José Luis Aguirre es uno de esos tantos artistas independientes que vienen construyendo una obra popular a fuerza de buenas canciones, una búsqueda personal y un andar ligero y paciente. Oriundo de Villa Dolores, en el Valle de Traslasierra, al cantor, poeta y compositor cordobés le llegó finalmente en la última edición de Cosquín Folklore un merecido reconocimiento que le venía siendo esquivo: el premio Consagración del festival más importante del país. “Este premio significa un fruto después de muchos años de ir con canciones propias a Cosquín”, entiende Aguirre. “Es un mimo para el artista y para todas las personas que me acompañaron en el camino. También es un agradecimiento a mí mismo por haberme animado a cantar una canción inédita en el festival. De todos modos, los premios no son lo más importante, porque no creo mucho en los resultados sino en el camino”, completa el músico, que se presentará el jueves 25 y el domingo 28 de abril a las 21 en el CAFF (Sánchez de Bustamante 772).

Además de celebrar con su público el premio recibido en Cosquín, el cantautor cordobés seguirá presentando las canciones de su último disco, Suelto (2023). En ese trabajo predominantemente acústico y con espíritu latinoamericano, Aguirre refleja los contrastes de su música: canciones intimistas y festivas, testimoniales y existenciales, con tradición folklórica y carisma universal. Hay intimidad en "De la raíz a la piel", "Infinita danza" o "Caja", y baile en "Volvé a las chapas" o "Mi luz compañera", por ejemplo. “Suelto es una expresión de un momento, sobre todo en la época del confinamiento. Fue una especie de guía para uno mismo en un momento personal muy difícil. Es un disco de una búsqueda para adentro”, define quien también se presentará este viernes 26 a las 21 en Auditorio Oeste (Rivadavia 17230, Haedo).

“En mi obra hay discos más paisajísticos o que tienen algunos tintes sociales, pero este ha sido bastante espiritual y está centrado en la humanidad”, amplía el concepto. “Porque ya no alcanza más con esta vida en un sistema que nos tiene sumergidos en esta difícil realidad, como lo que estamos viviendo en la Argentina. Estamos buscándonos como seres humanos y este disco representa eso", dice. 

"Es un disco bastante cancionero, sí”, confirma sobre el sonido despojado, con la guitarra y la voz al frente. “Lo simple sosteniendo la poesía y la melodía. Aquí me acompañó Juan Murúa en la producción de los instrumentos. Lo acústico fue surgiendo naturalmente para darle un tinte latinoamericano también, por eso tiene cumbia, candombe y un ritmo venezolano. Pero siempre atravesado por la experiencia y la manera de tocar de uno. Siempre desde mi región y mi mundo, con impronta chuncana”.

-En ese sentido, ¿qué tan importante es la Córdoba serrana, con su monte y sus ríos, en la construcción de tu música?

-Soy nacido y criado en las sierras de Córdoba, y sigo viviendo aquí, en los ríos. Entiendo que todo eso forma parte de lo esencial de nuestra humanidad, desde lo más básico. Cuando uno abre una canilla en la ciudad, de algún lado viene esa agua. Pero a veces nos olvidamos. Y esos lugares de donde viene el agua son estos, donde vivo yo, en Villa Los Aromos. Entonces, entiendo que todo eso tenemos que defenderlo y cuidarlo. De ahí viene también mi canción y eso también tiene que ver con las hermosas cosas que se hacen en lugares tan lejanos como las ciudades, como el arte, las huertas verticales o la buena alimentación. Muchas cosas que están sucediendo vienen del campo, de las sierras y los ríos. Entonces la Córdoba serrana representa mi madre naturaleza. Por eso hay mucho de eso en mis canciones, como "Alicuco", que es una lechuza. Yo trato de mostrarlo como un altar para que la gente lo vea y aprecie la belleza. Y el que se venga a vivir acá, que entienda que tenemos que cuidar esto que nos queda, como el Amazonas o el mar, porque son parte de nosotros.

-En tiempos de tanta urgencia e inmediatez, ¿por qué creés que tu canción, que propone una escucha atenta y profunda, con letras testimoniales, es tan bien recibida?

-Para mí es un privilegio, y siempre le agradezco a la gente que viene de tan lejos y paga una entrada en estos momentos tan difíciles de la Argentina, en relación a la economía, la política, la crueldad de los despidos y un montón de cosas más. Yo reflejo un poco eso y quizás ayuda para entender que el arte no es solo para entretener o hacernos olvidar, sino también para transformar algunas cosas. Los artistas que me gustan hacen canciones largas, profundizan y tratan de dejar una enseñanza sana. Y como artista trato de hacer lo mismo. En un sistema que a veces te pide otra cosa hay que animarse a hacer esas canciones. Porque este sistema te pide velocidad. También lo entiendo, porque hay que vivir como artista en este mundo. Por eso yo banco a todos los artistas, sin importar el género. La música hecha de corazón, ya sea comercial, folklore o rock, siempre trasciende, siempre llega. Lo importante es sumar luz y arte.

-¿Y cuál creés que es el rol del artista popular en tiempos agitados social y políticamente como el actual?

-La verdad es que no sé bien o no soy quién para decir cuál es el rol de un artista. A mí me gusta la gente que le pone corazón y eso tiene mil formas de expresión. Si no canto para mi gente, ¿para quién voy a cantar? ¿Cómo puedo estar bien yo si veo a un montón de gente en el país que la está pasando mal? Entonces, acompaño la realidad con mis canciones; canto lo que ando viendo. Y a veces pido disculpas si mi opinión no gusta, pero es así. También porque defendemos una manera de mirar el mundo. No sé cuál es el rol del artista, pero el mío es tratar de comunicar una manera de mirar la realidad y el mundo. Y tratar de estar atento a lo que le pasa a los demás para poder comunicarlo. El rol de los artistas, quizás, es acompañar a nuestros hermanos y hermanas que la están pasando mal y reafirmar la alegría y la confianza en las canciones.