Los bonos con paridades de más del 60 por ciento, el riesgo país coqueteando con bajar los 1000 puntos, las acciones con aumentos impactantes y el dólar casi sin movimiento hace 4 meses. El equipo económico asegura que todo esto muestra el éxito de las políticas económicas y que el próximo paso es celebrar la tasa de inflación mensual en un dígito.
Algunos consultores se entusiasman más de la cuenta en sus declaraciones y plantean que no sería una locura pensar que el dólar financiero termine en niveles debajo del oficial o que la actual cotización de 1000 pesos puede durar por lo menos hasta fin de este año. Se hace una oda al ajuste fiscal y monetario de los últimos meses opacando cualquier mirada crítica.
El relato de la política económica gira una y otra vez en el mismo punto: los mercados reaccionaron positivamente (con subas de bonos y acciones y baja de presión cambiaria) porque anticipan el futuro. Lo que vendría hacia adelante es un ciclo de fuerte rebote, inversiones y crecimiento económico.
Esta lectura parece tener una importante desconexión con la realidad. No hace falta haber caminado las bolsas de valores de Nueva York ni de Londres para darse cuenta que los inversores tienen comportamientos irracionales, que existe un factor político en la compra de activos y que es un error garrafal considerar el movimiento de un activo bursátil para visualizar el futuro.
Una forma simple de verlo es con el recorrido de alguna acción particular, por ejemplo, la de YPF. Si bien la historia es conocida, vale la pena repetirla una y otra vez porque muestra a la perfección la irracionalidad de los mercados y que sus cambios de humor ocurren en un abrir y cerrar de ojos.
La petrolera venía de caídas de precios importantes (motivadas principalmente por el paladar político de los fondos de inversión) y al inicio de la pandemia hubo un gran banco internacional que directamente la dio por quebrada. Lo publicó en sus informes para clientes y afirmó que la perspectiva de precio de la acción de YPF era de 1 dólar. No sólo no toco ese precio sino que empezó a subir hasta alcanzar los 21 dólares actuales.
El ejemplo sirve para pensar la situación actual del mercado financiero argentino. Suben las acciones y los bonos, baja el riesgo país, el dólar se mantiene quieto y los analistas aseguran que todo va cambio a despegar, incluso la actividad de la economía real. Pero este optimismo que floreció en los últimos meses puede evaporarse de un día para otro. Y los que pronosticaron que el país iba a un rebote fantástico encontrarse con una crisis sideral.
El punto central es que no existe una ley natural que garantice que un ajuste desproporcionado sobre el sector público (y la política monetaria) permitan que la economía se ordene, despegue y resuelva el malestar de millones de personas. Por el contrario, los programas de recorte terminan provocando más sufrimiento y desconcierto en la población, con ingresos reales por el piso y una catarata de nuevas preocupaciones como el desempleo.
Esta situación más temprano que tarde termina generando el rechazo de la sociedad a las políticas de ajuste y rememorando tiempos en que el transporte y los servicios públicos no eran bienes de lujo. El giro de la población es uno de los elementos que podría transformar el humor de los inversores, pero no es por lo único por lo que el optimismo puede alterarse.
Los resultados que muestra el gobierno como grandes éxitos macroeconómicos esconden fuertes inconsistencias. En el plano monetario, cambiario, de los rendimientos de la deuda pública y de las reservas internacionales aparecen los intentos más evidentes de hacer contabilidad creativa.
Por ejemplo, en este último el gobierno asegura que pudo recuperar miles de millones de dólares de reservas netas desde diciembre pasado. Sin embargo, gran parte de esta recuperación fue la contracara de pisar los pagos de nuevas importaciones y emitir bonos Bopreal.
En la consultora 1816 lo mostraron con datos duros. Se calculó que entre la devaluación de diciembre y finales de febrero (último dato cerrado), hubo 9500 millones de dólares de importaciones que no se pagaron.
“Extrapolando estas cifras, damos por hecho que todas las divisas que el Banco Central compró en el mercado de cambios en la era Milei (cerca de 14 mil millones de dólares) se pueden explicar por nuevas deudas de importadores”, dijo el documento de la consultora.
Con estas cuentas, el informe arroja una conclusión con un claro tono de advertencia: “si la deuda de los importadores era una restricción para liberar los controles cambiarios al llegar Milei, lo sigue siendo: esa deuda es hoy mayor que al momento de la asunción del Presidente”. Se trata de uno más de los ejemplos que podrían hacer recalibrar el optimismo de los inversores.