Se mantuvo “eclipsado” durante décadas, a salvo de que no hubiera rastro que uniera la foto que le había sacado Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA, y los crímenes de lesa humanidad que sucedieron en el Casino de Oficiales de ese predio de la Armada durante la última dictadura cívico militar. Y cuando finalmente fue identificado, el agente de Inteligencia de la Armada Jorge Luis Guarrochena insistió en su inocencia sin demasiado sustento. Este mediodía el Tribunal Oral Federal lo condenó a prisión perpetua por más de 300 delitos, entre los que se cuentan secuestro y torturas, más de 100 homicidios, 44 casos de sustracción y ocultamiento de un niño o niña menor de 10 años y delitos sexuales.
“Sólo me resta rogar a Dios que ilumine a los señores jueces y resuelvan mi libre absolución”, dijo Guarrochena a media mañana, cuando el presidente del Tribunal, Fernando Canero, le dio la oportunidad de hablar por última vez antes de conocer la decisión que daría por terminados diez meses de juicio oral y público en su contra. Ni el represor condenado ni les jueces del tribunal –junto a Canero compartieron tareas Adriana Palliotti y Daniel Obligado– estuvieron presentes en la sala de audiencias de los tribunales de Retiro para la lectura del veredicto. Les magistrados se quedaron cómodes en sus despachos. El condenado, en la cárcel vip de Campo de Mayo desde donde vio y oyó todo el debate; jamás pisó Comodoro Py.
Al sum tribunalicio que fue escenario del juicio semi virtual lo colmaron, sí, sobrevivientes y familiares de víctimas de la ESMA y estudiantes y docentes del programa “La escuela va a los juicios”, además de abogades querellantes y les fiscales Félix Crous y Marcela Obetko. Completaron la atención del séptimo tramo de la Megacausa ESMA, les usuarios que lo vivieron a través de la transmisión que el medio comunitario La Retaguardia realizó de todo el proceso.
Al cierre de la lectura del veredicto, cuando ya la condena a prisión perpetua estaba impuesta, Graciela Daleo, sobreviviente y una de las impulsoras de la megacausa judicial, arengó la tríada “30 mil compañeros detenidos desaparecidos, presentes ahora y siempre” para aportar un cierre con memoria, verdad y justicia.
Canero inauguró la lectura con la definición de los hechos bajo debate como crímenes de lesa humanidad. Luego, rechazó todos los planteos que la defensa de Guarrochena, a cargo del abogado Gerardo Ibañez, había solicitado con el objetivo de evitar lo inevitable. Por último, el magistrado comunicó la decisión indeclinable de condenar a prisión perpetua al acusado, a quien halló responsable en calidad de coautor de 347 casos de privación ilegal de la libertad, 309 casos de imposición de tormentos; 106 homicidios y la sustracción, retención y ocultamiento de 44 niñes menores de 10 años. Por último, también lo responsabilizó por dos casos de abuso sexual y cuatro casos de violación.
Guarrochena tiene, hoy, 74 años. Tenía cerca de 30 entre 1977 y 1983, cuando, en calidad de agente del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), y en la Jefatura de Inteligencia Naval del Estado Mayor General de la Armada, se vinculó con la patota de la ESMA. Él reconoció que trabajó en el SIN y que estuvo destinado a la ESMA durante unos meses en los que estuvo destinado a una oficina en el primer piso del Casino de Oficiales, dedicado a “analizar comunicaciones”.
Su rostro aparece en el álbum de fotografías que logró construir el sobreviviente Víctor Basterra, detenido en ese campo de concentración entre 1979 y 1983, secuestrado, torturado y obligado a realizar trabajo esclavo: fotografiar a represores y elaborar sus documentos falsos. A Guarrochena lo fotografió con uniforme de la Federal. Lo conocía como “Raúl” y su sosías: “Carlos Alberto Encina”. Basterra sacó a escondidas de la ESMA el negativo de esa foto y de varias más –78–, y luego las aportó a la Justicia.
Pasaron muchos años hasta que se pudo identificar esa foto de aquel tal “Raúl” o “Encina”. "Hace pocos años, otro represor presentó una lista de compañeros de correrías, seguramente resentido porque a él le había tocado perder y a los otros no. Y una vez que tuvimos la identidad se desplegó una abrumadora cantidad de evidencia sobre su historia", detalló el fiscal Crous en diálogo con AM 750.
En su alegato fiscal, Crous y Obetko consideraron probada su “relación directa con los crímenes ejecutados” en el centro clandestino que funcionó en la ESMA, con epicentro en el Casino de Oficiales, y que fue "parte indispensable del engranaje represivo". "Los testimonios sumados a la prueba documental –legajos, principalmente– generan la absoluta convicción de que Guarrochena era el represor de Inteligencia que se hacía llamar Raúl o Encina y que operaba en la ESMA”, concluyó el fiscal a cargo de la Unidad Fiscal de Asistencia para causas por Violaciones a los Derechos Humanos durante el Terrorismo de Estado que interviene en los procesos por los delitos cometidos en el ámbito de la ESMA, durante su exposición, a principios de febrero, cuando pidió a los jueces que impusieran la máxima pena para el acusado.
Así, consideró probado que Guarrochena “fue un cuadro imbricado en el máximo nivel de conducción y coordinación del aparato de inteligencia de la Armada”, desempeñándose como personal de Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3 y como enlace de ese centro clandestino con el Batallón de Inteligencia 601 del Ejército. En consonancia con el Ministerio Público Fiscal, las querellas se expresaron de igual manera.
El tribunal les dio la razón. Si bien la mayoría de los casos por los que Guarrochena fue condenado ya han sido tratados en tramos orales y públicos anteriores de la megacausa ESMA, durante éste –el séptimo– se sumaron 24 casos “nuevos”. Entre ellos, los secuestros de niñes menores de 10 años que fueron separados de sus progenitores, mantenidos cautivos durante algún tiempo en el centro clandestino y luego llevados a otros lugares operativos del Grupo de Tareas 3.3. En tanto, nada planteó en su disposición resolutiva acerca del campo de deportes de la ESMA, cedido en convenio al Club Atlético River Plate, a pesar de que algunos testigos habían requerido que se expida para su preservación. Les sobrevivientes denunciaron que allí, en ese predio, se realizaron cremaciones de cuerpos de detenidos desaparecidos de ese campo de concentración.