Estuvimos ahí, en La Plaza que nos abraza una vez más. Esta vez se trata de nuestra universidad, pública, libre, abierta y gratuita. ¿Cuáles son las inversiones dialécticas que habremos de reservar para los consultorios, mientras en el plano social y subjetivo nos transformamos en la Gran Marea Humana? Tenemos una responsabilidad de volver a ellos y a nuestras prácticas, retomando lo que Lacan propusiera en “Intervenciones sobre la Transferencia” con sus inversiones dialécticas. Tenemos la responsabilidad de transformar este oscuro y siniestro síntoma de la apatía y la renegación por la política, que es una renegación de la realidad, ya que la política, por definición, es el principio de realidad. Responsabilidad para retomar en esos consultorios no sólo la función social de la práctica clínica, sino la de intervenir sobre esta disfunción ideativa que ha provocado que la Big Data y el Gran Hermano y el algoritmo y los trolls y los tuits y las X usurpadoras de realidad campeen como nuevo estandarte y nuevo paradigma, para recuperar aquello que no sólo las prácticas psicoterapéuticas y el psicoanálisis, sino las prácticas profesionales, que siempre son prácticas sobre lo humano, tomaron en esencia como estilo y como compromiso de vida.
Cuando escuchamos hoy, en aquellos síntomas obsesivos y sus nuevas variantes, graves expresiones que son a su vez “las viejas olas”, donde precisamente lo que no se asocia a la representación, o es arduo de encontrar y recuperar en la representación, es la emoción. ¿Dónde está la emoción por estos días? No se desvanece en el aire. No se pulveriza a pesar de los intentos desaparecedores y negacionistas que ha impulsado este gobierno con sus políticas arrasadoras. La emoción se desplaza hacia representaciones alternativas, algunas de ellas ligadas a eso que Freud nominó como destino alternativo para la pulsión en la sublimación, en la meta de recuperar el objeto social o estético.
Prefiero nombrar allí tendencia, hablar de tendencia. La libido, la erótica, adquieren nuevas tendencias. Algunas de ellas, lamentablemente, inevitablemente, van hacia una forma de padecimiento ligado a la innervación no en el síntoma, sino en el soma del órgano, o la enfermedad psicosomática, o la enfermedad orgánica, a modos tanáticos de producción del discurso. Recuperar la emoción en La Plaza, en La Marea Universitaria y de la Educación Pública Universal, es también un posible despertador que vuelve hacia todos nuestros espacios de disposición. Cuando recibimos al otro en nuestro consultorio, en los hospitales, en las instituciones o frente al microscopio, en las nuevas fórmulas matemáticas, en los esclarecimientos botánicos y biológicos, en la infraestructura sustentable y material del país que produce sus puentes y sus satélites, seguimos construyendo lo común identitario de nuestro país. Frente a la fragmentación, ese despertador augura la diversidad en la que podemos convivir y también esa diversidad es un indicador clínico, no solo de conciencia crítica, sino también de convivencia y de un modo de estar y permanecer en el mundo. Si el mundo, como señaló Lacan, era una experiencia ligada al registro imaginario, de cómo poseemos y desplegamos nuestros lazos para con lo que hacemos, para lo que suponemos que somos y para con el otro, este mundo de la Gran Marcha Universal es entonces al menos un primer paso, un primer punto de estabilización y también ¿por qué no decirlo?, de esperanza. Esa esperanza que Freud había nombrado como porvenir de una ilusión. Es también para los que vendrán, los que aún no nacieron y nacerán.
Son apenas pasos preliminares, no por eso menos sensatos ni menos poderosos. Abrazándonos emocionados, el extenso órgano piel conmocionado. Un día en La Plaza, mi Universidad, la calle y el aula, vibrando, a viva voz.
Cristian Rodríguez. Espacio Psicoanálisis Contemporáneo (EPC).