“Como los discos ya no se venden, y con Spotify y compañía no ganamos nada, hago los discos cuando tengo ganas y grabo lo que tengo ganas. Esa es la única cosa positiva de este nuevo sistema”, plantea Dipi Kvitko. El guitarrista, histórico acompañante de cantores de tango, persigue un camino solista desde 2022 y desde el año pasado protagoniza un ciclo en Bargoglio (Bacacay 2414) donde hace un show mayormente solista e invita pianistas y cantantes al escenario. En ese mismo lugar presentará este sábado 27 Qué grrrande Vol.2, su flamante placa, que lleva menos de un mes en plataformas digitales. Una serie de clásicos donde sobrevuela algún aire folklórico junto con una interpretación limpia y plena de matices. "La única idea del repertorio es buscar canciones que se presten a una forma de tocar que vengo desarrollando hace tiempo", explica.
-¿Cuál sería esa forma?
-Busco canciones en las que sienta que puedo aportar algo. Horacio Salgán decía que cuando uno hace un arreglo tiene que aportarle ideas al tango: una introducción, un interludio distinto, una rearmonización, incluso una melodía secundaria. Salgán decía que si no tenía nada de eso, era una orquestación. O, en mi caso, una adaptación para la guitarra. Algo que ya hice, pero no me presenta ningún desafío ni ningún goce. Mi búsqueda es emular la orquesta con la guitarra. Mis ídolos son Aníbal Arias, Grela, Palermo, pero también me gusta Di Sarli y soy fanático de Pugliese; en mi fantasía, en muchos momentos imito la sonoridad de esas orquestas. Claro que a veces los tangos me mandan a cagar, no suenan, no nos encontramos.
Cuando sucede el encuentro, la música se produce en el escenario (y se materializa en un disco). En Qué grrrande! Vol.2 esta búsqueda se materializa en el intento de hacer una guitarra autosuficiente, en la que su Kvitko toca tanto la melodía como el acompañamiento. Una búsqueda que, explica, viene desde chico. “Cuando era pibe escuchaba guitarristas de country blues, de fingerpicking, donde se hace el acompañamiento con el pulgar. El más famoso es Chet Atkins. Cuando conocí a Aníbal Arias y lo escuché tocar, me partió el marulo porque él tocaba de esa forma autosuficiente”, cuenta. “Siempre yo tenía la fantasía de lograr algo así y empecé insinuándolo”.
En la portada del disco (que hace juego con la del anterior), Kvitko se bate a duelo de cuchillos con su guitarra. “La verdad es que uno vive luchando contra la guitarra porque yo estoy convencido que la capacidad de escucha y los deseos siempre crecen muchísimo más que las capacidades de realizar. Entonces, no puedo creer que ya tengo 48 años y empecé a tocar la guitarra a los 15, y sigo haciendo lo mismo de alguna manera, con más acordes, más rápido, con mejor sonido. En definitiva, uno está con una sintonía y buscando algo, y es imposible llevar a palabras, pero creo que grafica eso”.
-Los discos de guitarra sola en el tango son muy infrecuentes. ¿Hay una suerte de reivindicación del instrumento en este disco?
-Mirá, sería lindo que pase eso. La verdad que si contesto tratando de ponerme como historiador, la guitarra solista en el tango es casi inexistente, históricamente. Hay directores de orquesta y orquestas que han grabado cientos y miles de canciones; y también los tríos de guitarra, cantor con trío de guitarra. La guitarra siempre ha sido un instrumento de acompañamiento. También hay grandes referentes de la guitarra cantando, pero salvo Juanjo, Aníbal Arias y un poquito Cacho Tirao que tocaba, no hay más grandes referentes. En mi caso, igual, es una elección de lenguaje. Si bien hay un lenguaje del tango que casi todos los músicos que tenemos inquietudes y deseos que vamos desarrollando, el lenguaje ese también está un poco circunscrito por la formación que vos elegís. Es algo tan poco comercial que, justamente, ¿por qué no voy a hacer lo que quiero? Si sirve para algo más que mi deseo de tocar, grabar y decir “ey, acá estoy”. Bueno, sería mentira si dijera que no me importa.