"¿Venís de la marcha?". Matías Darabos escuchó esa pregunta antes de ser abordado por tres policías de la Ciudad de Buenos Aires. Antes de que lo tiren el piso y lo muelan a patadas en la cabeza sin motivo alguno. Antes de que, entre susurros, escuchara una frase: “Che, mirá, yo tengo unas florcitas, ¿se las plantamos?”.
Matías es abogado de la Asociación contra la Violencia Institucional y orgulloso egresado de la UBA. Por eso y por otras cosas, fue parte de la inmensa marea que copó las calles de la Ciudad de Buenos Aires en la marcha federal universitaria. Pero al desconcentrar, la violencia policial tenía para él otro final.
Al salir de la marcha, a la que fueron cerca de 400 mil personas, acompañó a unos amigos hasta Retiro. Después, se dispuso a ir a la casa de otro amigo en San Telmo cuando se paró en una plaza a tomar un poco de aire.
Lo explica con naturalidad ante la pregunta de AM750. Había sido un día largo, donde estuvo muchas horas de pie, al rayo del sol y rodeado de personas y más personas todo el tiempo.
“Me acerqué a un árbol, me apoyé para respirar, para ver si me volvía o no. Y justo se da en ese momento que pasan tres policías, dos muy jóvenes y una chica”, relató Darabos sobre los tres uniformados, a quienes identificó como "Lara Coria, Ángel Raúl Cantero y Fabián Alberto Martínez".
La policía no había llegado para ayudarlo. Todo lo contrario. Lo rodearon y empezó un interrogatorio violento:
—¿Qué te pasa, borracho de mierda? ¿Te vas a poner a mear ahí?
—Pare un segundo. No me puede hablar así.
—Me importa un carajo. ¿Venís de la marcha?
La conversación siguió con Darabos pidiéndole a los policías que se identifiquen. Es que, pese a que la ley los obliga, iban sin ningún dato en sus uniformes. “Y me dice 'así que querés saber quién soy, ¿sos poronga?'”, relató sobre el diálogo que siguió con la policía echándolo de la zona.
Ante la negativa de Matías, que seguía sintiéndose mal, llegó la amenaza. “¿Ah sí? ¿sos valiente?”, escuchó antes del primer golpe, seco, y por la espalda. Acto seguido, en ya derribado en el piso, empezó a sentir, una tras otra, las patadas en la cabeza de los tres policías.
“Ahí me detienen. Paso toda la noche esposado en un banco de la plaza. Se acerca gente a preguntarme qué pasaba. Los echaron y dijeron que era un borracho que estaba causando problemas. Le digo a la gente que no es cierto. Fue una situación horrenda que no le recomiendo a nadie”, recordó Darabos sobre la fatídica escena.
Y añadió: “Había sido una marcha pacífica. Por eso no termino de entender. Porque uno puede pensar que puede pasar algo en ocasión de represión. Pero a la salida, cuando iba a solo por la plaza, que te agarren así, es una locura”.
Pero la situación lejos estaba de terminar. Porque cuando Darabos, especializado en violencia institucional, amenazó con iniciar un sumario y hacer una denuncia en Desempeño –como se conoce a la oficina que investiga los comportamientos internos de la fuerza– escuchó otra frase difícil de olvidar:
—Che, mirá, yo tengo unas florcitas, ¿se las plantamos?
“Mis abogados, compañeros de la organización, corriendo de un lado para el otro. Porque se dieron cuenta de que se manejaron mal. Y querían cubrirse. Se fueron hasta donde estaba mi mochila, la abrieron, metieron algo que supongo que es droga. Porque la causa empezó como resistencia a la autoridad y cuando llego a la alcaldía me habían cambiado la carátula a tenencia de estupefacientes”, finalizó su relato.
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