Como mencionábamos al principio, diez años después de formular la noción de psicosis ordinaria, Jacques‑Alain Miller vuelve sobre ella en su intervención titulada Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria. Este texto, que seguiré a continuación, resitúa las coordenadas de esta categoría clínica. Miller sitúa la invención de este sintagma como un intento de esquivar la rigidez de la clínica binaria (neurosis o psicosis). Pero aclara que, si bien la psicosis ordinaria es una manera de introducir el tercero excluido por la rigidez binaria, debemos introducirla en el campo de las psicosis.
La neurosis es una estructura muy precisa, si durante mucho tiempo (incluso años) no encontramos elementos evidentes para reconocerla claramente en un paciente, deberíamos pensar en la posibilidad de una psicosis velada que debería poder deducirse de pequeños indicios, de signos discretos. Una neurosis es una formación estable, que se organiza por medio de la constancia en la repetición. Si no encontramos esto, debemos buscar los signos discretos de "desorden en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto". Miller, en este punto, precisa: "El desorden se sitúa en la forma en que se siente el mundo que nos rodea, en la forma que se siente el cuerpo y en la forma de referirse a nuestras propias ideas. Pero, ¿qué desorden es este, ya que los neuróticos también lo sienten? Un sujeto histérico siente este desorden en la relación con su cuerpo, un sujeto obsesivo siente un desorden con respecto a sus ideas. ¿Cuál es, pues, este desorden que llega a la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto?". Miller propone reconocer ese desorden en base a una triple externalidad: una externalidad social, una externalidad corporal y una externalidad subjetiva.
Respecto a la externalidad social, la pregunta es por la función de la identificación social que nos da un lugar, un sostén (una identificación profesional, por ejemplo). Miller precisa que "el más claro indicio se encuentra en la relación negativa que el sujeto tiene con su identificación social. Cuando hay que admitir que el sujeto es incapaz de conquistar su lugar al sol, asumir su función social. Cuando se observa un desamparo misterioso, una impotencia en la relación con esta función. Cuando el sujeto no se ajusta, no en el sentido de la rebelión histérica o de la manera autónoma del obsesivo, sino cuando existe una especie de foso que constituye de forma misteriosa una barrera invisible. Cuando se observa lo que yo llamo una desconexión, una desunión". Este foso, esta barrera invisible, la constatamos con frecuencia en la clínica.
La dificultad con la identificación social puede ser un signo de psicosis ordinaria, pero también una identificación demasiado intensa a la posición social, a la profesión por ejemplo. En estos casos, la pérdida puede desencadenar la psicosis porque ese lugar social hacía las veces del Nombre‑del‑Padre que no hay.
La segunda externalidad que establece Miller es la externalidad corporal. Lacan afirma que "no somos un cuerpo, sino que tenemos un cuerpo". Esto sitúa al cuerpo como Otro para el sujeto. Es algo que percibimos de modo claro en la histeria, donde "el cuerpo hace lo que quiere". También, en el cuerpo masculino, una parte no siempre obedece. Pero, a diferencia de lo que ocurre en las neurosis, Miller señala que "en la psicosis ordinaria hay que tener algo más, un desajuste. El desorden más íntimo es una brecha en la que el cuerpo se deshace y donde le sujeto es inducido a inventarse vínculos artificiales para apropiarse de nuevo de su cuerpo, para 'estrechar' su cuerpo contra el mismo. Para decirlo en términos de mecánica, necesita una abrazadera para aguantar con su cuerpo". En la histeria los fenómenos corporales están limitados por la castración y los límites que la neurosis impone, "(...) mientras que se siente el infinito en la falla presente en la relación del psicótico ordinario con su cuerpo".
La tercera externalidad que sitúa Miller es la subjetiva. Cuando se trata de la dimensión del Otro subjetivo: "La mayoría de las veces esto lo encontramos en la experiencia del vacío, de la vacuidad, de lo vago, en el psicótico ordinario. Podemos encontrarlo en diferentes casos de neurosis, pero en la psicosis ordinaria se busca un indicio del vacío o de lo vago de una naturaleza no dialéctica. Existe una fijeza especial de este indicio. (...) También debemos buscar la fijación de la identificación con el objeto a como desecho. La identificación no es simbólica, sino muy real, porque no utiliza la metáfora. (...) Digo que es una identificación real ya que el sujeto va en la misma dirección a realizar el desecho en su persona". Otra dimensión de la externalidad subjetiva es que, en las psicosis ordinarias, "las identificaciones se construyen con un batiburrillo", no son identificaciones que tienen un centro sólido y claro.
Estas tres externalidades (aunque Miller apunta que cabría precisar una cuarta: la externalidad sexual), nos permiten un marco donde encuadrar las particularidades de la psicosis ordinaria. Los detalles clínicos remiten a un desorden central. A diferencia de los casos llamados borderline, no se plantea que se trate de sujetos que no son ni psicóticos ni neuróticos. La psicosis ordinaria es una clínica de los pequeños indicios de la forclusión, es una clínica de la psicosis por lo tanto. Tampoco es reductible a la categoría de psicosis no desencadenada, que se sitúa en el horizonte temporal de un posible desencadenamiento, ya que "(...) algunas psicosis no llevan a un desencadenamiento: son psicosis, con un desorden en la juntura más íntima, que evolucionan sin hacer ruido, sin explosionar, pero con un agujero, una desviación o una desconexión que se perpetúa".
*De Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (AMP), La Coruña. Fragmento de El tiempo de las psicosis ordinarias en Discusiones Clínicas, hacia Congreso AMP 2018.