En medio del vendaval provocado por el desguace y cierre temporario de las oficinas del INCAA, pero con las funciones del Cine Gaumont aseguradas (qué ocurrirá después de este domingo 28 nadie lo sabe), la Competencia Internacional del 25° Bafici sumó tres nuevos títulos. Entre ellos, el primero de origen argentino, acompañado de una película estadounidense y otra de origen brasileño. Tripleta de films que suman elementos documentales, aventureros y literarios al contingente de obras de la principal sección competitiva del festival.
El primero de ellos es probablemente uno de los más exigentes del programa, la adaptación de uno de esos textos literarios usualmente considerados “infilmables”: la novela La pasión según G. H., de la escritora ucraniano-brasileña Clarice Lispector, publicada originalmente en 1964. Segundo largometraje del realizador carioca Luiz Fernando Carvalho, quien estuvo presente en la cuarta edición del Bafici con su ópera prima Lavoura Arcaica (2001), se propone como un viaje interior por la mente, el cuerpo y el espíritu de su protagonista, una mujer de clase acomodada de Río de Janeiro que un buen día, luego de aplastar una cucaracha con el borde de una puerta, atraviesa una poderosa crisis existencial.
Se hace necesario destacar que entre su primer film y A Paixão Segundo G.H. existen veintidós años de trabajo esforzado en el terreno de las telenovelas y las series. Pero no hay nada más alejado de la estética televisiva que esta traslación audiovisual del texto de Lispector, apoyado sobre un verdadero tour de force actoral de Maria Fernanda Cândido, cuya mirada atraviesa la pantalla en cada uno de los primeros planos que le prodiga la cámara. Rodada exquisitamente en 35mm y estructurada alrededor de un texto leído en off por la misma actriz (las frases están tomadas textualmente de la novela), la pelicula expone el proceso interior del personaje, a mitad de camino del devaneo, la pesquisa filosófica y el vía crucis emocional. Y lo hace en imágenes y sonidos que cruzan el pasado con el presente y la realidad con los miedos y deseos. La excusa de la transmutación de G.H., como en la novela, es el ingreso al cuarto de la empleada doméstica. “Ayer por la mañana –cuando pasé del salón a la habitación de la criada– nada me hacía suponer que estaba a un paso de descubrir un imperio”, escribe la autora, y Carvalho acompaña a Cândido en su propia versión de un auténtico derrotero por los laberintos del ser.
El tono grave, musicalizado con una selección que entrelaza a Bach con John Cage y Antônio Carlos Jobim, de A Paixão Segundo G.H. –una película áspera y difícil, pero con varios tesoros a la vista para quien sabe tener constancia y paciencia de espectador– contrasta con la frescura construida por otro realizador debutante, Weston Razooli, nacido y criado en Utah. Riddle of Fire tuvo su estreno mundial en el Festival de Cannes, como parte de la rebautizada sección Quincena de los Cineastas, y bien podría definirse como un anti coming-of-age. Es que los protagonistas, dos hermanos de unos 12 y 6 años, y la mejor amiga del primero conforman una bandita juvenil que ya parece conocer todos los placeres y dolores del mundo. Al comienzo de la historia, el trío se calza unos pasamontañas y, con pistolas de bombas de color colgadas de los hombros, se infiltran en un galpón para robar un producto recién llegado al depósito: la nueva edición de una consola de videojuegos. El problema es que la madre de los varones, en cama con una fuerte gripe, bloqueó con clave el acceso al televisor, aunque la promesa de una tarta de arándanos puede hacerla cambiar de idea.
Así comienza la verdadera aventura: luego de sufrir el hurto de unos huevos especiales (moteados), necesarios para la cocción de la tarta, los pequeños aventureros se topan con un particular grupo de cazadores furtivos comandado por una suerte de neohippie con ínfulas de bruja, y pasión por las runas y encantamientos medievales. Weston Razooli, quien se reserva un papel secundario en el reparto, aprovecha la frescura de los actores bajitos para construir un relato no necesariamente infantil, en el cual los peligros que acechan a los protagonistas –convertidos en cuarteto luego de la aparición sorpresiva de la hija de la villana– son bastante más reales que en los films de aventuras ochentosos para toda la familia que Riddle of Fire señala, en parte, como inspiración.
En realidad, la década que parece circular con fuerza por las venas del realizador es justamente la anterior. El rodaje en granuloso 16mm recuerda a varios films de terror de bajo presupuesto producidos en los años '70, guiño confirmado sobre el final con la utilización de la banda de sonido de Holocausto caníbal, aunque con imágenes que poco y nada tienen que ver con ese clásico del subgénero antropófago italiano. A pesar de sus casi dos horas un poco excesivas y de reutilizar elementos narrativos harto visitados por el cine, Riddle of Fire nunca deja de sorprender por su carácter proteico, mutante y cáusticamente candoroso.
En La odisea de Kamatsu, la primera de las dos películas argentinas que se presentan en la Competencia Internacional, también hay un huevo, tan mítico como el moteado del film de Razooli. Es que, según afirman los realizadores Sofía López Mañán y Leo Liberman, este último nacido en Venezuela, la búsqueda de un huevo verde fue lo que empujó al protagonista a abandonar su Japón natal para instalarse en la Argentina. Como tantos otros ciudadanos nipones antes que él, Toshiyuki Kamatsu llegó al país hace cincuenta años, y su presente es el de un padre de familia tan argentinizado como lo está su descendencia. El documental parte de un concepto algo pueril, explicitado por una voz en off que lo recorre de punta a punta: al intentar hallar en los Kamatsu los signos más superficiales de la identidad japonesa los realizadores se topan con el más evidente sincretismo cultural. Desde luego, nada de raro hay en ello, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde la mudanza y la condición nikkei de los hijos del matrimonio. De apenas 60 minutos de duración, La odisea de Kamatsu parece el borrador de un largometraje posible, un work in progress que aún no hay hallado su verdadero centro de gravitación y que, por esa misma razón, recorre varias paradas sin jamás horadar la superficie de las cosas y los seres.
Riddle of Fire se exhibe el miércoles 24 a las 22 en Cinépolis Plaza Houssay 2.
La odisea de Kamatsu se exhibe el jueves 25 a las 16.55 en Centro Cultural San Martín 1.