las cuales los personajes principales aludían constantemente o hablaban indirectamente de sexo -y hacían gags cómicos sobre el sexo y las situaciones sexuales-, aunque no lo concretaban. Así se buscaba que lxs espectadorxs se mantuvieran tan en llamas como los ardorosos caracteres de la pareja protagónica.
Las más populares de esas comedias de “sexo aplazado” fueron las estelarizadas por Doris Day y Rock Hudson. En muchas ocasiones, en algún momento de la película los argumentos dictaban que el personaje de Hudson fingiera ser gay para ganar la confianza del de Doris Day, mostrar su lado más sensible y sentimental y así llevarla a la cama. Así se daba la paradoja de un hombre gay en la vida real interpretando a un heterosexual que simulaba ser gay.
Esta digresión viene a cuento de “Los amantes astronautas”. La recientemente estrenada película de Marco Berger, comienza cuando Pedro (Javier Orán) va a pasar las vacaciones con su primo y amigxs a una casa de la playa y se reencuentra con Maxi (Lautaro Bettoni), un amigo de la infancia. Maxi se sorprende cuando se entera de que Pedro es gay pero, entonces, como en una versión aggiornada e invertida de “Plan B” (Berger, 2009) y de las películas del dúo Day-Hudson, le pide que simule ser su novio para darle celos y recuperar a su ex novia Sabrina (Mora Arenillas).
La retorcida maquinación renueva la vieja complicidad de la niñez, pero a la vez, más pronto que tarde, inflama la flamante amistad e insufla la carga de tensión sexual de los muchachos. Esta tensión sexual se expresa mayormente en bromas, frases cargadas de doble sentido y chistes algunos subversivamente escatológicos en tiempos de auge de una cancelación que se autodenomina progresista y sigue los mecanismos de la más rancia derecha.
Con la estrategia de chiste -que desde Freud se sabe que guarda estrecha relación con los deseos reprimidos y los miedos del inconsciente -, Berger divierte al espectador hasta la hilaridad. A la vez, en un plano más profundo, el guionista y director se ríe de los constantes chistes referidos a la homosexualidad que se suelen dar entre machirulos en espacios o comunidades homosociales (espacios de “varones sin mujeres” como canchas de fútbol, barras de amigos o vestuarios, entre otros). Y también, quizás sin proponérselo, con la entrañable, dulce y por momentos cándida amistad de Pedro y Maxi, Berger hace una sátira a las comedias de sexo aplazado que se erige -cual el Quijote a las novelas de caballería- como el mejor homenaje y la mejor comedia de sexo aplazado en versión gay.
Luego de dos películas en las cuales utilizó al sexo para denunciar algunas de las peores atrocidades en las que pueden incurrir las masculinidades hegemónicas -el abuso sexual de menores en “Cazador” (2020) y los crímenes como el perpetrado a Fernando Báez Sosa en “Los agitadores” (2022)-, Marco Berger vuelve a sus orígenes de comedias de amor entre varones introduciendo buenos momentos de suspenso derivados del thriller psicológico -de los que supo hacer gala en películas como “Ausente” (2011) y otras variables a sus tópicos recurrentes cinematográficos que hablan de su madurez como director y guionista.
Para ello cuenta con Orán y Bettoni, dos actores magnéticos y encantadores que plasman química en las escenas y naturalidad en los diálogos. También remedando críticas referidas al escaso -o degradado- espacio femenino que le reprocharon en parte de su cinematografía anterior, en “Los amantes astronautas”, los caracteres femeninos tienen su momento de lucimiento (Arenillas, Ailín Salas, Melina Furgiuela, Camila del Campo y Violeta Cárcova).
En esta nueva película, el director parece dejar atrás algunos sellos y marcas identidad como el llamado plano Berger del bulto. Eso que no va en desmedro de una cámara que se regodea en la belleza masculina, también da cuenta de que la subversión de la época no radica en el exceso de paquete ni en la muestra de la genitalidad, sino en la ternura entre los varones, en mostrar una masculinidad cargada de miedos y represiones y cuya verdadera fortaleza radica en mostrar las fragilidades, inseguridades y vulnerabilidades.
“La gente puede tolerar a dos homosexuales a los que ve irse juntos a la cama. Para la sociedad resulta tranquilizadora la idea de dos muchachos que se ven en la calle, se fisgonean y que marchan hacia una ‘revolcada’, pero si al día siguiente están sonrientes, cogidos de la mano y abrazados, entonces no tienen perdón. Es el que despierten felices lo que irrita y molesta”. Quizá estas palabras de Michel Foucault resulten iluminadoras respecto de la reticencia a mostrar imágenes que revelen dulzura entre varones.
Para el caso de las sexualidades diversas, la historia de la cinematografía universal y local han demostrado que mostrar un beso puede resultar más subversivo que representar el acto sexual. Sólo basta recordar la pudorosa copa de vino que se interpone en la cámara para no mostrar el beso entre los amantes de Otra historia de amor (Ortiz de Zárate, 1986), una de las primeras películas argentinas centradas en un romance homosexual y cómo han perdurado en la memoria colectiva -y la dosis de escándalo que supusieron- los primeros besos entre hombres en el cine y la televisión. Berger hizo la película que está época precisa: una de las más bellas y conmovedoras historias de amor gays -con todos los miedos que perduran, aunque se intente publicitar lo contrario- y dos o tres de los mejores besos -quizás los mejores- filmados entre hombres en la historia del cine local. Parafraseando al Che Guevara, la cinematografía de Marco parece invocar que quizás la nueva revolución sexual tenga la forma de la ternura.
"Los amantes astronautas" de Marco Berger. Con Javier Orán, Lautaro Bettoni, Mora Arenillas, Iván Masliah, Ailín Salas, Agustín Frías Silva, Melina Furgiuela, Camila del Campo, Violeta Cárcova y Fernando Malfitan estrenó en BAFICI 2024.