Los sobrevivientes de la ESMA conocieron su nombre tempranamente: aquella persona que todos conocían como Hormiga Negra era Orlando González. Una de las escenas más recordadas ocurrió en la isla El Silencio, del Delta del Paraná, donde los integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 escondieron a los detenidos desaparecidos durante la (otra) visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina, en 1979. El Hormiga Negra, además de suboficial, era fotógrafo aficionado. En la isla les sacó fotos a varias prisioneras como lo hacía en el centro clandestino de la Armada. Un día, volvió a la ESMA con una revista Fotomundo diciendo que había ganado un concurso. Entonces los prisioneros conocieron su nombre. Cuando ayer se sentó en la Sala de Audiencias B de Comodoro Py, llevaba un traje estirado, rictus militar y un cuerpo entrado en años. Durante unos veinte minutos leyó sus últimas palabras en el juicio, un derecho de los acusados antes de la sentencia. Habló de los sobrevivientes una y otra vez como “pseudotestigos”, protestó también una y otra vez contra lo que llamó mentiras de jueces y fiscales, habló de la prensa de izquierda y se envalentonó con citas proferidas como avemarías de quienes por estos días horadan los consensos sociales sobre el terrorismo de Estado. Finalmente, habló de sus fotos. El Tribunal Oral Federal 5 fijó día para el cierre del juicio, a cinco años de su comienzo: el veredicto se conocerá el 29 de noviembre. De los 68 imputados iniciales sólo lo escucharán 54: 14 fueron apartados en estos años por cuestiones de salud o porque fallecieron.
“En mi última declaración de indagatoria, en 2015, mencioné la parcialidad de las imputaciones testimoniales que las llamadas víctimas y jueces pergeñaron y encaminaron con estas declaraciones que posteriormente fueron compiladas por el fiscal de procesamiento con un rompecabezas falso, sin haber investigado”, dijo Orlando González, sin respirar. Atrás, en la pequeña sala, escuchaba un pequeño grupo de varones que parecían compañeros retirados de la Armada. Un grupo cuyo número varió de acuerdo a las épocas: de muchos pasó a uno sólo, siempre presente, y ahora volvió a aumentar. “Refuté a las seudovíctimas que evocaron mi nombre para perjudicarme gratuitamente”, dijo González. Y entonces recordó la inclusión entre las pruebas de la foto con que ganó un premio, titulada “La Parca”: “La insólita mención a ‘La Parca’, que conduciría a mi condena, inclusive denunciado y desarrollándose en numerosos medios periodísticos afines a la ideología y militancia de izquierda como el que ganaba premios con las fotos de sus víctimas, son mentiras orquestadas”.
Esa es la posición que mantuvo históricamente sobre esa foto. Pero Hormiga sacaba fotos de las prisioneras de la ESMA. Así lo declaró Thelma Jara de Cabezas no ahora, sino durante el Juicio a las Juntas. Thelma dijo que le había sacado fotos en la Panamericana y en Uruguay, cuando la Armada buscaba la forma de inventar que ella no estaba secuestrada en la ESMA. Y que también le sacó fotos a Lucía Deón. Lucía fue una de las personas que los marinos trasladaron a la isla El Silencio durante la visita de la CIDH. Durante años se creyó que la foto que Hormiga había mandado al concurso era de Lucía. En la foto, aparecía una mujer en medio de la noche con el primer plano de una calavera. Los sobrevivientes supieron el nombre del represor cuando él mismo llevó la revista al centro clandestino. Con el tiempo, la Justicia buscó saber si Lucía era la de la foto. Lucía dijo que Hormiga le sacó fotos “artísticas” en la isla, “con capas y medio delirantes”, pero también dijo que nunca dijo haber sido la “modelo” de “La Parca”.
Pero a González no se lo juzga por sacar fotos, sino porque fue parte esencial del engranaje represivo del Grupo de Tareas de la ESMA. No sólo lo ubican allí las víctimas fotografiadas, también los sobrevivientes, como el Sueco Carlos Lordkipanise, que relataron una y otra vez cuál era su rol. En el alegato de la fiscalía, Mercedes Soiza Reilly y Guillermo Friele dijeron que “lejos de ser un simple recepcionista del salón Dorado, como intentó hacernos creer en su descargo, González fue un auxiliar de inteligencia vinculado al GT de la ESMA, calificado por sus superiores con un rol activo en combate y fue un verdadero dependiente. Ser auxiliar de inteligencia y ser calificado en combate, para aquellos años, significaba que sus tareas tenían lugar durante acciones de combate real. Inteligencia, que a la luz de las probanzas colectadas, se obtenía producto de las acciones represivas desarrolladas. Concretamente, en allanamientos, en interrogatorios y usando, como fuente principal de inteligencia, a las personas secuestradas en los operativos”.
Este será otro de los veredictos esperados del juicio. Cuando González terminó de hablar, el TOF pasó a un cuarto intermedio hasta el miércoles próximo. El Hormiga entonces dejó la silla. Caminó hasta donde estaban quienes parecían camaradas. Ya no parecía ni viejo ni entrado en años. Les estrechó las manos con tono ganador.