Sacrificio. Cuando las doctrinas religiosas proponen renuncias en la Tierra en virtud de la bienaventuranza del mañana en el reino de los cielos, bien leído plantean sofocar en el presente los impulsos hostiles y admitir que la omnipotencia no es posible en esta vida. En cambio, el sacrificio que el neoliberalismo y la ultraderecha imponen para las mayorías solo significa dolor y pérdida. Pese a que sus promesas intentan generar una expectativa (el esfuerzo de hoy, mañana tendrá sus frutos) rápidamente los hechos demuestran la terrible falsedad de sus premisas. Más aun, dado que nada de lo que imponen en el presente guarda relación con un futuro mejor, no solo fracturan la lógica del pensamiento sino que también quiebran las expectativas.
¿Y si sí? Nuestro desconcierto está signado desde el momento en que imaginamos que Javier Milei no podría jamás llegar a ser presidente. Luego, creímos que no tomaría ciertas decisiones. Finalmente, esperábamos que la sociedad reaccionara ante el avasallamiento. Si aún no entendemos del todo por qué llegamos hasta aquí y permanecemos desorientados, no es porque nuestras categorías teóricas sean obsoletas, no es porque nuestra cosmovisión pertenezca a otra era antropológica. Más bien, el obstáculo epistemológico que nos paraliza se encuentra en nuestras expectativas, en que no creímos que en lugar de denegar la violencia, aún hoy se pudiera ejercer una violencia desestimante. Conviene, pues, seguir la sugerencia de José Mota, el humorista español, cuando pregunta: “¿Y si sí?”
Arrepentidos. Aunque aún no terminemos de comprender del todo las razones del voto a Milei y vacilemos al momento de definir cuándo la realidad transformará en rechazo lo antes aprobado, no podemos desconocer que ya hay miles de arrepentidos de haberlo votado. Si bien durante el macrismo también hubo desilusionados, hay dos diferencias fundamentales entre unos y otros. La decepción con el actual gobierno (Milei) ocurre con una velocidad que no registramos durante el gobierno de Macri. A su vez, la palabra “arrepentido” distingue claramente las dos desilusiones. Quienes votaron a Macri y luego se frustraron, concluían “son todos la misma mierda”, es decir, no cuestionaron su propio voto, sino lo votado. En cambio, los “arrepentidos” de Milei, precisamente, expresan una suerte de autocrítica, ya sea por haber elegido mal, por haber creído lo no creíble, etc. Estas diferencias, pues, resultan fundamentales para pensar lo que sigue a partir de ahora, para imaginar desenlaces posibles ante la catástrofe.
Universidades. La marcha en defensa de las universidades y de la educación pública resultó, quizá, uno de los eventos más significativos de la resistencia política reciente. Tras la lucha por el presupuesto, se articularon allí múltiples demandas y sujetos. Entre las primeras, podemos incluir la defensa de la educación pública en general, el intento de frenar el avasallamiento a la cultura y la ciencia, el rechazo a la burda teoría del adoctrinamiento, etc. En cuanto a los sujetos, se reunieron docentes de todos los niveles, estudiantes, sindicalistas, organismos de DD.HH., dirigentes sociales y políticos, jóvenes y adultos de diferentes niveles económicos, miembros de instituciones educativas de gestión privada, etc. Hubo allí, entonces, una articulación impredecible, insisto, de demandas y sujetos. Un reclamo que aglutinó diferencias y perforó la coraza de la propaganda mediática estigmatizante.
Digresión sobre la inteligencia artificial. Cual si estuviéramos ante la inminencia del apocalipsis, actualmente vivimos asediados por la inteligencia artificial, a la que sentimos como si fuera el punto final de la humanidad, de nuestras existencias. Juzgamos que nada de lo que sabemos será importante porque todo lo podrá hacer una máquina. Como en todo, hay quienes ven las virtudes de la IA y quienes, por el contrario, subrayan sus rasgos ominosos. Por mi parte, mucho no puedo decir, ni sobre sus virtudes, ni sobre lo ominoso. Lo que sí pienso es que tal como avanza todo, es posible imaginar que aquello que hoy vemos con horror hacia adelante, alguna vez también será parte del pasado. Algún día, nuestros hijos o nietos, dirán: “¿Te acordás cuando existía eso de la IA?”
Recuerdos del corralito. Cuando estalló el corralito, a fines de 2001, trabajé con un grupo de empleados bancarios por la situación que estaban sufriendo. Ellos estaban padeciendo francamente un trauma, esto es, la intrusión de un suceso violento e inesperado y que, siendo esa su hora, el pasado se transformaba en un recuerdo nostálgico, un duelo inaccesible, y el futuro solo era imaginado como encierro en un eterno más de lo mismo. Aquellos tiempos, sin duda, fueron dramáticos, pero aun así, luego pasó algo diferente, luego hicimos algo distinto.
Expectativas. Como señalé previamente, quizá nuestro fallo estuvo en las expectativas. Fallamos cuando creímos que jamás podría suceder lo que luego ocurrió, cuando nuestras expectativas estaban dominadas solo por el recuerdo, pero también podemos fallar si nos autoconvencemos de que todo será siempre igual. Así, no solo padecemos la crueldad de un gobierno indiferente, irracional y violento, sino que quedamos desconcertados y paralizados.
La multitudinaria marcha del martes, por su número y diversidad, más el argumento de los propios arrepentidos de Milei, nos exigen y permiten pensar de otros modos nuestras expectativas, sin optimismos ingenuos, pero sí de una manera creadora; sin pensar que lo peor no puede ocurrir, pero imaginando y construyendo lo que deseamos que suceda.
Sebastián Plut es doctor en Psicología y psicoanalista.